A la espalda de la fe
Por: Dr. Félix Muñoz
"Pero el Espíritu dice claramente que en
los últimos tiempos algunos se apartarán de la fe, prestando atención a
espíritus engañosos y a doctrinas de demonios. Con hipocresía hablarán mentira,
teniendo cauterizada la conciencia. Prohibirán casarse y mandarán abstenerse de
los alimentos que Dios creó para que, con acción de gracias, participasen de
ellos los que creen y han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios ha creado
es bueno, y no hay que rechazar nada cuando es recibido con acción de gracias
pues es santificado por medio de la palabra de Dios y de la oración - 1 Tim
4:1-5 (BMH)".
En esta carta, el Apóstol también menciona otro
tipo de servidores en la iglesia llamados diáconos (diakonos). En su contexto
original, este término se utilizaba para referirse a las personas que
realizaban los servicios más sencillos o de poca estima en la sociedad, tales
como servir las mesas. Sin embargo, la enseñanza de Jesús y su propio ejemplo
muestra un sentido opuesto en el que el servicio ha de ser el ideal en la vida
de sus seguidores (Mar. 9:35; 10:45; Luc. 9:46-48; 22:24-30).
Por la iglesia en Jerusalén para ayudar a los apóstoles (Hech. 6:2, 3). Aunque la palabra diácono no se
utilizó en tal ocasión, las funciones que habían de realizar se pueden
identificar con este oficio. Sus tareas tenían que ver con asuntos prácticos y
con la administración de la iglesia, aunque es notable que las cualidades
requeridas sugieran que también compartían responsabilidades de índole
espiritual. De este modo, en lugar de ver su función en contraste con la de los
obispos o ancianos, en que el trabajo de los diáconos era social mientras que
el de los presbíteros era espiritual, más bien los diáconos son servidores que
deben ser ayudantes o asistentes de los pastores, colaborando también en las
tareas de ministrar la Palabra y cuidar a los creyentes.
Lo anterior se deduce al observar que muchos de
los requisitos establecidos para los obispos también son requeridos para los
diáconos y apuntan a un ministerio más amplio que lo puramente administrativo (1
Tim 3:1-13). En realidad, se nota que deben cumplir con las características de
tener una vida íntegra, disciplinada, de autocontrol, con convicciones firmes y
una sana doctrina. Otra indicación del carácter espiritual de su ministerio, al
igual que el de los obispos, se encuentra en la instrucción apostólica de que
deben ponerse a prueba; si son aprobados pueden ser elegidos para esta función.
Esto significa que, de nuevo, la congregación juega un papel importante en la
selección de sus diáconos. Por lo tanto, es claro que este método bíblico
provee un procedimiento sabio para que las iglesias elijan a sus ministros o
servidores.
La cauterización (Como estaban sus mentes) es la
acción de quemar con un hierro ardiente. Se usaba para marcar a animales y a
los esclavos para indicar su pertenencia. También se usaba el término para
referirse al procedimiento usado por los médicos griegos para quemar una herida
y así cicatrizarla. Así, “el lugar cauterizado quedaba anestesiado o insensible"
ya que se mataba el tejido, esto da a entender que sus conciencias estaban
insensibles a Dios. Al exponer "prohibirán casarse" El celibato y el
ayuno, que en sí mismos podrían ser prácticas apropiadas en algunos casos, aquí
se exageraban de manera inapropiada. Posiblemente se debía a la influencia de
los judíos esenios, quienes practicaban un ascetismo estricto que prohibía el
matrimonio y ayunaban por considerar algunos alimentos impuros. Además, también
pudo haber influido el dualismo de la filosofía griega que dividía la realidad
en dos esferas: "la espiritual que era buena y la material que era
mala".
La palabra “apóstata” o “caído/apartado”
Proviene del Griego “Apostugeo” y literalmente significa: “Aquel que niega las
bases por las cuales fue educado”, y es usada en el Antiguo Testamento
principalmente en Israel para los judíos, aunque eran el pueblo elegido por
Dios, continuamente le daban la espalda y se revelaban contra Su Palabra (Jer
8:9). Eso es por lo que fueron forzados a hacer sacrificios por el pecado una y
otra vez, a fin de restaurar su relación con el Dios que habían ofendido. El
creyente, sin embargo, se ha valido del perfecto, y de una vez para siempre
sacrificio de Cristo y no necesita más sacrificio por su pecado. Dios mismo ha
obtenido la salvación para los Suyos (2 Cor 5:21), y por haber sido salvos por
Él, el verdadero creyente no puede caer tanto como para no regresar a Su Señor.
Los creyentes sí pecan (1 Jn 1:8), pero la vida cristiana no está caracterizada
por una vida de pecado sino de libertad (Jn 8:32, Rom 8:9, v.14, 2 Cor 3:17),
contraria a la vida apostata (Jn 8:34, Jd 1:5-25, 2 Pd 2:1-22). Los creyentes
son nuevas creaciones en Cristo (2 Cor 5:17). Todo verdadero creyente tiene el
Espíritu Santo en lo interno de su ser, y es Él quien produce el buen fruto
(Gál 5:22-23). La vida de un creyente debe ser una vida transformada. Los
creyentes son perdonados en la base del arrepentimiento, sin importar cuántas
veces pequen (Heb 10:14-17), pero al mismo tiempo, los creyentes deben vivir
una vida cada vez más santa, a medida que crecen más cerca de Dios y son más
semejantes a Cristo, cosa que es imposible si se sigue la doctrina equivocada.
Todo creyente debe tener
serias dudas acerca de una persona que asegure ser un creyente y sin embargo
viva una vida que diga lo contrario. Un verdadero creyente que cae en pecado
temporalmente aún es salvo, pero al mismo tiempo, una persona que vive una vida
controlada por el pecado, no es un verdadero cristiano (1 Jn 3:9, 5:18). “¿Qué
hay de las personas que niegan a Cristo? Si una persona niega a Cristo, ella
realmente nunca conoció a Cristo, para empezar. “Salieron de nosotros, pero no
eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con
nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros.
Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros,
habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no
todos son de nosotros - 1 Jn 2:19 (RVR)”. Una persona que rechaza a Cristo y
vuelve la espalda a la fe, está demostrando que nunca perteneció a Cristo.
Aquellos que pertenecen a Cristo, permanecen con Cristo. Aquellos que renuncian
a su fe, nunca la tuvieron.
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