El discipulado que Dios
desea
Por: Dr. Félix Muñoz
Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había mandado. Cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaron. Jesús se acercó a ellos y les habló diciendo: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, Vayan y hagan discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que les he mandado. Y he aquí, yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo - Mt 28:18-20 (BMH).
La Palabra Discípulo (mathetes)
fue una de las palabras favoritas del Señor Jesús. El término sugiere la idea
gráfica de un seguidor que pone sus pies en las huellas que va dejando el
maestro y le sigue por doquiera que vaya, pase lo que pase, y cueste lo que
cueste. Es también un acompañamiento del discípulo a su maestro y de su maestro
con el discípulo. Discípulo también es un partidario, uno que se identifica y
compromete plenamente en actitud de vida con su maestro. Pero es un concepto
muy lejano de un prosélito religioso o también de un simple alumno. El
discípulo se compromete en todo con su maestro, y toda su vida es permeada por
las enseñanzas de dicho maestro.
Sin embargo, el concepto de “discipulado” no es
propio de la cristiandad, sino una herencia de la cultura griega; no obstante,
en el ministerio de Jesús cobró matices diferentes. Por ejemplo, a diferencia
de los grandes filósofos griegos y rabinos judíos, Jesús aceptó mujeres como
discípulas, modeló las enseñanzas, seleccionó a sus discípulos quienes eran
gente sencilla sin mayores privilegios ni jerarquías sociales.
Evidentemente el discipulado es la prioridad y
arteria esencial de la vida y ministerio de la iglesia local. El discipulado
bíblicamente entendido contempla una evangelización dinámica y permanente.
Discipular a los creyentes es una manera de alcanzar a los no alcanzados,
porque el discipulado no concluye nunca (2 Tim. 2:2). El enfoque estratégico del discipulado en
Mateo son las etnias (ethne) gentiles. El crecimiento numérico ha sido la meta
de la iglesia, no obstante, sí es una consecuencia esperada y obvia de la
vivencia del reino de Dios (cf. Hech. 6:7). El NT jamás hace una dicotomía entre discipulado y
evangelización. El discipulado cristiano tiene un costo alto que demanda la
vida misma (Mat. 16:24-27), además de exigir una vida regida por los
valores del reino como son presentados, como en ninguna otra parte, en el
Sermón del monte (Mat. 5:1-7:29). Así lo certifica el libro de Hechos que es la
historia del testimonio cristiano de los mártires/testigos (Hech. 1:8, cf. Apoc. 1:5).
La arenga misional de Jesús está enmarcada en un
contexto integral de absolutos. Cuatro veces se menciona el adverbio todo: Toda la autoridad para enseñar a todas las
etnias, todo el consejo de Dios confiando en toda la presencia de Jesús. Esto
revela que Dios tiene un plan perfecto para toda la creación. Todos los recursos
que necesita la iglesia ya le han sido dados: Todo el poder, alcance, contenido
y promesa.
Hay problemas de traducción en este versículo.
Por ejemplo, id es un participio griego que puede ser traducido como “mientras
van” o “yendo”. El verbo griego traducido como “hagan discípulos” es “mathetuo” (adoctrinar, enseñar, discipular) es el verbo
principal de la oración y por tanto céntrico en todo el versículo. Proviene del
sustantivo “mathetes” (discípulo), y este a su vez del verbo “manthano”
(aprender). El uso transitivo de este verbo (discipular) se encuentra solamente
en el NT. La traducción hagan discípulos es en realidad un circunloquio que no
transmite la fuerza directa del griego cuando está en imperativo, esto es discípulo.
Otras traducciones establecen una connotación directa con el tema, pero
indirecta y remotamente con el sujeto. Naciones se podría entender mejor como
etnias. Los tres participios griegos traducidos como id, bautizándolas y
enseñando podrían convertirse en las estrategias misioneras: mientras van, bautizando y enseñando.
Además, es preciso enfatizar en la integralidad del mandato: todas las cosas.
La promesa final de Jesús es un conmovedor eco
del inicio del Evangelio de Mateo, pues el relato termina como comenzó, con
Emanuel (Dios con nosotros, Mat. 1:23). El presente continuo (yo estoy con ustedes) revela la
sobrenatural y permanente presencia de Jesús con sus hijos por medio del
Espíritu Santo, hasta que él mismo regrese de nuevo en persona a juzgar al
mundo y establecer su reino. Dando a entender que es el Espíritu el cual
capacita al maestro como al discípulo, y tanto el maestro como el aprendiz nunca dejaran ser discipulos de Cristo.
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