En
defensa de la fe:
el carácter de los falsos maestros no regenerados
Por: Dr. Félix Muñoz
"Amados, mientras me esforzaba por escribirles acerca de nuestra común salvación me ha sido necesario escribir para exhortarles a que contiendan eficazmente por la fe que fue entregada una vez a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los cuales desde antiguo habían sido destinados para esta condenación. Ellos son hombres impíos, que convierten la gracia de nuestro Dios en libertinaje, y niegan al único Soberano y Señor nuestro, Jesucristo - Jud 1:3-4 (BMH)".
En
sumamente importante observar que el posesivo español nuestro traduce la mejor
lectura de los manuscritos griegos, y que contienen la forma correspondiente al
pronombre personal de primera persona plural. Sin embargo, hay otros
manuscritos que tienen a la segunda persona (de ustedes), refiriéndose a la
“común salvación” de los lectores específicamente. La palabra griega traducida
"una vez" (v.3) es "hapax", que significa “una vez por
todas”. En la fe cristiana, como conjunto de doctrinas, no debería darse la
posibilidad de innovaciones. Como asegurara un famoso escritor cristiano, en
teología hay que actuar en forma conservadora. Judas plantea en su tercer
versículo la obligatoriedad de la defensa de la fe. Lo hace fundamentando el
deber apologético y presentando una demanda de cómo llevarlo a cabo. Este
fundamento se basa sobre el hecho de que la fe cristiana, o sea, el conjunto de
doctrinas que se desprenden de actuar como discípulos de Cristo, fue entregada
una vez, o “una vez para siempre” (BLA). En cuanto a la demanda sobre cómo
cumplir con el deber apologético, Judas afirma que debe hacerse eficazmente, o
“vigorosamente” (NVI). En efecto, a la fe hay que defenderla con pasión. Una
actitud que debe mantenerse vigente aun entre los cristianos del siglo XXI.
Tal apologética
es una sumamente necesaria en estos tiempos, ya que como en la antigüedad, los
falsos maestros se introducen encubiertamente para implantar sus herejías
destructoras. El término griego traducido "han entrado
encubiertamente" es un verbo compuesto, integrado por dos preposiciones y
un verbo simple. Al tomar en cuenta el sentido de todas sus partes, puede
determinarse que significa “deslizarse secretamente”, “infiltrarse
fraudulentamente”, “introducirse inadvertidamente”. Por ello es que hace la mención
en el (v.6) del ejemplo del pueblo de Israel. Judas demanda recordar lo
acontecido cuando la falta de fe de los judíos en el desierto llevó a que Dios
decidiera que solo Josué y Caleb se mantuvieran vivos con el propósito de que
pudieran entrar en la tierra prometida (Núm. 14). Por
ello en el (v.8) Presenta a los tales como "soñadores que mancillan la
carne, rechazan toda autoridad y maldicen las potestades superiores."
Dando a entender con eso que tales falsos, y los que les siguen vienen a ser
igual de rebeldes que la mención en los (vv.6-7). Por ello en el (v.8) presenta
la gravedad de la actitud de los impíos infiltrados en el pueblo de Dios y como
esta se manifiesta a través de la intensificación con que se enumeran tres de
sus acciones, de las cuales la última es su clímax: "mancillan [Deshonran,
dañan la reputación de algo o alguien], rechazan y maldicen [lo contrario a
Cristo]".
Judas luego de sus exposiciones presenta a los falsos maestros y a todo aquel
que apostate con un "Ay" de juicio (v.11), lo cual representa en
tales tiempos el dolor que sufrirán, los falsos por sus inclinaciones y los
seguidores por su camino. Las afirmaciones suponen un conocimiento previo de
los lectores de la incredulidad de Caín (Gén. 4), de la
codicia por la actitud mercenaria de Balaam (Deut. 23:4) y de la
rebelión de Coré contra Moisés (Núm. 16), y con ello el carácter
de los mismos (v.12). Las comidas fraternales mencionadas aquí se refieren a
los famosos ágapes de la iglesia primitiva. Consistían en un momento de
compañerismo espiritual mientras se compartían algunos alimentos y se celebraba
la conmemoración de la Cena del Señor, tales ágapes eran malformados por ellos,
dando a entender que rompen el compañerismo y unidad que Dios desea en Su Palabra
para Sus hijos, eso es parte esencial en el carácter de tales falsos maestros,
desunir y hacer sus grupos prosélitos de preferencia.
Los
impíos infiltrados [apostatas/herejes/falsos] son como elementos de la
naturaleza que no cumplen lo que parecen prometer (v.13). Son tan engañadores
como nubes desprovistas de agua, tan inútiles como árboles desprovistos de
fruto, tan reducidos a pura apariencia como olas reducidas a espuma, tan
errantes como estrellas desprovistas de rumbo. Son presentados como los que
"se quejan de todo y todo lo critican, andando según sus propios malos
deseos. Su boca habla arrogancias, adulando a las personas para sacar provecho
(v.16)". El término griego traducido "se quejan" es un verbo
compuesto que proviene del verbo que significa “quejarse” y del sustantivo
"moira", nombre de la divinidad griega que representa el destino, y
que significa “suerte”. Describe a personas que se quejan por estar
descontentas con su “suerte”. En si comunica que los falsos como sus seguidores
[los cuales aprenden el mismo patrón de conducta errado] viven descontentos
cuando no les salen las cosas según como profesan.
Su carácter
e inclinaciones quejumbrosas son expuestos en que "Estos son los que
causan divisiones. Son sensuales y no tienen al Espíritu (v.19)". Los
falsos maestros que causan divisiones son ajenos al pueblo de Dios, son
calificados como sensuales del griego (psykixos, naturales en 1 Cor. 2:14 ),
que no tienen el Espíritu. Esto da a entender que los falsos maestros son NO
REGENERADOS, y por ende no salvos (1 Jn 2:19).
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