Iglesia
e iglesias
Por: Dr. Félix Muñoz
LEER: 2 Corintios 8:1-15
“La iglesia no es
meramente una asociación humana, un grupo de individuos con la misma mentalidad
que se reúne para un propósito religioso, sino que se trata de algo divinamente
creado” – Félix Muñoz.
De acuerdo con el
apóstol Pablo la iglesia es la comunidad de todos los que por la fe se adhieren
al Mesías, reciben el perdón de los pecados y son declarados justos. Reciben el
Espíritu Santo como garantía de una plena y total transformación de la vida a
medida que los conforma a la imagen del Hijo, un proceso que culmina en la
transfiguración del cuerpo en la resurrección. Por su acción son congregados en
un solo cuerpo, el cuerpo del Mesías, del que cada uno es un miembro vivo, y
reciben capacitación y maduración hasta hacer de cada uno ministros competentes
del nuevo pacto.
La iglesia,
como nueva sociedad en la que todos sus miembros están en perfecto pie de
igualdad, no está configurada según las estructuras mundanas del poder; no es
una institución, sino la familia de Dios. Desde su comienzo y hasta por
lo menos la mitad del siglo cuarto, la iglesia se reunía por las casas en grupos
más bien pequeños. De cuando en cuando las iglesias de una determinada ciudad
se reunían formando “toda la iglesia” en aquella zona. En varias de las cartas
de Pablo hallamos la forma plural iglesias para indicar que hay más de una
iglesia a la vista. Las únicas excepciones a esto son las siguientes: una vez
donde ocurre la expresión distributiva todas las iglesias ( 1 Cor. 4:17), y dos veces más
donde se menciona a la iglesia de Dios ( 1 Cor. 10:32) en un sentido
genérico o quizás, simplemente localizado. Cuando se habla de “las iglesias de
Dios” se sugiere que el término se aplicaba solamente a una agrupación concreta
de gente o al grupo que se reunía como una asamblea regularmente constituida y
no como lo empleamos hoy en día, a un conjunto de asambleas locales concebido
como parte de una unidad más grande.
En los capítulos 8 y
9 Pablo aborda el tema de la ofrenda para los santos de Jerusalén. Durante el
reinado del emperador Claudio (41-54 d. C.) se desató una terrible hambruna que
azotó toda aquella región. La iglesia de Antioquía respondió con rapidez
enviando socorro por mano de Bernabé y de Pablo (Hech. 11:27-30). Los corintios
pidieron participar en este ministerio (1 Cor. 16:1-4), así como las
iglesias de Macedonia (2 Cor. 8:1-7). La ofrenda cumple
varios propósitos para Pablo y su misión: Primero, es una respuesta compasiva a
las apremiantes necesidades de los cristianos de Judea. Segundo, la ofrenda
significó para Pablo una expresión importante de la unidad entre las partes
judía y gentil de la iglesia (8:14, 15; Rom. 15:25-27). Dado que la
relación era buena con los corintios, Pablo creyó que podía recordarles su
anterior deseo de contribuir a la ofrenda, apremiándoles a que completaran
ahora lo que previamente habían comenzado. Para tal fin, Pablo mencionó la
actitud de los macedonios para estimular a los corintios (vv. 1-6), así como
refirió a los macedonios la disposición de los corintios para motivarlos (9:1-5).
En (vv.3-4) Pablo
habla de la notable generosidad de las iglesias macedonias que dieron incluso
más allá de sus fuerzas. Emplea tres términos clave respecto a la ofrenda:
Gracia, que muestra que vieron la oportunidad de dar como un privilegio
(cf. Hech. 20:35). Participar, que
sugiere que ellos tomaron parte en algo más grande, en una verdadera acción
“ecuménica” de generosidad. Ayuda, que refleja el hecho que contribuir fue
entendido como un “ministerio” cristiano. Pablo testifica (v.5) que este acto
sobresaliente de generosidad más que consistir en dinero fue de ellos mismos:
Se dieron primeramente ellos mismos al Señor y a nosotros. Esto deja ver que
habían admitido la autoridad que Dios había dado a Pablo y a sus colaboradores.
Su respuesta a la súplica de los cristianos de Judea fue un reconocimiento de
esa autoridad y una expresión de benevolencia para los que estaban en
necesidad.
Para respaldar este
llamado al amor en acción, Pablo cita el ejemplo del Señor Jesús. Debemos
entender el concepto de pobreza que Pablo tenía en mente (v.9). La pobreza de
Jesús no era económica. Se refiere a la pobreza autoimpuesta que entraña la
encarnación. Las riquezas aquí referidas no deben entenderse en términos de
prosperidad material. Es la salvación misma y los tesoros de la nueva era que
la acompañan, que fueron conseguidos a un altísimo costo. Aquí (vv.13-14) Pablo
cierra el paso a cualquier malentendido acerca de la ofrenda. Los corintios
deben comprender que no están siendo sobrecargados para que otros vivan a sus
expensas. Pablo argumenta a favor de la igualdad entre cristianos. De la
relativa afluencia de los corintios debe proveerse para las necesidades de los
judíos pobres. De la misma forma, si las situaciones cambiaran, los judíos les
extenderían la mano.
Según (v.15) La
reciprocidad en dar y recibir debe promover una igualdad. La experiencia del
éxodo es un ejemplo (Éxo. 16:16-18). En la comunidad
del desierto las necesidades de todos fueron satisfechas, nadie padeció
necesidad y nadie tuvo exceso de provisiones. Entre las comunidades de
creyentes también se debe asegurar que haya igualdad en la satisfacción de las
necesidades. Para esto, los que tienen deben ayudar a los que menos tienen.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por comentar!
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.