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16 jul 2014

Iglesia e iglesias

Iglesia e iglesias
Por: Dr. Félix Muñoz

LEER: 2 Corintios 8:1-15

“La iglesia no es meramente una asociación humana, un grupo de individuos con la misma mentalidad que se reúne para un propósito religioso, sino que se trata de algo divinamente creado” – Félix Muñoz.

De acuerdo con el apóstol Pablo la iglesia es la comunidad de todos los que por la fe se adhieren al Mesías, reciben el perdón de los pecados y son declarados justos. Reciben el Espíritu Santo como garantía de una plena y total transformación de la vida a medida que los conforma a la imagen del Hijo, un proceso que culmina en la transfiguración del cuerpo en la resurrección. Por su acción son congregados en un solo cuerpo, el cuerpo del Mesías, del que cada uno es un miembro vivo, y reciben capacitación y maduración hasta hacer de cada uno ministros competentes del nuevo pacto.

La iglesia, como nueva sociedad en la que todos sus miembros están en perfecto pie de igualdad, no está configurada según las estructuras mundanas del poder; no es una institución, sino la familia de Dios.  Desde su comienzo y hasta por lo menos la mitad del siglo cuarto, la iglesia se reunía por las casas en grupos más bien pequeños. De cuando en cuando las iglesias de una determinada ciudad se reunían formando “toda la iglesia” en aquella zona. En varias de las cartas de Pablo hallamos la forma plural iglesias para indicar que hay más de una iglesia a la vista. Las únicas excepciones a esto son las siguientes: una vez donde ocurre la expresión distributiva todas las iglesias ( 1 Cor. 4:17), y dos veces más donde se menciona a la iglesia de Dios ( 1 Cor. 10:32) en un sentido genérico o quizás, simplemente localizado. Cuando se habla de “las iglesias de Dios” se sugiere que el término se aplicaba solamente a una agrupación concreta de gente o al grupo que se reunía como una asamblea regularmente constituida y no como lo empleamos hoy en día, a un conjunto de asambleas locales concebido como parte de una unidad más grande.

En los capítulos 8 y 9 Pablo aborda el tema de la ofrenda para los santos de Jerusalén. Durante el reinado del emperador Claudio (41-54 d. C.) se desató una terrible hambruna que azotó toda aquella región. La iglesia de Antioquía respondió con rapidez enviando socorro por mano de Bernabé y de Pablo (Hech. 11:27-30). Los corintios pidieron participar en este ministerio (1 Cor. 16:1-4), así como las iglesias de Macedonia (2 Cor. 8:1-7). La ofrenda cumple varios propósitos para Pablo y su misión: Primero, es una respuesta compasiva a las apremiantes necesidades de los cristianos de Judea. Segundo, la ofrenda significó para Pablo una expresión importante de la unidad entre las partes judía y gentil de la iglesia (8:14, 15Rom. 15:25-27). Dado que la relación era buena con los corintios, Pablo creyó que podía recordarles su anterior deseo de contribuir a la ofrenda, apremiándoles a que completaran ahora lo que previamente habían comenzado. Para tal fin, Pablo mencionó la actitud de los macedonios para estimular a los corintios (vv. 1-6), así como refirió a los macedonios la disposición de los corintios para motivarlos (9:1-5).

En (vv.3-4) Pablo habla de la notable generosidad de las iglesias macedonias que dieron incluso más allá de sus fuerzas. Emplea tres términos clave respecto a la ofrenda: Gracia, que muestra que vieron la oportunidad de dar como un privilegio (cf. Hech. 20:35). Participar, que sugiere que ellos tomaron parte en algo más grande, en una verdadera acción “ecuménica” de generosidad. Ayuda, que refleja el hecho que contribuir fue entendido como un “ministerio” cristiano. Pablo testifica (v.5) que este acto sobresaliente de generosidad más que consistir en dinero fue de ellos mismos: Se dieron primeramente ellos mismos al Señor y a nosotros. Esto deja ver que habían admitido la autoridad que Dios había dado a Pablo y a sus colaboradores. Su respuesta a la súplica de los cristianos de Judea fue un reconocimiento de esa autoridad y una expresión de benevolencia para los que estaban en necesidad.

Para respaldar este llamado al amor en acción, Pablo cita el ejemplo del Señor Jesús. Debemos entender el concepto de pobreza que Pablo tenía en mente (v.9). La pobreza de Jesús no era económica. Se refiere a la pobreza autoimpuesta que entraña la encarnación. Las riquezas aquí referidas no deben entenderse en términos de prosperidad material. Es la salvación misma y los tesoros de la nueva era que la acompañan, que fueron conseguidos a un altísimo costo. Aquí (vv.13-14) Pablo cierra el paso a cualquier malentendido acerca de la ofrenda. Los corintios deben comprender que no están siendo sobrecargados para que otros vivan a sus expensas. Pablo argumenta a favor de la igualdad entre cristianos. De la relativa afluencia de los corintios debe proveerse para las necesidades de los judíos pobres. De la misma forma, si las situaciones cambiaran, los judíos les extenderían la mano.

Según (v.15) La reciprocidad en dar y recibir debe promover una igualdad. La experiencia del éxodo es un ejemplo (Éxo. 16:16-18). En la comunidad del desierto las necesidades de todos fueron satisfechas, nadie padeció necesidad y nadie tuvo exceso de provisiones. Entre las comunidades de creyentes también se debe asegurar que haya igualdad en la satisfacción de las necesidades. Para esto, los que tienen deben ayudar a los que menos tienen.








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Me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos - Jud 1:3 (RVR).

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