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26 jul 2014

La soberanía Divina

La soberanía Divina

Por: Dr. Félix Muñoz


"Todos los hombres de la tierra no son nada comparados con él. Él hace lo que quiere entre los ángeles del cielo y entre la gente de la tierra. Nadie puede detenerlo ni decirle: “¿Por qué haces estas cosas?” - Dn 4:35 (NTV)."

¿Cuál es el problema?

¿En quién o en qué ponen su confianza las personas en estos días? ¿En el dinero? ¿En su grupo social? ¿En ellas mismas? Algunos usan el ejercicio para mejorar su bienestar físico, mental y emocional, y tal vez llegar a agregar unos años a su vida. Algunos buscan prácticas espirituales, o trabajo, o un entorno más seguro. Este tipo de cosas tiene su lugar adecuado, pero ¿deberían ser la fuente o fuentes de confianza de los creyentes? Todos viven con una inseguridad básica que los lleva a buscar algo estable a lo cual aferrarse. Es obvio que hay fuerzas en este mundo más fuertes que el ser humano, algunas de las cuales no tienen ningún interés en el bienestar propio. Así que muchos se adhieren a algo que los ayude a atravesar los problemas que podrían cruzarse en su camino.

Si bien los creyentes deben prestar atención a su bienestar financiero, físico y social (entre otras cosas), deben acudir a Dios en última instancia para su seguridad. Hay quienes ridiculizan a los creyentes por buscar una “muleta” o una “frazada de seguridad”, pero todos buscan apoyo en un lugar u otro. La pregunta es: ¿Qué muleta o frazada de seguridad es verdadera y suficiente para las necesidades?  Los creyentes acuden a un Dios verdadero que ha prometido ser “el pronto auxilio en las tribulaciones”.

Debido a las diferentes personalidades y situaciones en la vida, se buscan diferentes cosas en Dios. ¿Qué quiere el ser humano en un Dios? ¿Qué necesita en un Dios? ¿Amor? ¿Justicia? ¿Misericordia? No importa lo que se pueda necesitar en un Dios, si ese Dios carece de una cosa en particular, las demás servirán de poco. Este es el poder de “lograrlo”, de ejercer su amor, justicia y misericordia, y de hacer todas las cosas que dice que hará sin una oposición suficientemente poderosa como para impedírselo. El creyente lo que necesita es reconocer que Dios es soberano; que es, “el Todopoderoso, el Poseedor de todo poder en el cielo y en la tierra, de forma que nadie pueda vencer sus consejos, frustrar su propósito o resistir su voluntad”. {1}

A menudo, cuando surge el tema de la soberanía de Dios entre cristianos, es en el contexto del debate de la soberanía y el libre albedrío o libre voluntad. El deseo es que el creyente vea la soberanía de Dios como un fundamento para la confianza en vez de simplemente un tema para el debate. La soberanía de Dios tiene una inmensa importancia práctica. Por un lado, lo convierte a Él en el objeto de adoración correcto. Él es el Dios todopoderoso y omnipotente, el creador y sustentador de todo lo que existe. No hay nadie más elevado, nadie más digno de adoración y honor. Por otro lado, que Dios sea soberano significa que el creyente puede confiar en Él, porque nada puede resistirlo. Puede confiar en Él para su salvación. Puede confiar en Él para llevarlo a través de tiempos de dificultad de forma que nada le toque que no esté de acuerdo con los deseos que Él tiene para su vida. Y puede confiar en Él para que cumpla con todas las promesas que ha hecho.

Características de la soberanía

¿Qué dice la Biblia acerca de Dios que nos lleva a creer que Él es soberano? Por una parte, Dios es llamado con nombres que transmiten el significado de soberanía. En el Antiguo Testamento, se lo llama Adonaí2 Samuel 7:22 dice: “¡Qué grande eres, Señor omnipotente! Nosotros mismos hemos aprendido que no hay nadie como tú, y que aparte de ti no hay Dios”. En el Nuevo Testamento, a Dios se le llama en el griego "despotes" de donde se obtiene la palabra “déspota”. Esta palabra denota al Señor como dueño y amo en las esferas de la familia y la vida pública. “El término suele ser usado en oposición a la palabra doulos, o “esclavo”. {2} En Apocalipsis 6:10, se lee que los muertos por su testimonio “Gritaban a gran voz: ‘¿Hasta cuándo, Soberano Señor, santo y veraz, seguirás sin juzgar a los habitantes de la tierra y sin vengar nuestra muerte?’”.

Otra cosa que se puede ver en las Escrituras es que Dios tiene características que exigen que se le atribuya soberanía a Él.

Primero, Dios ejerce una autoridad  legítima: Él tiene el derecho de hacer con la creación lo que desea, porque es su creación. Él está activo también en su creación, en contra de la comprensión deísta que dice que Dios creó el universo y luego lo dejó funcionar de acuerdo con las leyes naturales, con poca o ninguna intervención de su parte.

Segundo, Dios tiene el poder para hacer lo que Él quiere con su universo: “Ninguno de los pueblos de la tierra merece ser tomado en cuenta. Dios hace lo que quiere con los poderes celestiales y con los pueblos de la tierra. No hay quien se oponga a su poder ni quien le pida cuentas de sus actos” (Daniel 4:35).

Tercero, Dios tiene el conocimiento que se requiere para gobernar sobre todo: Él sabe lo que sucede y sabe exactamente lo que tiene que hacerse. Él conoce el pasado, el presente y el futuro perfectamente.

Cuarto, Dios tiene la voluntad para hacer lo que Él desea: Él hace lo que dice que hará (Isaías 46:9-10; 55:11).

Ejemplos bíblicos

Estos atributos se ven tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento, Dios mostró su soberanía en la experiencia de Moisés y los israelitas en el éxodo de Egipto. Mostró su autoridad cuando simplemente intervino y dijo a Moisés lo que haría por su pueblo y, más tarde, cuando pasó por encima de la determinación del faraón y mostró quién estaba al mando realmente. Demostró su poder al convertir la vara de Moisés en una serpiente, al hacer que la mano de Moisés tuviera lepra y luego curarla, al enviar las plagas a los egipcios, y luego al partir el mar ante los israelitas en fuga. “El Señor dice: ‘¡Ahora vas a saber que yo soy el Señor!’” (Éxodo 7:17). Dios tenía conocimiento perfecto de la difícil condición de los israelitas (3:7, 9), y sabía lo que haría con y por ellos (3:12, 19, 20, 22). Finalmente, fue fiel a sus promesas; su voluntad no fue frustrada.

Dios mostró su gobierno soberano en el Nuevo Testamento también en la experiencia de María. Mostró su autoridad sobre esta joven cuando simplemente irrumpió en su vida y le dijo lo que Él iba a hacer (Lucas 1:26). Dijo tener el poder de hacer lo que Él quería: “Nada hay imposible para Dios” (v. 37). Dios conocía a María (v. 30), y conocía lo que tenía en su futuro porque tenía planes para ella (vv. 31, 35). Y cumplió fielmente sus promesas, de acuerdo con su voluntad, tal como María sabía que lo haría (1:42; 2:6, 7; ver también su exclamación de alabanza en 1:49-55).
 Otro punto importante es que Dios no miente (Hebreos 6:18), eso demuestra que nada Le impide cumplir Su soberano prometido. 
Estas son solo unas de las numerosas ilustraciones de la autoridad soberana de Dios en las Escrituras. El creyente puede leer acerca de demostraciones similares en la vida de otras personas como Job (Job 38-41; 42:2), Nabucodonosor (Daniel 4:31, 32, 34, 35), José (Génesis 50:20) y Jesús (Hechos 2: 23, 24). Y esto es sólo una pequeña muestra.

Pero el gobierno soberano de Dios no finalizó con la escritura de la Biblia. El Dios que es el mismo ayer, hoy y para siempre sigue estando soberanamente activo en su creación. Dios es “solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores”, que pondrá fin a la historia, tal como se conoce, “a su tiempo” (1 Timoteo 6:15). Él determina los tiempos y las fronteras de las naciones (Hechos 17:26). Él no sólo creó todas las cosas, sino que la misma Biblia escribe que “todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1:17). Note el tiempo presente en Efesios 1:11, que dice que Dios es quien “hace todas las cosas según el designio de su voluntad”.

La soberanía y el libre albedrío

El problema de la tensión entre el control soberano de Dios y el libre albedrío humano es una cuestión perenne entre cristianos, ¡especialmente entre estudiantes de teología! Si bien este es un debate interesante (para algunos), oscurece fácilmente toda discusión sobre los beneficios de la soberanía de Dios. Se marcan las líneas de batalla y comienza el debate, con el resultado que la soberanía se convierte en un tema de discusión antes que un tema de consolación. No obstante, parece inadecuado ignorar el tema en una discusión sobre la soberanía. Así que sólo se ofrecen unos pocos comentarios, no para intentar disminuir la cuestión sino para traer a luz algunos pocos puntos para que se consideren.

Ya hay una comprensión básica de lo que es la soberanía. ¿Y el libre albedrío? Note que no se está hablando de la libertad que surge cuando el creyente es liberado del poder del pecado a través de la fe en Cristo. Según la Biblia, el ser humano es esclavo del amo que escoge seguir. Pero ser “esclavo” de Cristo es ser libre para ser y hacer aquello para lo que fue hecho para ser y hacer (Efesios 2:8-10).

Se habla aquí acerca de la libertad de la voluntadla capacidad de escoger o determinar las acciones propias sin coerción. Dado que las acciones del ser humano están tan fuertemente influenciadas por la crianza, creencias religiosas, y circunstancias de vida, etc., la situación nunca podrá ser de indeterminación completa. {3} Por lo tanto, el tema en cuestión no confronta la libertad completamente libre con el control de Dios. En realidad, se trata de la capacidad para hacer elecciones no obligadas y significativas ante las que se pueda ser hecho responsable: se trata de la soberanía de Dios y la responsabilidad humana.

Así como se lee que Dios está al control de la historia de su creación a lo largo de las Escrituras, también observamos que las personas hacen elecciones por las que son recompensadas o castigadas. Parece suficientemente claro en la Biblia que se puede hacer elecciones no obligadas. Jesús lamentó la condición de Jerusalén en su tiempo: “¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37). Los judíos son culpados por su elección, o su falta de elección. Hasta se ordena que se hagan elecciones: “Elijan ustedes mismos a quiénes van a servir”, ordenó Josué (Josué 24:15). Jesús dijo: “¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!” (Marcos 1:15), como si se pudiera elegir hacerlo. Abraham recibió lo que Dios prometió porque escogió obedecer a Dios (Génesis 22:15-18).

Pero, si el ser humano tiene la libertad de escoger, ¿cómo puede Dios ser verdaderamente soberano sobre el curso de la historia? ¡Qué enigma!

Un principio que debe permanecer absolutamente supremo es que la Biblia es la autoridad final, y no la razón. Esto no quiere decir que la posición escritural está en contra de la razón; simplemente es una afirmación de que la razón no logra comprender plenamente a Dios y sus caminos. El creyente tiene que conformarse con lo que Él dice; toda especulación más allá de eso es meramente... especulación (Deuteronomio 29:29).

¿Qué se lee en la Biblia? Se lee tanto que Dios está al control como que el ser humano puede ser hecho legítimamente responsables de las elecciones. ¡Y no hay que encontrar un versículo en apoyo de una postura y otro en apoyo de la otra! En Génesis 50:20, José dijo a sus hermanos, que lo habían vendido como esclavo: “Es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente”. Pedro reprendió a los judíos en Pentecostés: “Éste [Jesús] fue entregado según el determinado propósito y el previo conocimiento de Dios; y por medio de gente malvada, ustedes lo mataron, clavándolo en la cruz” (Hechos 2:23). Que los verdugos tenían al menos parte de la culpa está claro a partir del hecho de que Jesús pidió el perdón de ellos en la cruz (Lucas 23:34). En Isaías dice que fue Dios quien envió a los asirios para castigar a Judá, ¡pero luego los castigó a ellos por hacerlo con una actitud incorrecta (Isaías 10:5-15)!

Este problema surge típicamente en discusiones sobre la cuestión de la elección para la salvación. Jesús y los apóstoles hacían la oferta como si los oyentes (o lectores) pudieran aceptarla o rechazarla. Dios no juega juegos; el llamado al arrepentimiento y la salvación se volverían una farsa si la elección no tuviera nada que ver con él. Se dice “¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!" (Marcos 1:15). Pero también se dice que es Dios quien escoge (ver Juan 15:16; Romanos 9:14-22).

Esta dualidad también se ve en la vida de oración. Se enseña que todas las cosas ocurren de acuerdo con la voluntad de Dios, pero también que las oraciones hacen una diferencia. Pablo dijo que Dios “hace todas las cosas conforme al designio de su voluntad” (Efesios 1:11). Pero, a través de Ezequiel, Dios dijo: “Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese; y no lo hallé. Por tanto, derramé sobre ellos mi ira; con el ardor de mi ira los consumí; hice volver el camino de ellos sobre su propia cabeza, dice Jehová el Señor” (Ezequiel 22:30-31). Alguien podría decir que es Dios quien impulsa a orar, pero eso no disminuye el hecho de que se puede ser recriminado por no orar como si fuera la responsabilidad del creyente hacerlo (Santiago 4:2).

Las personas que pasan demasiado tiempo pensando en este tema tienden a inclinarse más hacia un lado que el otro. Sin embargo, es importante notar que no se pierde un ápice de tensión al enfatizar un aspecto por sobre el otro, sea la soberanía de Dios o la libre voluntad del hombre. Si se exagera la soberanía de Dios, se tiene la dificultad de entender el juicio de Dios contra los que no fueron elegidos. {4¿Cómo encaja esto con la enseñanza bíblica de que Dios no muestra favoritismos, o el mandato de amar a todas las personas, aun nuestros enemigos? Por otra parte, si se exagera en el libre albedrío del hombre, ¿cómo podrá un hombre ser salvo jamás? “Un arminianismo excesivamente estrecho”, “recae en el sinergismo (la unión del esfuerzo o la voluntad humanos con la gracia divina)”. Reduce el poder esclavizante del pecado, y da el poder de limitar a Dios. {5}

Debido a estas tensiones, “la tensión soberanía-responsabilidad no es un problema a ser resuelto; más bien, es un marco a ser explorado”. {6} En un asunto que se ha tenido que dejar a un costado personalmente sin ninguna esperanza real de una solución final. Algunos podrían considerar que esta es una postura cómoda, pero se puede conformar el creyente con considerar que esta es una de las “cosas secretas” que menciona Deuteronomio 29:29.

Sin embargo, eso no significa que la cuestión de la soberanía de Dios no sea importante. Tal como se ve, la pregunta importante es: ¿Cómo convivir con ambas verdades bíblicas a la vista: que Dios es soberano sobre todo y que el ser humano será responsabilizado por sus elecciones? “Obedecer y confiar en Jesús”  lo resume. Se ha dado la responsabilidad de obedecer a Dios. ¡La carga final de cumplir su voluntad no descansa en la persona propia sino en Dios mismo! En eso, se debe confiar en Él. Este es el punto crucial de la cuestión soberanía-responsabilidad. Si bien se tiene la capacidad y la responsabilidad de elegir, se puede tener confianza en que el plan de Dios será realizado, que sus promesas se cumplirán y que finalmente todo saldrá perfectamente.

La importancia de la soberanía en la vida personal

Conclusión: esta breve reseña con una mirada a algunas aplicaciones de la soberanía de Dios en la vida.

Primero, el hecho de que Dios sea soberano deja en claro quién debe ser el centro de nuestra adoración. Toda la gloria está dirigida a Él. A Jesús “sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén”, dijo Juan (Apocalipsis 1:6). “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza” (Apocalipsis 5:12), cantaban los ángeles. Cuando se adora individualmente y colectivamente, los ojos deben estar en el Dios soberano antes que en el ser humano. Si bien el creyente compartirá las glorias de Cristo (Romanos 8:17; 2 Tesalonicenses 2:14; 1 Pedro 5:1), Dios no entregará su gloria a otro (Isaías 42:8; 48:11). Él es quien debe recibir todo el crédito.

Que Dios sea soberano significa que los propósitos redentores de Dios no serán frustrados: Él edificará su iglesia (Mateo 16:18), y se puede saber que se es parte de ella. Nada puede separar al creyente de su amor (Romanos 8:38-39).

También significa que todo lo que Dios predijo se cumplirá seguramente: Él está obrando sus planes (Isaías 42:5-9), y nada podrá quitar lo que Dios tiene para el creyente. Nadie puede retener su mano (Daniel 4:35). Él cumple sus promesas y, dado que es fiel a su palabra, se puede confiar en que él las guardará (Isaías 55:11; 2 Timoteo 2:13; ver Apocalipsis 3:14; 21:5; 22:6).

Además de esto, dado que el Dios soberano es también un Dios de amor, se puede confiar en Él en el sentido más completo. El tremendo poder de Dios es algo temible para sus enemigos (Mateo10:28; Hebreos 10:31). Pero para quienes lo aman, la combinación de su soberanía y amor posibilita que verdaderamente que se pueda descansar, y que se viva sin temor. Esto es un marcado contraste con los dioses de otras religiones que tienen que ser aplacados constantemente para impedir su ira, o aun con los dioses de la sociedad secular, como el dinero, el poder, la salud y el prestigio, todos los cuales pueden desilusionar.

Finalmente, que Dios es soberano significa que Él terminará por vencer sobre el mal. Se dice que al final el gran enemigo, la muerte, será eliminado (1 Corintios 15:26, 54-55). “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos”, escribe Juan, “y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).

Anteriormente, se señaló que el tema de la soberanía de Dios se vuelve fácilmente un tema de discusión en vez de consuelo. Así como la doctrina de la perseverancia de los santos debería servir para traer consuelo a quienes a veces dudan de su capacidad de aferrarse a Dios, la doctrina de la soberanía debería servir de consuelo para quienes tienen temor, para alentar a lo que entienden claramente sus propias limitaciones, y para contrarrestar el pesimismo del tiempo presente. Si bien se está plenamente consciente de la futilidad del curso de este mundo, se debería seguir siendo personas optimistas, porque Dios ha prometido un futuro glorioso, y Él tiene el poder para hacer que ocurra.




Notas
___________________________
1. A.W. Pink, The Sovereignty of God (Grand Rapids: Baker, 1982), 19.
2. Colin Brown, ed., New International Dictionary of New Testament Theology (Grand Rapids: Zondervan, 1978), s.v. "Lord, Master," by H. Bietenhard.
3. Webster's New World College Dictionary,4th ed., s.v. "free will." Ver también Dagobert D. Runes, ed. Dictionary of Philosophy (New York: Philosophical Library, 1983), s.v. "Free-will," by Ledger Wood.
4. Mark M. Hanna, Crucial Questions in Apologetics (Grand Rapids: Baker, 1981), 60.
5. Hanna, 59.
6. D.A. Carson, Divine Sovereignty and Human Responsibility: Biblical Perspectives in Tension (Eugene, Ore.: Wipf and Stock Publishers, 1994), 2.

*www.vidayverdad.net. Material Tomado de diversas fuentes de información en conjunto del RPC (Razones Para Creer).



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