La soberanía Divina
Por: Dr. Félix
Muñoz
"Todos
los hombres de la tierra no son nada comparados con él. Él hace lo que quiere
entre los ángeles del cielo y entre la gente de la tierra. Nadie puede
detenerlo ni decirle: “¿Por qué haces estas cosas?” - Dn 4:35 (NTV)."
¿Cuál es el problema?
¿En quién o en qué ponen su confianza
las personas en estos días? ¿En el dinero? ¿En su grupo social? ¿En ellas
mismas? Algunos usan el ejercicio para mejorar su bienestar físico, mental y
emocional, y tal vez llegar a agregar unos años a su vida. Algunos buscan
prácticas espirituales, o trabajo, o un entorno más seguro. Este tipo de cosas
tiene su lugar adecuado, pero ¿deberían ser la fuente o fuentes de confianza
de los creyentes? Todos viven con una inseguridad básica que los lleva
a buscar algo estable a lo cual aferrarse. Es obvio que hay fuerzas en este
mundo más fuertes que el ser humano, algunas de las cuales no tienen ningún
interés en el bienestar propio. Así que muchos se adhieren a algo que los ayude
a atravesar los problemas que podrían cruzarse en su camino.
Si bien los creyentes deben prestar
atención a su bienestar financiero, físico y social (entre otras cosas),
deben acudir a Dios en última instancia para su seguridad. Hay quienes
ridiculizan a los creyentes por buscar una “muleta” o una “frazada
de seguridad”, pero todos buscan apoyo en un lugar u otro. La pregunta es: ¿Qué
muleta o frazada de seguridad es verdadera y suficiente para las necesidades?
Los creyentes acuden a un Dios verdadero que ha prometido ser “el
pronto auxilio en las tribulaciones”.
Debido a las diferentes
personalidades y situaciones en la vida, se buscan diferentes cosas en Dios. ¿Qué
quiere el ser humano en un Dios? ¿Qué necesita en un Dios? ¿Amor? ¿Justicia?
¿Misericordia? No importa lo que se pueda necesitar en un Dios, si ese
Dios carece de una cosa en particular, las demás servirán de poco. Este es el
poder de “lograrlo”, de ejercer su amor, justicia y misericordia, y de
hacer todas las cosas que dice que hará sin una oposición suficientemente
poderosa como para impedírselo. El creyente lo que necesita es reconocer que
Dios es soberano; que es, “el Todopoderoso, el Poseedor de todo poder
en el cielo y en la tierra, de forma que nadie pueda vencer sus consejos,
frustrar su propósito o resistir su voluntad”. {1}
A menudo, cuando surge el tema de la
soberanía de Dios entre cristianos, es en el contexto del debate de la
soberanía y el libre albedrío o libre voluntad. El deseo es que el creyente vea
la soberanía de Dios como un fundamento para la confianza en vez de simplemente
un tema para el debate. La soberanía de Dios tiene una inmensa importancia
práctica. Por un lado, lo convierte a Él en el objeto de adoración correcto. Él
es el Dios todopoderoso y omnipotente, el creador y sustentador de todo lo que
existe. No hay nadie más elevado, nadie más digno de adoración y honor. Por
otro lado, que Dios sea soberano significa que el creyente puede confiar en Él,
porque nada puede resistirlo. Puede confiar en Él para su salvación. Puede
confiar en Él para llevarlo a través de tiempos de dificultad de forma que nada
le toque que no esté de acuerdo con los deseos que Él tiene para su vida. Y puede
confiar en Él para que cumpla con todas las promesas que ha hecho.
Características de la soberanía
¿Qué dice la Biblia acerca de Dios
que nos lleva a creer que Él es soberano? Por una parte, Dios es llamado
con nombres que transmiten el significado de soberanía. En el Antiguo
Testamento, se lo llama Adonaí. 2 Samuel 7:22 dice: “¡Qué
grande eres, Señor omnipotente! Nosotros mismos hemos aprendido que no hay
nadie como tú, y que aparte de ti no hay Dios”. En el Nuevo
Testamento, a Dios se le llama en el griego "despotes" de
donde se obtiene la palabra “déspota”. Esta palabra denota al Señor como dueño
y amo en las esferas de la familia y la vida pública. “El término suele ser
usado en oposición a la palabra doulos, o “esclavo”. {2}
En Apocalipsis 6:10, se lee que los muertos por su testimonio “Gritaban
a gran voz: ‘¿Hasta cuándo, Soberano Señor, santo y veraz, seguirás sin juzgar
a los habitantes de la tierra y sin vengar nuestra muerte?’”.
Otra cosa que se puede ver en las
Escrituras es que Dios tiene características que exigen que se le atribuya
soberanía a Él.
Primero, Dios ejerce una autoridad
legítima: Él tiene el derecho de hacer con la creación lo que desea,
porque es su creación. Él está activo también en su creación, en contra de la
comprensión deísta que dice que Dios creó el universo y luego lo dejó funcionar
de acuerdo con las leyes naturales, con poca o ninguna intervención de su
parte.
Segundo, Dios tiene el poder para
hacer lo que Él quiere con su universo: “Ninguno de los pueblos de
la tierra merece ser tomado en cuenta. Dios hace lo que quiere con los poderes
celestiales y con los pueblos de la tierra. No hay quien se oponga a su poder
ni quien le pida cuentas de sus actos” (Daniel 4:35).
Tercero, Dios tiene el conocimiento que
se requiere para gobernar sobre todo: Él sabe lo que sucede y sabe
exactamente lo que tiene que hacerse. Él conoce el pasado, el presente y el
futuro perfectamente.
Cuarto, Dios tiene la voluntad para
hacer lo que Él desea: Él hace lo que dice que hará (Isaías
46:9-10; 55:11).
Ejemplos bíblicos
Estos atributos se ven tanto en el
Antiguo como en el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento, Dios mostró su
soberanía en la experiencia de Moisés y los israelitas en el éxodo de Egipto.
Mostró su autoridad cuando simplemente intervino y dijo a Moisés
lo que haría por su pueblo y, más tarde, cuando pasó por encima de la
determinación del faraón y mostró quién estaba al mando realmente. Demostró
su poder al convertir la vara de Moisés en una serpiente, al
hacer que la mano de Moisés tuviera lepra y luego curarla, al enviar las plagas
a los egipcios, y luego al partir el mar ante los israelitas en fuga. “El
Señor dice: ‘¡Ahora vas a saber que yo soy el Señor!’” (Éxodo 7:17). Dios
tenía conocimiento perfecto de la difícil condición de los
israelitas (3:7, 9), y sabía lo que haría con y por ellos (3:12, 19,
20, 22). Finalmente, fue fiel a sus promesas; su voluntad no fue
frustrada.
Dios mostró su gobierno soberano en
el Nuevo Testamento también en la experiencia de María. Mostró su autoridad sobre
esta joven cuando simplemente irrumpió en su vida y le dijo lo que Él iba a
hacer (Lucas 1:26). Dijo tener el poder de hacer lo que
Él quería: “Nada hay imposible para Dios” (v. 37). Dios conocía a
María (v. 30), y conocía lo que tenía en su futuro porque tenía planes
para ella (vv. 31, 35). Y cumplió fielmente sus promesas, de acuerdo con
su voluntad, tal como María sabía que lo haría (1:42; 2:6, 7; ver
también su exclamación de alabanza en 1:49-55).
Otro punto importante es que Dios
no miente (Hebreos 6:18), eso demuestra que nada Le impide
cumplir Su soberano prometido.
Estas son solo unas de las numerosas
ilustraciones de la autoridad soberana de Dios en las Escrituras. El creyente
puede leer acerca de demostraciones similares en la vida de otras personas como
Job (Job 38-41; 42:2), Nabucodonosor (Daniel 4:31, 32, 34, 35),
José (Génesis 50:20) y Jesús (Hechos 2: 23, 24). Y esto es sólo
una pequeña muestra.
Pero el gobierno soberano de Dios no
finalizó con la escritura de la Biblia. El Dios que es el mismo ayer,
hoy y para siempre sigue estando soberanamente activo en su creación.
Dios es “solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores”, que
pondrá fin a la historia, tal como se conoce, “a su tiempo” (1
Timoteo 6:15). Él determina los tiempos y las fronteras de las naciones (Hechos
17:26). Él no sólo creó todas las cosas, sino que la misma Biblia escribe
que “todas las cosas en él subsisten” (Colosenses 1:17).
Note el tiempo presente en Efesios 1:11, que dice que Dios es quien “hace
todas las cosas según el designio de su voluntad”.
La soberanía y el libre albedrío
El problema de la tensión entre el
control soberano de Dios y el libre albedrío humano es una cuestión perenne
entre cristianos, ¡especialmente entre estudiantes de teología! Si
bien este es un debate interesante (para algunos), oscurece
fácilmente toda discusión sobre los beneficios de la soberanía de Dios. Se
marcan las líneas de batalla y comienza el debate, con el resultado que la
soberanía se convierte en un tema de discusión antes que un tema de
consolación. No obstante, parece inadecuado ignorar el tema en una discusión
sobre la soberanía. Así que sólo se ofrecen unos pocos comentarios, no para
intentar disminuir la cuestión sino para traer a luz algunos pocos puntos para
que se consideren.
Ya hay una comprensión básica de lo
que es la soberanía. ¿Y el libre albedrío? Note
que no se está hablando de la libertad que surge cuando el creyente es liberado
del poder del pecado a través de la fe en Cristo. Según la Biblia, el ser
humano es esclavo del amo que escoge seguir. Pero ser “esclavo” de
Cristo es ser libre para ser y hacer aquello para lo que fue hecho para ser y
hacer (Efesios 2:8-10).
Se habla aquí acerca de la
libertad de la voluntad, la capacidad de escoger o determinar las
acciones propias sin coerción. Dado que las acciones del ser humano están
tan fuertemente influenciadas por la crianza, creencias religiosas, y
circunstancias de vida, etc., la situación nunca podrá ser de
indeterminación completa. {3} Por lo tanto, el tema en cuestión no
confronta la libertad completamente libre con el control de Dios. En realidad,
se trata de la capacidad para hacer elecciones no obligadas y significativas
ante las que se pueda ser hecho responsable: se trata de la soberanía
de Dios y la responsabilidad humana.
Así como se lee que Dios está al
control de la historia de su creación a lo largo de las Escrituras, también
observamos que las personas hacen elecciones por las que son recompensadas o
castigadas. Parece suficientemente claro en la Biblia que se puede hacer
elecciones no obligadas. Jesús lamentó la condición de Jerusalén en su tiempo: “¡Cuántas
veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de
las alas, y no quisiste!” (Mateo 23:37). Los judíos son
culpados por su elección, o su falta de elección. Hasta se ordena que se hagan
elecciones: “Elijan ustedes mismos a quiénes van a servir”, ordenó
Josué (Josué 24:15). Jesús dijo: “¡Arrepiéntanse y
crean las buenas nuevas!” (Marcos 1:15), como si se pudiera
elegir hacerlo. Abraham recibió lo que Dios prometió porque escogió obedecer a
Dios (Génesis 22:15-18).
Pero, si el ser humano tiene la
libertad de escoger, ¿cómo puede Dios ser verdaderamente soberano sobre
el curso de la historia? ¡Qué enigma!
Un principio que debe permanecer
absolutamente supremo es que la Biblia es la autoridad final, y no la
razón. Esto no quiere decir que la posición escritural está en contra de la
razón; simplemente es una afirmación de que la razón no logra comprender
plenamente a Dios y sus caminos. El creyente tiene que conformarse con lo que
Él dice; toda especulación más allá de eso es meramente... especulación (Deuteronomio
29:29).
¿Qué se lee en la Biblia? Se lee tanto que
Dios está al control como que el ser humano puede ser hecho legítimamente
responsables de las elecciones. ¡Y no hay que encontrar un versículo en apoyo
de una postura y otro en apoyo de la otra! En Génesis 50:20, José
dijo a sus hermanos, que lo habían vendido como esclavo: “Es verdad que
ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal en bien para lograr
lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente”. Pedro reprendió
a los judíos en Pentecostés: “Éste [Jesús] fue entregado según el
determinado propósito y el previo conocimiento de Dios; y por medio de gente
malvada, ustedes lo mataron, clavándolo en la cruz” (Hechos 2:23). Que
los verdugos tenían al menos parte de la culpa está claro a partir del hecho de
que Jesús pidió el perdón de ellos en la cruz (Lucas 23:34). En Isaías
dice que fue Dios quien envió a los asirios para castigar a Judá, ¡pero luego
los castigó a ellos por hacerlo con una actitud incorrecta (Isaías 10:5-15)!
Este problema surge típicamente en
discusiones sobre la cuestión de la elección para la salvación. Jesús y los
apóstoles hacían la oferta como si los oyentes (o lectores) pudieran aceptarla
o rechazarla. Dios no juega juegos; el llamado al arrepentimiento y la
salvación se volverían una farsa si la elección no tuviera nada que ver con él.
Se dice “¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!" (Marcos
1:15). Pero también se dice que es Dios quien escoge (ver Juan
15:16; Romanos 9:14-22).
Esta dualidad también se ve en la
vida de oración. Se enseña que todas las cosas ocurren de acuerdo con la
voluntad de Dios, pero también que las oraciones hacen una diferencia. Pablo
dijo que Dios “hace todas las cosas conforme al designio de su
voluntad” (Efesios 1:11). Pero, a través de Ezequiel, Dios
dijo: “Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y que se pusiese
en la brecha delante de mí, a favor de la tierra, para que yo no la destruyese;
y no lo hallé. Por tanto, derramé sobre ellos mi ira; con el ardor de mi ira
los consumí; hice volver el camino de ellos sobre su propia cabeza, dice Jehová
el Señor” (Ezequiel 22:30-31). Alguien podría decir que es Dios
quien impulsa a orar, pero eso no disminuye el hecho de que se puede ser
recriminado por no orar como si fuera la responsabilidad del creyente hacerlo (Santiago
4:2).
Las personas que pasan demasiado
tiempo pensando en este tema tienden a inclinarse más hacia un lado que el
otro. Sin embargo, es importante notar que no se pierde un ápice de tensión al
enfatizar un aspecto por sobre el otro, sea la soberanía de Dios o la libre
voluntad del hombre. Si se exagera la soberanía de Dios, se tiene la dificultad
de entender el juicio de Dios contra los que no fueron elegidos. {4} ¿Cómo
encaja esto con la enseñanza bíblica de que Dios no muestra favoritismos, o el
mandato de amar a todas las personas, aun nuestros enemigos? Por otra
parte, si se exagera en el libre albedrío del hombre, ¿cómo podrá un hombre
ser salvo jamás? “Un arminianismo excesivamente estrecho”, “recae en el
sinergismo (la unión del esfuerzo o la voluntad humanos con la gracia divina)”.
Reduce el poder esclavizante del pecado, y da el poder de limitar a Dios. {5}
Debido a estas tensiones, “la
tensión soberanía-responsabilidad no es un problema a ser resuelto; más bien,
es un marco a ser explorado”. {6} En un asunto que se ha tenido que
dejar a un costado personalmente sin ninguna esperanza real de una solución
final. Algunos podrían considerar que esta es una postura cómoda, pero se puede
conformar el creyente con considerar que esta es una de las “cosas
secretas” que menciona Deuteronomio 29:29.
Sin embargo, eso no significa que la
cuestión de la soberanía de Dios no sea importante. Tal como se ve, la pregunta
importante es: ¿Cómo convivir con ambas verdades bíblicas a la vista:
que Dios es soberano sobre todo y que el ser humano será responsabilizado por
sus elecciones? “Obedecer y confiar en Jesús” lo resume. Se ha
dado la responsabilidad de obedecer a Dios. ¡La carga final de cumplir
su voluntad no descansa en la persona propia sino en Dios mismo! En
eso, se debe confiar en Él. Este es el punto crucial de la cuestión
soberanía-responsabilidad. Si bien se tiene la capacidad y la responsabilidad
de elegir, se puede tener confianza en que el plan de Dios será realizado, que
sus promesas se cumplirán y que finalmente todo saldrá perfectamente.
La importancia de la soberanía en la
vida personal
Conclusión: esta breve
reseña con una mirada a algunas aplicaciones de la soberanía de Dios en la
vida.
Primero, el hecho de que Dios sea
soberano deja en claro quién debe ser el centro de nuestra adoración. Toda la gloria está
dirigida a Él. A Jesús “sea gloria e imperio por los siglos de los
siglos. Amén”, dijo Juan (Apocalipsis 1:6). “El Cordero que fue inmolado
es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra,
la gloria y la alabanza” (Apocalipsis 5:12), cantaban los ángeles.
Cuando se adora individualmente y colectivamente, los ojos deben estar en el
Dios soberano antes que en el ser humano. Si bien el creyente compartirá las
glorias de Cristo (Romanos 8:17; 2 Tesalonicenses 2:14; 1 Pedro 5:1),
Dios no entregará su gloria a otro (Isaías 42:8; 48:11). Él es quien
debe recibir todo el crédito.
Que Dios sea soberano significa que
los propósitos redentores de Dios no serán frustrados: Él
edificará su iglesia (Mateo 16:18), y se puede saber que se es
parte de ella. Nada puede separar al creyente de su amor (Romanos 8:38-39).
También significa que todo lo que
Dios predijo se cumplirá seguramente: Él está obrando sus planes (Isaías
42:5-9), y nada podrá quitar lo que Dios tiene para el creyente. Nadie
puede retener su mano (Daniel 4:35). Él cumple sus promesas y, dado que
es fiel a su palabra, se puede confiar en que él las guardará (Isaías 55:11;
2 Timoteo 2:13; ver Apocalipsis 3:14; 21:5; 22:6).
Además de esto, dado que el Dios
soberano es también un Dios de amor, se puede confiar en Él en el sentido más
completo. El tremendo poder de Dios es algo temible para sus enemigos (Mateo10:28;
Hebreos 10:31). Pero para quienes lo aman, la combinación de su soberanía y
amor posibilita que verdaderamente que se pueda descansar, y que se viva sin
temor. Esto es un marcado contraste con los dioses de otras religiones que
tienen que ser aplacados constantemente para impedir su ira, o aun con los
dioses de la sociedad secular, como el dinero, el poder, la salud y el prestigio,
todos los cuales pueden desilusionar.
Finalmente, que Dios es soberano
significa que Él terminará por vencer sobre el mal. Se dice que al final el
gran enemigo, la muerte, será eliminado (1 Corintios 15:26, 54-55). “Enjugará
Dios toda lágrima de los ojos de ellos”, escribe Juan, “y ya no habrá muerte,
ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis
21:4).
Anteriormente, se señaló que el tema
de la soberanía de Dios se vuelve fácilmente un tema de discusión en vez de
consuelo. Así como la doctrina de la perseverancia de los santos debería servir
para traer consuelo a quienes a veces dudan de su capacidad de aferrarse a
Dios, la doctrina de la soberanía debería servir de consuelo para quienes
tienen temor, para alentar a lo que entienden claramente sus propias
limitaciones, y para contrarrestar el pesimismo del tiempo presente. Si bien se
está plenamente consciente de la futilidad del curso de este mundo, se debería
seguir siendo personas optimistas, porque Dios ha prometido un futuro glorioso,
y Él tiene el poder para hacer que ocurra.
Notas
___________________________
1. A.W. Pink, The
Sovereignty of God (Grand Rapids: Baker, 1982), 19.
2. Colin Brown,
ed., New International Dictionary of New Testament Theology (Grand
Rapids: Zondervan, 1978), s.v. "Lord, Master," by H. Bietenhard.
3. Webster's New World
College Dictionary,4th ed., s.v. "free will." Ver también Dagobert D. Runes, ed. Dictionary of
Philosophy (New York: Philosophical Library, 1983), s.v. "Free-will,"
by Ledger Wood.
4. Mark M.
Hanna, Crucial Questions in Apologetics (Grand Rapids: Baker, 1981),
60.
5. Hanna, 59.
6. D.A.
Carson, Divine Sovereignty and Human Responsibility: Biblical Perspectives
in Tension (Eugene, Ore.: Wipf and Stock Publishers, 1994), 2.
*www.vidayverdad.net. Material Tomado de diversas fuentes
de información en conjunto del RPC (Razones Para Creer).
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