Dios el Hijo: Su muerte vicaria
*La Escritura
se revela la muerte de Cristo como un sacrificio por los pecados de todo el
mundo. De acuerdo a ello, Juan el Bautista presentó a Jesús con las palabras:
"He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo" (Jn. 1: 29).
Jesús, en su muerte, fue el sustituto muriendo en el lugar de todos los
hombres. Aunque "sustituto" no es específicamente un término
bíblico, la idea de que Cristo es el sustituto para los pecadores se afirma constantemente en las
Escrituras. Por medio de la muerte vicaria los juicios justos e
inconmensurables de Dios contra el pecador fueron llevados por Cristo. El
resultado de esta sustitución es en sí mismo tansimple y definitivo como la
misma transacción. El Salvador ya ha cargado con los judíos divinos contra
el pecador a total satisfacción de Dios. Para recibir la salvación que
Dios ofrece, se les pide a los hombres que crean estas buenas
nuevas, reconociendo que Cristo murió por sus pecados y por este medio
reclamar a Jesucristo como su Salvador personal.
La palabra
"sustitución" expresa sólo parcialmente todo lo que se llevó a cabo
en la muerte de Cristo. En realidad, no hay un término que pudiéramos
decir que incluye el todo de esa obra incomparable. El uso popular
ha tratado de introducir para este propósito la palabra expiación;
pero este vocablo no aparece ni una sola vez en el Nuevo Testamento, y, de acuerdo a su uso en el Antiguo
Testamento, significa solamente cubrir el pecado. Esto proveía una
base para un perdón temporal "a causa de haber pasado por alto, en su
paciencia, los pecados pasados" (Ro. 3:25). Aunque en los tiempos del
Antiguo Testamento se requería nada más que el sacrificio de un animal para el
remitir (literalmente "tolerar", "pasar por alto", Ro.
3:25) y el disimular (literalmente "pasar por alto" sin
castigo, Hch.
17:30) de los pecados, Dios estaba, no obstante, actuando
en perfecta justicia al hacer este requerimiento, puesto que Él miraba hacia la manifestación de su
Cordero, el cual vendría no solamente a pasar por alto o cubrir el pecado,
sino a quitarlo de una vez y para siempre (Jn. 1:29).
LO QUE IMPLICA LA MUERTE DEL HIJO
Al considerar el valor total de la muerte de Cristo deben
distinguirse los siguientes hechos:
1. La muerte de Cristo nos da seguriad del amor de Dios hacia el
pecador (Jn.
3:16; Ro. 5:8; 1 Jn. 3:16; 4:9); y en adición a esto hay,
naturalmente, una acción refleja o requerimiento moral que se proyecta, a
través de esta verdad tocante al amor divino, sobre la vida de los
redimidos (2 Co. 5:15;
1 P. 2:11-25); pero no debe
olvidarse que toda demanda referente a la conducta diaria no se
dirige nunca a los inconversos sino a los que ya son salvos en Cristo.
2. La muerte de Cristo es una redención o rescate pagado a las
demandas santas de Dios para el pecador y para liberar al pecador de la
justa condenación. Es significativo que la palabra discriminadora
"por" significa "en lugar de" o "en favor
de", y es usada en cada pasaje en el Nuevo Testamento donde
se menciona la muerte de Cristo como un rescate (Mt. 20:28; Mr. 10:45; 1 Ti. 2:6).
La muerte de Cristo fue un castigo necesario, el cual Él cargó por el
pecador (Ro.
4:25; 2 Co. 5:21; Gá. 1:4; He. 9:28). Al pagar el precio
de nuestro rescate Cristo nos redimió. En el Nuevo Testamento se usan tres
importantes palabras griegas para expresar esta idea:
a) agorazo, que quiere decir "comprar en un
mercado" (agora significa "mercado"). El hombre, en su
pecado, es considerado bajo la sentencia de muerte (Jn. 3:18-19; Ro. 6:23),
un esclavo "vendido bajo pecado" (Ro. 7:14), pero en el acto de la
redención es comprado por Cristo a través del derramamiento de su sangre (1 Co. 6:20; 7:23; 2 P. 2:1;
Ap. 5:9; 14:3-4);
b) exagorazo, que significa "comprar y sacar del
mercado de la venta", lo que agrega el pensamiento no sólo de la
compra, sino también de que nunca más estará expuesto a la venta (Gá. 3:13; 4:5; Ef. 5:16; Col. 4:5),
indicando que la redención es una vez y para siempre;
c) lutroo, "dejar libre" (Lc. 24:21; Tít. 2:14; 1 P. 1:18).
La misma idea se encuentra en el vocablo lutrosis (Lc. 2:38; He. 9:12),
y otra expresión similar, epoiesen lutrosin (Lc. 1:68), y otra
forma usada frecuentemente, apolutrosis, indicando que se libera a un
esclavo (Lc. 21:28;
Ro. 3:24; 8:23; 1 Co. 1:30; Ef. 1:7, 14; 4:30; Col. 1:14; He. 9:15; 11:35).
El concepto de la redención incluye la compra, el quitar de la venta, y
la completa libertad del rescate individual a través de la muerte de
Cristo y la aplicación de la redención por medio del Espíritu Santo.Así,
también, la muerte de Cristo fue una ofrenda por el pecado, no semejante a
las ofrendas de animales presentadas en tiempos del A.T., las cuales
podían solamente cubrir el pecado, en el sentido de dilatar el tiempo del
justo y merecido juicio contra el pecado. En su sacrificio Cristo llevó
sobre "su cuerpo en el madero" nuestros pecados, quitándolos de
una vez y para siempre (Is.
53:7-12; Jn. 1:29; 1 Cor. 5:7; Ef. 5:2; He. 9:22, 26; 10:14).
3. La muerte de Cristo está representada en su parte como un acto
de obediencia a la ley que los pecadores han quebrantado, cuyo hecho
constituye una propiciación o satisfacción de todas las justas demandas de Dios
sobre el pecador. La palabra griega hilasterion se usa para el
"propiciatorio" (He.
9:5), el cual era la tapa del arca en el lugar Santísimo,
y que cubría la ley en el arca. En el Día de la Expiación (Lv. 16:14) el
propiciatorio era rociado con sangre desde el altar y esto cambiaba el
lugar de juicio en un lugar de misericordia (He. 9:11-15). De
manera similar, el trono de Dios se convierte en un trono de gracia (He. 4:14-16) a
través de la propiciación de la muerte de Cristo.
Una palabra griega
similar, hilasmos, se refiere al acto de propiciación (1 Jn. 2:2; 4:10); el
significado es que Cristo, muriendo en la cruz, satisfizo completamente
todas las demandas justas de Dios en cuanto al juicio para el pecado de la
Humanidad. En Romanos
3:25-26 Dios declara, por tanto, que El perdona en su
justicia los pecados antes de la cruz, sobre la base de que Cristo moriría
y satisfaría completamente la ley de la justicia. En todo esto Dios no
está descrito como un Dios que se deleita en la venganza sobre el pecador,
sino más bien un Dios el cual a causa de su amor se deleita en
misericordia para el pecador. En la redención y propiciación, por lo
tanto, el creyente en Cristo está seguro de que el precio ha sido pagado
en su totalidad, que él ha sido puesto libre como pecador y que todas las
demandas justas de Dios para el juicio sobre él debido a sus pecados han
sido satisfechas.
4. La muerte de Cristo no sólo satisfizo a un Dios Santo, sino que
proveyó las bases por medio de las cuales el mundo fue reconciliado para
con Dios. La palabra griega katallasso, que significa
"reconciliar", tiene en sí el pensamiento de traer a Dios y
al hombre juntos por medio de un cambio cabal en el hombre.
Aparece frecuentemente en varias formas en el Nuevo Testamento (Ro. 5:10-11; 11:15; 1 Co. 7:11;
2 Co. 5:18-20; Ef. 2:16; Col. 1:20-21). El concepto en cuanto a
reconciliación no significa que Dios cambie, sino que su relación hacia el
hombre cambia debido a la obra redentora de Cristo. El hombre es
perdonado, justificado y resucitado espiritualmente al nivel donde es
reconciliado con Dios. El pensamiento no es que Dios sea reconciliado con
el pecador, esto es, ajustado a un estado pecaminoso, sino
más bien que el pecador es ajustado al carácter santo de Dios. La
reconciliación es para todo el mundo, puesto que Dios redimió al mundo y
es la propiciación para los pecados de todo el mundo (2 Co. 5:19; 2 P. 2:1; 1 Jn. 2:1-2).
Tan completa y de largo alcance es esta maravillosa provisión de Dios en
la redención, propiciación y reconciliación, que las Escrituras declaran que
Dios no está ahora imputando el pecado al mundo (2 Co. 5:18-19; Ef. 2:16; Col. 2:20).
5. La muerte de Cristo quitó todos los impedimentos morales en la
mente de Dios para salvar a los pecadores en los que el pecado ha sido
redimido por medio de la muerte de Cristo, Dios ha sido satisfecho y el
hombre ha sido reconciliado con Dios. No hay más obstáculo para Dios en
aceptar libremente y justificar a cualquiera que cree en Jesucristo como
su Salvador (Ro. 3:26).
A partir de la muerte de Cristo el infinito amor y poder de Dios se ven
libres de toda restricción para salvar, por haberse cumplido en ella todos
los juicios que la justicia Divina podría demandar contra el pecador. No
hay nadie en todo el universo que haya obtenido más beneficio que Dios
mismo en la muerte de su amado Hijo.
6. En su muerte, Cristo llegó a ser el Sustituto que sufrió la
pena o castigo que merecía el pecador (Lv. 16:21; Is. 53:6; Lc. 22:37; Mt. 20:28; Jn. 10:11;
Ro. 5:6-8; 1 P. 3:18). Esta verdad es el fundamento de
certidumbre para todo aquel que se acerque a Dios en busca de salvación.
Además, éste es un hecho que cada individuo debe creer concerniente a su
propia relación con Dios en lo que toca al problema del pecado. Creer en forma
general que Cristo murió por el mundo no es suficiente; se demanda en las
Escrituras una convicción personal de que el pecado de uno mismo fue el
que Cristo, nuestro Sustituto, llevó completamente en la cruz. Esta es la
fe que resulta en una sensación de descanso interior, en un gozo
inexplicable y gratitud profunda hacia El (Ro. 15:13; He. 9:14; 10:2). La
salvación es una obra poderosa de Dios, que se realiza instantáneamente en
aquel que cree en Cristo Jesús.
FALACIAS CONCERNIENTES A LA MUERTE DEL HIJO
La muerte de Cristo es a menudo mal interpretada. Cada cristiano
hará bien en entender completamente la falacia de las enseñanzas erróneas
que sobre este particular se están propagando extensamente en el día de
hoy:
1. Se afirma que la doctrina de la sustitución es inmoral porque,
según se dice, Dios no podía, actuando en estricta justicia, colocar sobre
una víctima inocente los pecados del culpable. Esta enseñanza podría
merecer más seria consideración si se pudiera probar que Cristo fue una
víctima involuntaria; pero, por el contrario, la Biblia revela que El
estaba en completa afinidad con la voluntad de su Padre y era impulsado
por el mismo infinito amor (Jn.
13:1; He. 10:7). De la misma manera, en el inescrutable
misterio de la Divinidad, era Dios quien "estaba en
Cristo reconciliando consigo al mundo" (2 Co. 5:19). Lejos
de ser la muerte de Cristo una imposición moral, era Dios mismo, el Juez
justo, quien en un acto de amor y sacrificio de sí mismo sufrió todo el
castigo que su propia santidad demandaba
para el pecador.
2. Se asegura que Cristo murió como un mártir y que el valor de su
muerte consiste en su ejemplo de valor y lealtad a sus convicciones.
Basta contestar a esta afirmación errónea que, siendo Cristo el
Cordero ofrecido en sacrificio por Dios, su vida no fue arrebatada por
hombre alguno, sino que Él la puso de sí mismo para volverla a tomar (Jn. 10:18; Hch. 2:23).
3. Se dice que Cristo murió para ejercer cierta influencia de
carácter moral. Es decir, que los hombres que contemplan el hecho
extraordinario del Calvario serán constreñidos a dejar su vida pecaminosa,
porque en la cruz se revela con singular intensidad lo que es el concepto
divino acerca del pecado. Esta teoría, que no tiene ningún fundamento en
las Escrituras, da por establecido que Dios está buscando actualmente la
reformación de los hombres, cuando en realidad la cruz es la
base para su regeneración.
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