El Espíritu Santo: Su Regeneración & Morada
[Tito 3:5] nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.
Dado que la vida cristiana de fe comienza con el nuevo nacimiento, la regeneración es una de las doctrinas fundamentales en relación a la salvación. Una definición exacta de esta obra del Espíritu y un entendimiento de su relación con toda la vida cristiana son importantes para un evangelismo efectivo tanto como para la madurez espiritual.
Definición de regeneración
En la Biblia la palabra «regeneración» se encuentra solamente dos veces. En Mateo 19:28 se usa en la renovación de la tierra en el reino milenial y no se aplica a la salvación cristiana. En Tito 3:5, sin embargo, se hace la declaración:
«No por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo». Sobre la base de este texto, la palabra «regeneración» ha sido elegida por los teólogos para expresar el concepto de nueva vida, nuevo nacimiento, resurrección espiritual, la nueva creación y, en general, una referencia de la nueva vida sobrenatural que los creyentes reciben como hijos de Dios. En la historia de la iglesia, el término no ha tenido siempre un uso exacto, pero entendido correctamente significa el origen de la vida eterna, el cual se introduce en el creyente en Cristo en el momento de su fe, el cambio instantáneo de un estado de muerte espiritual a la vida espiritual.
Regeneración por el Espíritu Santo
Por su naturaleza, la regeneración es una obra de Dios y los aspectos de su veracidad se declaran en muchos pasajes (Jn. 1:13; 3:3-7; 5:21; Ro. 6:13; 2 Co. 5:17; Ef. 2:5, 10; 4:24; Tit. 3:5; Stg. 1:18; 1 P. 2:9). De acuerdo a Juan 1:13, «no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios». En muchos pasajes se le compara a la resurrección espiritual (Jn. 5:21; Ro. 6:13; Ef. 2:5). También se le compara a la creación, por cuanto es un acto creativo de Dios (2 Co. 5:17; Ef. 2:10; 4:24).
Las tres Personas de la Trinidad están involucradas en la regeneración del creyente. El Padre está relacionado con la regeneración en Santiago 1:17-18. Al Señor Jesucristo se le revela frecuentemente involucrado en la regeneración (Jn. 5:21; 2 Co. 5:18; 1 Jn. 5:12). Parece, sin embargo, que, como en otras obras de Dios donde las tres personas están involucradas, el Espíritu Santo es específicamente el Regenerador, como se declara enJuan 3:3-7 y Tito 3:5. Puede observarse un paralelo en el nacimiento de Cristo, en el cual Dios fue su Padre, la vida del Hijo estaba en Cristo y aun así fue concebido del Espíritu Santo.
Vida eterna impartida por la regeneración
El concepto central de la regeneración es que un creyente el cual en un principio estaba muerto espiritualmente ahora ha recibido vida eterna. Para describir esto se usan tres figuras. Una es la idea de nacer de nuevo, o la figura de renacer. En la conversación de Cristo con Nicodemo Él dijo: «Os es necesario nacer de nuevo.» Aparece en contraste con el nacimiento humano en Juan 1:13. En una segunda figura, la de la resurrección espiritual, se declara a un creyente en Cristo como «vivo de entre los muertos» (Ro. 6:13). En Efesios 2:5 se declara que Dios, «aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo», literalmente «nos hizo vivos junto con Cristo». En la tercera figura, la de la nueva creación, el creyente es exhortado a «y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» (Ef. 4:24). En 2 Corintios 5:17 el pensamiento se hace claro: «De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.» Las tres figuras hablan de la nueva vida, la cual se recibe por fe en Cristo.
Dada la naturaleza del acto del nuevo nacimiento, la resurrección espiritual y la creación, está claro que la regeneración no es llevada a cabo por ninguna buena obra del hombre. No es un acto de la voluntad humana en sí misma, y no es producida por ninguna ordenanza de la iglesia tal como el bautismo por agua. Es enteramente un acto sobrenatural de Dios en respuesta a la fe del hombre.
De igual manera, la regeneración debe distinguirse de la experiencia que le sigue. La regeneración es instantánea y es inseparable de la salvación. Una persona salvada en forma genuina tendrá una experiencia espiritual subsiguiente, pero la experiencia es la evidencia de la regeneración, no la regeneración misma. En un sentido es posible decir que experimentamos el nuevo nacimiento, pero lo que queremos significar con esto es que experimentamos los resultados del nuevo nacimiento.
Los resultados de la regeneración
En muchos aspectos, la regeneración es el fundamento sobre el cual está edificada nuestra total salvación. Sin nueva vida en Cristo no hay posibilidad de recibir los otros aspectos de la salvación tales como la morada del Espíritu, la justificación, o todos los otros resultados ulteriores. Sin embargo, hay algunas características que son inmediatamente evidentes en el mismo hecho de la regeneración.
Cuando un creyente recibe a Cristo por la fe, es nacido de nuevo y en el acto del nuevo nacimiento recibe una nueva naturaleza. Esto es a lo que la Biblia hace referencia como al «nuevo hombre» (Ef. 4:24), del cual se nos exhorta a que «nos vistamos», en el sentido de que deberíamos aprovecharnos de su contribución a nuestra nueva personalidad. A causa de la nueva naturaleza, un creyente en Cristo puede experimentar a menudo un cambio drástico en su vida, en su actitud hacia Dios y en su capacidad de tener victoria sobre el pecado. La nueva naturaleza está modelada en conformidad con la naturaleza de Dios mismo y es algo diferente de la naturaleza humana de Adán antes de pecar, la cual era completamente humana, aunque sin pecado. La nueva naturaleza tiene cualidades divinas y anhela las cosas de Dios. Aunque en sí misma no tiene el poder de cumplir sus deseos aparte del Espíritu Santo, da una nueva dirección a la vida y una nueva aspiración para alcanzar la voluntad de Dios.
Mientras que la regeneración en sí misma no es una experiencia, la nueva vida recibida en la regeneración da al creyente nueva capacidad para la experiencia. Antes fue ciego, y ahora puede ver. Antes estaba muerto, ahora está vivo a las cosas espirituales. Antes era extraño de Dios y fuera de la comunión; ahora tiene una base para la comunión con Dios y puede recibir el ministerio del Espíritu Santo. En la proporción que el cristiano se entrega a sí mismo a Dios y obtiene la provisión de Dios, su experiencia será maravillosa, una demostración sobrenatural de lo que Dios puede hacer con una vida que está rendida a Él.
Otro aspecto importante de tener la vida eterna es que es el terreno para la seguridad eterna. Aunque algunos han enseñado que la vida eterna puede perderse y que una persona que ha sido una vez salva puede perderse si se aparta de la fe, la misma naturaleza de la vida eterna y del nuevo nacimiento impiden una vuelta atrás en esta obra de Dios. Es primeramente una obra de Dios, no de hombre, que no depende de ninguna dignidad humana. Si bien la fe es necesaria, no es considerada una buena obra la cual merece la salvación, sino más bien abre el canal a través del cual Dios puede obrar en la vida individual. Así como el nacimiento natural no puede ser invertido, de la misma manera el nacimiento espiritual tampoco puede serlo; una vez efectuado, asegura al creyente que Dios siempre será su Padre Celestial.
De igual manera, la resurrección no puede ser revocada, puesto que somos elevados a una nueva orden de seres por un acto de Dios.
El nuevo nacimiento como un acto de la creación es otra evidencia que una vez que se realiza continúa para siempre. El hombre no puede en sí mismo anular esta creación. La doctrina de la seguridad eterna, de acuerdo a esto, descansa sobre la pregunta de si la salvación es una obra de Dios o del hombre, si es enteramente por gracia o basada en los méritos humanos. Aunque el nuevo creyente en Cristo puede fallar en lo que él debería ser como un hijo de Dios, así como se da en el caso del parentesco humano, esto no altera el hecho de que él ha recibido una vida que es eterna. También es cierto que la vida eterna que tenemos ahora se expresa sólo parcialmente en la experiencia espiritual. Tendrá su gozo final en la presencia de Dios en los cielos.
Su Morada y Sellamiento
Una nueva característica de la edad presente
Aunque el Espíritu de Dios estaba con los hombres en el Antiguo Testamento y era la fuente de sus nuevas vidas y los significados de la victoria espiritual, no hay evidencia de que todos los creyentes en el Antiguo Testamento tenían al Espíritu morando en ellos.
Esto se explica por el silencio en el Antiguo Testamento sobre esta doctrina y por la enseñanza expresa de Jesucristo, cuando contrasta la situación del Antiguo Testamento con la edad presente en las palabras «porque mora con vosotros, y estará en vosotros» (Jn. 14:17). El creyente como morada del Espíritu es una característica de la edad presente que se repetirá en el reino milenial, pero que no se encuentra en otro período.
La morada universal del Espíritu Santo en los creyentes
Aunque los cristianos pueden variar grandemente en poder espiritual y en la manifestación de frutos del Espíritu, la Escritura enseña plenamente que cada cristiano tiene al Espíritu de Dios morando en él desde el día de Pentecostés. Algunas demoras temporales de esta experiencia que se ven en algunas ocasiones en (Hechos 8:14-17; 19:1-6) fueron circunstancias excepcionales, no normales, y debidas al carácter transitorio del libro de los Hechos. El hecho de su morada está mencionado en tantos pasajes en la Biblia que no debería ser cuestionado por nadie que reconozca la autoridad de la Escritura (Jn. 7:37-39; Hch. 11:17; Ro. 5:5; 8:9, 11; 1 Co. 2:12; 6:19-20; 12:13; (El último pasaje, 1ª Cor. 12.13 no habla sobre la morada del Espíritu en nuestra vida, sino la morada de nuestra vida en la Iglesia) 2 Co. 5:5; Gá. 3:2; 4:6; 1 Jn. 3:24; 4:13). Estos pasajes dejan en claro que antes del día de Pentecostés la dispensación del Antiguo Testamento, en la cual solamente algunos tenían ese privilegio, estaba en vigencia. Pero, después de Pentecostés la obra normal del Espíritu ha sido el morar en cada cristiano.
Romanos 8:9 sostiene la morada universal del Espíritu declarando que, en la era presente, «si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de El». De igual manera, en Judas 19 a los no creyentes se les describe como «no teniendo el Espíritu». Aun los cristianos que están viviendo fuera de la voluntad de Dios y están sujetos al castigo de Dios, sin embargo tienen cuerpos, los cuales son los templos del Espíritu Santo. Pablo usa este argumento en 1 Corintios 6:19 para exhortar a los corintios carnales a que eviten los pecados contra Dios, porque sus cuerpos son hechos santos por la presencia del Espíritu Santo.
Se declara repetidamente que el Espíritu Santo es un don de Dios, y un don, por su naturaleza, es algo sin mérito de parte del que lo recibe (Jn. 7:37-39 Hch. 11:17; Ro. 5:5; 1 Co. 2:12; 2 Co. 5:5). De igual manera, el alto nivel de vida que se requiere de los cristianos que quieren caminar con el Señor presupone la presencia interna del Espíritu Santo para proveer la capacitación divina necesaria. Así como los reyes y sacerdotes eran ungidos y puestos aparte para sus tareas sagradas, de igual forma el cristiano es ungido por el Espíritu Santo en el momento de la salvación, y por la presencia interna del Espíritu Santo es puesto aparte para su nueva vida en Cristo (2 Co. 1:21; 1 Jn. 2:20, 27). El ungimiento es universal, ocurre en el momento de la salvación, y doctrinalmente es lo mismo que el morar del Espíritu.
La enseñanza de que uno es ungido en forma subsiguiente a la salvación y que es una segunda obra de gracia, o que sólo es posible cuando se está lleno del Espíritu Santo, no es la enseñanza de la Escritura.
Problemas en la doctrina del morar del Espíritu
El hecho de que cada creyente es morada del Espíritu ha sido a veces desafiado sobre la base de pasajes problemáticos. De acuerdo a tres pasajes en el Antiguo Testamento y los evangelios (Sal. 51:11; Lc. 11:13), algunos han creído que uno que posea el Espíritu puede perderlo. La oración de David (Sal. 51:11) para que no le fuera quitado el Espíritu de Dios, como fue la experiencia de Saúl (16:14), está basada en la vigencia del Antiguo Testamento. Entonces no era normal que todos le tuvieran consigo morando, y, de acuerdo a ello, lo que les había sido dado en forma soberana, de la misma manera podría serle quitado.
Tres pasajes en los Hechos parecen también implicar un problema en la morada universal del Espíritu. En Hechos 5:32 se describe al Espíritu Santo como Uno «el cual ha dado Dios a los que le obedecen». Sin embargo, la obediencia, aquí, es la obediencia al Evangelio, puesto que la Escritura indica claramente que algunos quienes son parcialmente desobedientes aún poseen el Espíritu. La demora en administrar el Espíritu a aquellos quienes oyeron el evangelio a través de Felipe en Samaria fue ocasionada por la necesidad de conectar esta nueva obra del Espíritu con la de los apóstoles en Jerusalén. De acuerdo a esto, el dar el Espíritu fue demorado hasta que les impusieron las manos (Hch. 8:17), pero ésta no era la situación normal, como se ilustra en la conversión de Cornelio, quien recibió el Espíritu sin la imposición de manos. La situación en Hechos 19:1-6 parece referirse a aquellos quienes habían creído en Juan el Bautista, pero que nunca habían creído en Cristo. Ellos recibieron el Espíritu cuando Pablo impuso sus manos sobre ellos, pero otra vez ésta es más bien una situación anormal que normal y no se ha vuelto a repetir. El ungimiento en 1 Juan 2:20 (referido como «unción») y en 1 Juan 2:27, si se interpreta correctamente, se relaciona al acto inicial de morar, más que a una obra subsiguiente del Espíritu. En cada ocasión de ungimiento en el Nuevo Testamento, ya sea que se refiera al período antes o después de Pentecostés, el ungimiento del Espíritu es un acto inicial (Lc. 4:18; Hch. 4:27; 10:38; 2 Co. 1:21; 1 Jn. 2:20, 27). Así las dificultades en esta doctrina desaparecen con un estudio cuidadoso de los pasajes en los cuales se plantean los problemas.
El morar del Espíritu en contraste con otros ministerios
Dado que algunas obras del Espíritu acontecen simultáneamente en el creyente en el momento de su nuevo nacimiento, debe hacerse una cuidadosa distinción entre estas obras del Espíritu. Por consiguiente, el morar del Espíritu no es lo mismo que la regeneración del Espíritu, aunque acontecen al mismo tiempo. De igual manera, la regeneración y el morar del Espíritu Santo no son lo mismo que el bautismo del Espíritu, el cual será tratado próximamente. El morar del Espíritu no es lo mismo que la plenitud del Espíritu, puesto que todos los cristianos son morada del Espíritu pero no todos están llenos del Espíritu. Además, el morar del Espíritu sucede una vez y para siempre, mientras que la plenitud del Espíritu puede ocurrir muchas veces en la experiencia cristiana. El morar del Espíritu es, sin embargo, lo mismo que la unción del Espíritu y el sellamiento del Espíritu.
El hecho del morar del Espíritu o de su unción es un rasgo característico de esta era (Jn. 14:17; Ro. 7:6; 8:9; 1 Co. 6: 19-20; 2 Co. 1:21; 3:6; 1 Jn. 2:20, 27). Por medio del morar del Espíritu el individuo es santificado o apartado para Dios. En el Antiguo Testamento el aceite de la unción tipifica a la unción presente por medio del Espíritu, siendo el aceite uno de los siete símbolos del Espíritu.
1. Cualquier cosa tocada con el aceite de la unción era, por lo tanto, santificada (Ex. 40:9-15). De igual manera, el Espíritu ahora santifica (Ro. 15:16; 1 Co. 6:11; 2 Ts. 2:13; 1 P. 1:2).
2. El profeta era santificado con aceite (1 R. 9:16), de igual forma Cristo era un profeta por el Espíritu (Is. 61:1; Lc. 4:18), y el creyente es un testigo por el Espíritu (Hch. 1:8).
3. El sacerdote era santificado con aceite (Ex. 40:15), igualmente lo fue Cristo en su sacrificio por medio del Espíritu (He. 9:14), y el creyente por medio del Espíritu (Ro. 8:26:12:1; Ef. 5:18-20).
4. El rey era santificado con aceite (1 S.16:12-13), de la misma manera lo fue Cristo por medio del Espíritu (Sal. 45:7), y el creyente está llamado a reinar por medio del Espíritu.
5. El aceite de la unción era para sanidades (Lc. 10:34), sugiriendo la sanidad del alma en la salvación por el Espíritu.
6. El aceite hace que la cara brille, lo cual era el aceite del gozo (Sal. 45:7), y se requería el aceite fresco (Sal. 92:10). El fruto del Espíritu es gozo (Gá. 5:22).
7. En el mobiliario para el tabernáculo se especifica el aceite para las lámparas (Ex. 25:6). El aceite sugiere el Espíritu, el pabilo al creyente como un canal, y la luz el brillo visible de Cristo. El pabilo debe descansar en el aceite; así el creyente debe caminar en el Espíritu (Gá. 5:16). El pabilo debe estar libre de obstrucción: así el creyente no debe resistir el Espíritu (1 Ts. 5:19). El pabilo debe estar arreglado; así el creyente debe ser limpiado por la confesión del pecado (1 Jn. 1:9).
El aceite de la santa unción (Ex. 30:22-25) estaba compuesto por cuatro especias añadidas al aceite como base. Estas especias representan virtudes peculiares que se encuentran en Cristo. Así, este compuesto simboliza al Espíritu tomando la misma vida y carácter de Cristo y aplicándola al creyente. Este aceite en ninguna manera podía ser aplicado a la carne humana (Jn. 3:6; Gá. 5:17). No podía ser imitado, lo cual indica que Dios no puede aceptar nada sino la manifestación de la vida, la cual es Cristo (Fil. 1:21). Cada artículo del mobiliario en el tabernáculo debía de ser ungido y, por consiguiente, apartado para Dios, lo que sugiere que la dedicación del creyente debe ser completa (Ro. 12:1-2).
El sellamiento del Espíritu
El morar del Espíritu Santo se representa como el sello de Dios en tres pasajes en el Nuevo Testamento (2 Co. 1:22; Ef. 1:13; 4:30). En cada consideración importante el sellamiento del Espíritu es enteramente una obra de Dios. A los cristianos nunca se les exhorta a buscar el sellamiento del Espíritu, puesto que cada cristiano ya ha sido sellado. El sellamiento del Espíritu Santo, por lo tanto, es tan universal como la morada del Espíritu Santo y ocurre en el momento de la salvación.
Efesios 1:13 dice: «Habiendo creído en El, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa.» En otras palabras, el creer y el recibir ocurren al mismo tiempo. No es, por lo tanto, ni un trabajo subsiguiente de la gracia ni una recompensa por la espiritualidad. Los cristianos efesios fueron exhortados: «Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual estáis sellados para el día de la redención» (Ef. 4:30). Aun cuando ellos pecaran y contristaran al Espíritu, sin embargo estaban sellados para el día de la redención, esto es, hasta el día de la resurrección o transformación, cuando recibieran nuevos cuerpos y ya no pecaran más.
Como el morar del Espíritu, el sellamiento del Espíritu no es una experiencia, sino un hecho para ser aceptado por la fe. El sellamiento del Espíritu es una parte tremendamente significativa de la salvación del cristiano e indica su seguridad, y que es propiedad de Dios. En adición a lo anterior, es el símbolo de una transacción terminada. El cristiano está sellado hasta el día de la redención de su cuerpo y su presentación en gloria. Tomado como un todo, la doctrina de la presencia moradora del Espíritu Santo como nuestro sello trae gran seguridad y confortamiento al corazón de cada creyente que entienda esta gran verdad.
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