Salvación De La Pena Del Pecado
[Juan 3:17] Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
El significado de la salvación
La revelación divina en cuanto a la salvación debería ser dominada por cada hijo de Dios: 1) puesto que la salvación personal depende de ello, 2) es el mensaje que Dios ha comisionado al creyente a proclamar al mundo, y 3) descubre la completa medida del amor de Dios.
De acuerdo a su amplio significado como se usa en la Escritura, la palabra «salvación» representa la obra total de Dios por medio de la cual Él rescata al hombre de la ruina eterna y la sentencia del pecado y le confiere las riquezas de su gracia, incluyendo la vida eterna ahora y en la gloria eternal en los cielos. «La salvación es de Jehová» (Jon. 2:9). Por lo tanto, en cada aspecto es una obra de Dios en favor del hombre, y no es en ningún sentido una obra del hombre a favor de Dios.
Ciertos detalles de esta empresa divina han variado de edad en edad. Estamos seguros de que, comenzando con Adán y continuando con Cristo, aquellos individuos quienes ponen su confianza en Dios han sido renacidos espiritualmente y hechos herederos de la gloria en los cielos. De igual manera, la nación de Israel renacerá espiritualmente de una vez» en el tiempo de la venida del Señor (Is. 66:8).
También se dice que las multitudes tanto de judíos como de gentiles que vivan en la tierra durante el reino venidero conocerán al Señor desde el más pequeño hasta el más grande (Jer. 31:34). Sin embargo, la salvación ofrecida a los hombres en la edad presente no solamente está revelada más completamente en la Biblia en cuanto a sus detalles, sino que también excede grandemente cualquier otra obra salva-dora de Dios en las maravillas que lleva a cabo, puesto que la salvación que se ofrece en la edad presente incluye cada una de las fases de la obra de gracia de Dios tal como el morar, el sellar y el bautismo del Espíritu.
La salvación como el remedio de Dios para el pecado
Aun cuando se hacen ciertas distinciones en la doctrina bíblica del pecado, hay dos hechos universales que deben considerarse en primer lugar:
1. El pecado es siempre condenable, ya sea que lo cometa el salvaje o el civilizado, el no regenerado o el regenerado. Aunque puede haber diferentes grados de castigo para el pecador (Lc. 12:47-48), todo pecado es invariablemente «pecaminoso» en sí mismo, porque constituye una ofensa contra la santidad de Dios.
2. El único remedio para el pecado está en la sangre derramada del Hijo de Dios. Esto es tan cierto cuando se trata de los que por medio de sacrificios de animales anticiparon la muerte de Cristo en la cruz, como lo es de aquellos que por fe miran ahora retrospectivamente hacia el sacrificio del Cordero de Dios.
Si la pena del pecado puede ser remitida es porque hubo otro que en su carácter de sustituto satisfizo todas las demandas que la justicia divina tenía contra el pecador. En el antiguo orden, el pecador no era perdonado sino hasta que el sacerdote había presentado el sacrificio cruento para expiación, el cual anticipaba la muerte de Cristo en la cruz (Lv. 4:20, 26, 31, 35; 5:10, 13, 16, 18; 6:7; 19:22; Nm. 15:25-26, 28). Y después que el sacrificio del Hijo de Dios se ha consumado, prevalece la misma verdad tocante a que su sangre derramada en el Calvario es la base del perdón para todo pecador. Este es el testimonio de la Palabra de Dios: «En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia» (Col. 1:14; Ef. 1:7).
La muerte vicaria de Cristo es infinitamente perfecta en su eficacia redentora, y, por lo tanto, el pecador que confía en Él es no solamente perdonado, sino también justificado para siempre (Ro. 3:24). Dios nunca ha tratado el pecado con lenidad. Al pecador no se le impone ninguna carga por el perdón; pero si es perdonado se debe tan sólo a que el castigo divino por el pecado cayó con todo su rigor sobre el Cordero de Dios (1 P.2:24; 3:18).
El pecado antes de la cruz y después de la cruz
1. Se dice que el método divino de tratar con el pecado antes de La cruz fue la expiación. Según su uso bíblico, la palabra «expiación» significa sencillamente «cubrir». «La sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados» (He. 10:4). La sangre del sacrificio indicaba de parte del que lo ofrecía su reconocimiento de la justa pena de muerte impuesta sobre el pecador (Lv. 1:4); y de parte de Dios era una anticipación de la sangre eficaz que Cristo derramara en la cruz. Por el hecho de simbolizar la sangre derramada de Cristo, la sangre de la expiación servía para cubrir el pecado como en un pacto de promesa hasta el día cuando Cristo viniera a tratar en forma definitiva con el pecado del mundo.
Hay en el Nuevo Testamento dos pasajes que arrojan luz sobre el significado de la palabra antiguo testamentaria expiación.
a) En Romanos 3:25 la palabra «remisión» tiene el significado de «pasar por alto», y es en relación con este significado que se declara que Cristo demostró en su muerte que Dios había sido justo en pasar por alto los pecados cometidos antes de la cruz y por los cuales la sangre de los sacrificios se había vertido. Dios había prometido enviar al Cordero que sería capaz de quitar el pecado del mundo, y en base de esta gran promesa había perdonado el pecado antes de la cruz.
Por consiguiente, por medio de la muerte de Cristo quedó plenamente demostrado que Dios ha sido justo en todo lo que Él ha prometido.
b) En Hechos 17:30 se afirma que Dios «pasó par alto» los tiempos de esta ignorancia.
2. En Romanos 3:26 se declara cuál ha sido el método divino de tratar con el pecado después de la cruz. Cristo ha muerto. El valor de su sacrilegio no es ya un asunto de expectación que debe tomarse coma un pacto de promesa y simbolizarse par la sangre de las animales ofrecidos en el altar; la sangre de Cristo ha sida derramada, y ahora lo único que se demanda de toda persona, sin tomar en cuenta cual sea su grada de culpabilidad, es que crea en la que la gracia infinita ha consumado para salvación del pecador. El versículo que tenemos delante revela que los juicios que pesaban sobre cada pecador Cristo los llevó completamente en la cruz, a fin de que Dios pudiera permanecer justo, a sea inalterable en su santidad. Aparte de todo castigo, Él justificará al pecador que tan sólo crea en Jesús.
Como antes se ha dicho, la palabra expiación, la cual aparece sólo en el Antiguo Testamento, significa. «pasar sobre», «pasar par alto» y «cubrir» el pecado; pera cuando Cristo trató con el pecado en la cruz, Él no solamente lo pasó por alto o lo cubrió. De su sacrificio infinitamente eficaz se ha dicho: «He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jun. 1:29; Cal. 2:14; He. 10:4; 1 Jn. 3:5). «Quien llevó el mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero» (1 P.2:24). Cristo no contemporizó con el pecado, ni lo trató parcialmente en la cruz. El gran problema existente entre Dios y el hombre fue allí solucionado en tal forma que aun la santidad de Dios quedó plenamente satisfecha, y la única pregunta que aun permanece en pie es si el hombre está satisfecho con lo que satisface a Dios. Aceptar la obra que Cristo realizó en el Calvario por nosotros es creer en Él para salvación del alma.
Los tres tiempos de la salvación
1. El tiempo pasado de la salvación está revelado en ciertos pasajes los cuales, cuando hablan de la salvación, se refieren a ella siendo completamente en el pasado, o completada para el que ha creído (Lc. 7:50; 1 Co. 1:18; 2 Co. 2:15; Ef. 2:5, 8). Tan perfecta es esta obra divina que del salvado se dice que está salvado para siempre (Jn. 5:24; 10:28, 29; Ro. 8:1).
2. El tiempo presente de la salvación, el cual será el tema del próximo capítulo, tiene que ver con la salvación presente del poder del pecado (Ro. 6:14; 8:2; 2 Co. 3:18; Ga. 2:19-20; Fil. 1:19; 2:12-13; 2 Ts. 2:13).
3. El tiempo futuro de la salvación contempla que el creyente será aún salvo dentro de total conformidad con Cristo (Ro. 8:29; 13:11; 1 P.1:5; 1 Jn. 3:2). El hecho de que algunos aspectos de la salvación están aún por ser cumplidos para el que cree no implica que hay terreno de duda en cuanto a su cumplimiento final; pues en ninguna parte se enseña que ningún rasgo de la salvación depende sobre la fidelidad del hombre. Dios es fiel y, habiendo comenzado una buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo (Fil. 1:6).
La salvación como la obra terminada de Cristo
Cuando se contempla la obra de Dios para los hombres perdidos, es importante distinguir entre la obra acabada de Cristo por todos, la cual está completa en una perfección infinita, y la obra salvadora de Dios, la cual es aplicada para y en el individuo en el momento en que el cree en Cristo.
«Consumado es» es la última frase registrada de Cristo antes de su muerte (Jn. 19:30). Es evidente que Él no se estaba refiriendo a su propia vida, su servicio o su sufrimiento; sino más bien a una obra especial la cual su Padre le había dado para hacer, la cual ni aun había comenzado hasta que Él estuvo en la cruz y que fue completada cuando murió.
Esto era definidamente una obra para todo el mundo (Jn. 3:1ó; He. 2:9), y proveyó redención (1 Ti. 2:6), reconciliación (2 Co. 5:19) y propiciación (1 Jn. 2:2) para cada hombre.
El hecho de que Cristo haya muerto no salva a los hombres, pero provee una base suficiente sobre la cual Dios, en completa armonía con su santidad, es libre para salvar aún al peor de los pecadores. Estas son las buenas nuevas las cuales el cristiano está comisionado a proclamar a todo el mundo. La sangre del Unigénito y amado Hijo de Dios fue lo más precioso delante de sus ojos; sin embargo, fue el pago para el rescate del pecador. La ofensa del pecado había separado al pecador de Dios, pero Dios proveyó a su propio Cordero para quitar el pecado para siempre. Los santos juicios de Dios estaban contra el pecador a causa de su pecado; no obstante, Cristo fue la propiciación para el pecado de todo el mundo.
El hecho de que todo esto esté ya terminado constituye un mensaje el cual se pide al pecador que crea como el testimonio de Dios. Uno apenas puede creer que alguien que haya oído este mensaje no haya experimentado un sentido de alivio de que el problema del pecado ha sido solucionado de esta manera, y que haya respondido en un sentido de gratitud a Dios por esta bendición gratuita.
La salvación como obra salvadora de Dios
La obra salvadora de Dios, la cual se cumple en el momento en que uno cree, incluye varias fases de la obra de Dios en la gracia: redención, reconciliación, propiciación, perdón, regeneración, imputación, justificación, santificación, perfección, glorificación. Por medio de ella somos hechos capaces de ser participes de la herencia de los santos (Col. 1:12), hechos aceptos en el Amado (Ef. 1:6), hechos hijos de Dios (Jn. 1:12), hechos ciudadanos de los cielos (Fil. 3:20), hechos una nueva creación (2 Co. 5:17), hechos miembros de la familia de Dios (Ef. 2:19; 3:15), hechos justicia de Dios (2 Co. 5:21), hechos cercanos a Dios (Ef. 2:13) y hechos completos en Cristo (Col. 2:10). El hijo de Dios ha sido liberado del poder de las tinieblas y trasladado al reino del amado Hijo de Dios (Col. 1:13), y ahora posee toda bendición espiritual (Ef. 1:3).
Entre las maravillosas obras de Dios mencionadas recientemente, la culpa y la pena del pecado han sido quitadas; puesto que se dice del que es salvo que es perdonado de todas sus transgresiones y justificado para siempre. Dios no podría perdonar y justificar aparte de la cruz de Cristo, pero puesto que Cristo ha muerto, Dios es capaz de salvar hasta lo sumo a todos los que vienen a Él por medio de Cristo Jesús.
La salvación en relación al pecado del salvo
1. El perdón de los pecados se cumple para el pecador cuando él cree en Cristo y es una parte de su salvación. Muchas cosas que constituyen la salvación son forjadas por Dios en el momento que uno cree; pero el perdón nunca se recibe por parte del no salvo aparte de la obra completa de la gracia salvadora sobre la base de creer en Cristo como Salvador.
2. En el trato divino con tos pecados del cristiano, es sólo la cuestión del pecado lo que se tiene en vista, y el pecado del cristiano es perdonado, no sobre la base del creer para salvación, sino sobre la base de la confesión del pecado (1 Jn. 1:9).
El efecto del pecado del cristiano, entre otras cosas, es la perdida de la comunión con el Padre y con el Hijo y el contristar al Espíritu que mora en el. El hijo de Dios que ha pecado será restaurado a la comunión, gozo, bendición y poder cuando confiese su pecado.
Mientras que el efecto del pecado sobre el creyente es la perdida de bendición, la cual puede ser renovada por medio de la confesión, el efecto del pecado creyente sobre Dios es un asunto mucho más seno. Pero Si no fuera por el valor de la sangre de Cristo derramada y de la presente abogacía de Cristo en los cielos (Ro. 8:34; He. 9:24; 1 Jn. 3:1-2), el pecado separaría a los cristianos de Dios para siempre. Sin embargo, se nos asegura que la sangre es eficaz (1 Jn. 2:2) y la causa del Abogado es justa (1 Jn. 2:1).
El santo que peca no se pierde por su pecado, puesto que, aun cuando ha estado en el momento del pecado, el tiene un Abogado con el Padre. Esta verdad, la cual forma únicamente las bases en las cuales cualquier cristiano siempre ha sido mantenido salvo, lejos de animar a los cristianos a que pequen, Se presenta en la Escritura con el fin de que el cristiano «no peque» o «no permanezca en pecado» (1 Jn. 2:1). La gratitud al Salvador abogado por nosotros en los cielos debe encauzarnos a dudar seriamente antes de rendirnos a la tentación.
La salvación esta condicionada solamente por la fe
En unos 115 pasajes del Nuevo Testamento se declara que la salvación del pecador depende sólo de creer, y en aproximadamente 35 pasajes se dice que depende de la fe, lo cual es un sinónimo de creer. Creyendo, un individuo ejerce el deseo de confiar en Cristo. Es un acto del hombre en su totalidad, no solamente de su intelecto o su emoción. Mientras que el asentimiento intelectual no proviene de la fe real, y es meramente una motivación de las emociones, por lo tanto escasa en fe, el creer es un acto definido en el cual el individuo desea recibir a Cristo por la fe.
En todas partes la Escritura armoniza con esta abrumadora verdad. Sólo Dios puede salvar un alma, y Dios sólo puede salvar a través del sacrificio de su Hijo. El hombre no puede sostener ninguna otra relación para la salvación que creer en el mensaje de Dios hasta el grado de volverse de sus propias obras para depender solamente en la obra de Dios a través de Cristo. Creer es lo opuesto a hacer cualquier cosa; es, en lugar de ello, confiar en otro. Por lo tanto, se viola la Escritura y toda la doctrina de la gracia se confunde cuando la salvación se hace depender de cualquier otra cosa que no sea creer.
El mensaje divino no es «cree y ora», «cree y confiesa pecado», «cree y confiesa a Cristo», «cree y sé bautizado», «cree y arrepiéntete» o «cree y haz restitución». Estos seis puntos añadidos se mencionan en la Escritura, y allí tienen su total significado propuesto; pero si fueran tan esenciales para la salvación como creer, nunca hubieran sido omitidos de ningún pasaje donde se declara la manera para ser salvo (notar Jn. 1:12; 3:16, 36; 5:24; 6:29; 20:31; Hch. 16:31; Ro. 1:1ó; 3:22; 4:5, 24; 5:1; 10:4; Ga. 3:22). La salvación es sólo a través de Cristo y, por lo tanto, los hombres son salvos cuando le reciben como su Salvador
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