Vigilando
por Su esperada venida
Por: Dr. Félix
Muñoz
*LEER 1 Tesalonicenses
5:12-24.
Contextualmente
el cristianismo podría denominarse “fe de la espera”. En el NT descubrimos la
espera como núcleo de toda esperanza: la espera del nacimiento del Mesías, del
bautismo, de la entronización en Jerusalén, de la resurrección, del regreso de
Cristo, etc. Más adelante, todas las esperas se convirtieron en conmemoración;
es decir, en contemplar el pasado. Solo una de ellas inclinó la mirada ansiosa
de las y los cristianos hacia el futuro: la venida del Señor (parousia). En
Tesalónica, la venida del Señor se pensaba inminente, ¿de qué otra manera
podría consumarse el reino de Dios? El triunfo de Cristo era inmediato, así se
entendió y expresó en lenguaje apocalíptico o escatológico. Incluso, Pablo
esperaba presenciar el retorno de Cristo (1 Cor. 15:51; 1 Tes. 4:15-17), como algo presente en su vida.
En
los Evangelios encontramos preocupación y en parte decepción por algunos por su supuesto retraso en sus conceptos personales,
por ello se relativiza el tiempo de su llegada (Mat. 24:42-44; Luc. 12:39-41).
Algunas parábolas intentan consolar y procuran mantener la expectativa pese a
la tardanza (Mat. 25:1-13; Luc. 19:12; 20:9). En esta situación, la
espera vuelve a ser crucial en el camino de la fe, pero ahora como una espera
productiva. La fe en la venida del Señor no es estática. Está relacionada con
la justicia en la que los y las creyentes juegan un papel fundamental. Esto nos
permite ver el propio significado del término parousia, el cual se refiere en
lenguaje político-administrativo a la llegada de un alto dignatario del imperio
a una ciudad en visita oficial. Ante la parousia de cualquier autoridad, el
pueblo salía al encuentro y servía de escolta hasta donde se le agasajaba.
Pablo lo ilustra claramente: En el retorno de Cristo, quienes creen en él son
arrebatados junto con los mártires para recibirlo en el aire (1 Tes. 4:17), como a
las puertas de una ciudad, y luego celebrar con él su victoria en el mundo. Si
nuestro mundo es la “urbe” a la que el Señor regresa, entonces hay que
transformarlo en reino; allí está el espacio de realización de la iglesia (1 Tes. 5:11).
La
venida del Señor no puede dejar de ser el corazón del cristianismo, pero su
espera ha de ser productiva. Ese acontecimiento responsabiliza definitivamente
con el mejoramiento de la realidad que se vive. La celebración venidera no nos
aleja del mundo; por el contrario, nos compromete para hacer de él una ciudad
gloriosa.
Histórico
culturalmente, en el pensamiento Paulino, Cristo es el centro, pero se debe
aclarar que con esta afirmación el ser humano alcanza un lugar medular. La relación
entre Cristo y el ser humano (Señor y creyentes) es fundamental, por ello la reflexión
Paulina tiene una amplia dimensión antropológica. Pablo introduce el tema del
humano no redimido y del redimido en Cristo, del que sigue la ley y el que vive
en la fe, del que está bajo el dominio del pecado y las tinieblas o en la
libertad y la luz. El discurso Paulino presenta amplios trazos helenistas, pero
también ideas novedosas surgidas de la reflexión judeocristiana. La antropología
Paulina se libera de las especulaciones sobre la naturaleza, la constitución y
las propiedades del ser humano. No aborda el dualismo helenístico aunque
utiliza terminología semejante (1 Ts 5:23). El Apóstol prefiere argumentar
sobre la salvación que, para él, comprende al ser humano en su integridad.
Pablo
habla de espíritu (pneuma), alma (psuke), y cuerpo (soma); en ocasiones también
habla de la carne (sarx, Cf. Rom 1:3; 7:14; 8:13; 1 Cor 15:39; Gal 5:19-24),
pero no lo hace exactamente a la manera de los líderes de las religiones mistéricas
griegas o los teóricos gnósticos, para quieres el alma nunca logra redimirse junto
al cuerpo. En su dualismo ético, el Apóstol señala a la carne como corruptora
del espíritu, pero no acepta la inferioridad y maldad inherente de la carne.
Por su parte, el cuerpo no es la sede del pecado, por ello Pablo habla del
cuerpo glorificado (Cf. 1 Cor 15:44) como consumación de la liberación
definitiva. Otros conceptos completan la antropología Paulina: el corazón
(kardia), sede de las emociones y el pensamiento; la mente (nous), sede de la razón
y la voluntad, y la conciencia (suneudesis) que brinda el conocimiento sobre el
comportamiento humano. Para el Apóstol, el ser humano es una unidad integra que
alcanza se redención en Cristo en todas sus dimensiones.
La paz y
la vida en solidaridad y reciprocidad no anulan la observancia de ciertas
reglas comunitarias. Para Pablo, quienes dirigen y ofrecen enseñanza en la
iglesia tesalonicense merecen estima con amor, no por ellos sino por lo que
hacen; es decir, por la labor que desarrollan en la comunidad de seguidores y
seguidoras de Jesús. Esto debe ser norma para una vida pacífica y
enriquecedora. La vida en paz también supone una observancia cuidadosa de lo
que sucede en la realidad, es decir, estar atento a los acontecimientos que
afectan a la iglesia de una u otra manera. Pablo ofrece una metodología que
debe asegurar la armonía en el seno de la iglesia en Tesalónica. Esta
metodología comprende un sentido globalizante de la justicia, la misericordia,
la entereza y la equidad.
Espíritu
(pneuma) puede traducirse “el soplo de Dios”. Pablo deja claro que el soplo
divino que da testimonio de Cristo en medio de la tribulación, la presencia que
vivifica en el seno de la iglesia, no debe ser obstaculizado. Las acciones de
la comunidad de seguidoras y seguidores de Jesús entorpecen o posibilitan la
obra del Espíritu; por ello, el Apóstol llama a estar alerta. El carácter
contestatario y disidente de los profetas y profetisas provocó que muchas
comunidades cristianas asumieran una actitud negativa frente a la profecía. Por
lo general, la práctica de la profecía provocaba disturbios y controversias al
señalar deficiencias, corrupción e injusticias en la sociedad y en el seno de
la comunidad cristiana. No obstante, Pablo exhorta a asumir la profecía como un
ejercicio crítico que no debe despreciarse… tanto espíritu (pneuma), como alma
(psuce) y cuerpo (soma). Lejos de presentar una visión opuesta de los elementos
que constituyen al ser humano, como era común entre algunas religiones y
filosofías paganas, Pablo sugiere un todo armónico y relacionado. Todas las
dimensiones del ser humano deben ser destinadas a la santidad y todas conforman
a un mismo sujeto.
Exegéticamente, la primera sección trata de la
actitud en general de la iglesia para con sus líderes. Ningún título específico
se usa para ellos (más tarde palabras como ancianos, obispos y diáconos se
hicieron más comunes), y se describen en función de las cosas que hacían.
Estaban involucrados en lo que era trabajo duro (un término usado generalmente
por Pablo mismo y por los misioneros para el trabajo cristiano, pero también
por los líderes locales), presidían la congregación, una frase que puede
referirse a ejercer autoridad o mostrar interés y cuidado (especialmente si
eran personas más pudientes que daban de sus recursos a la congregación, cf. Romanos 16:1, 2), y advertían a las personas que necesitaban
dirección. De este modo ejercían autoridad en la iglesia; y era necesario a
aquellos sujetos a su autoridad que reconocieran la posición de los líderes y
les mostraran la debida estima unida con amor. Vivid en paz puede sugerir algún peligro de división entre los
líderes y otros creyentes.
Esto puede estar conectado con el próximo punto, la
necesidad de dirección espiritual para algunas personas en la iglesia. Es digno
de mención el hecho de que Pablo inste a la iglesia en general y no sólo a los
líderes a cuidar del resto de la congregación. Pablo puede haber tenido
especialmente en mente
un grupo en la iglesia que necesitaba dirección,
pero que se negaba a prestar atención. Estos eran creyentes desordenados (la palabra generalmente significa “desordenadamente”,
pero puede referirse específicamente a estar desocupado y en el contexto este significado
es más probable; ver 1 Tesalonicenses 4:11; 2 Tesalonicenses 3:6-13). Los de poco ánimo o “abatidos de corazón” pueden ser los tristes y
desalentados en el 1 Tesalonicenses 4:13—5:11. Los débiles pueden ser aquellos que fueron atacados por la opresión
y tentación y encuentran que era difícil resistir; ellos necesitaban personas
que se pondrán a su lado y los sostendrán. Los que dan tal ayuda necesitan
tener paciencia para tolerar a las personas y sus torpezas y aun su oposición a
ser ayudados.
Que existía en la iglesia un espíritu de represalia
se indica por el próximo mandato: no devolver mal por mal, sino mostrar siempre benevolencia aun cuando uno haya sido tratado con aspereza. Nótese
que esto no era exclusivo
del grupo de creyentes, sino que era para ser
manifestado para con todos también. Esta actitud iba más allá de la moralidad
de la época y era típicamente cristiana (Romanos 12:17,
19-21; 1 Pedro 3:9; cf. Mateo 5:38- 42, 43-48).
Una serie de recomendaciones breves e incisivas
indica la base del vivir cristiano. Son muy generales y podrían aplicarse a
cualquier grupo de creyentes. Los cristianos tienen buena base para el gozo
tanto en su experiencia de salvación como en su esperanza de lo que Dios hará
en el futuro, pero necesitan expresar ese gozo. Hay un justo y adecuado lugar
para la expresión de una emoción alegre. Los cristianos deben también orar;
aquí probablemente en el sentido de hacer peticiones a Dios, ya que el próximo
mandato tiene que ver con la necesidad de ser agradecido. Común a los tres
mandatos es el énfasis sobre el cumplimiento de ellos todo el tiempo y en todas
las circunstancias; esto no quiere decir, p. ej. Que uno ora
ininterrumpidamente, sino que uno ora regular y frecuentemente. Tal estilo de
vida es posible, Pablo agrega que es el propósito de Dios; él quiere que su
pueblo esté gozoso, fiel en la adoración y agradecido, y él lo posibilita para
que así sea.
Otra breve serie de declaraciones está relacionada
con el Espíritu y sus dones. Lo que aparece en detalle en 1 Corintios 12—14
está declarado aquí resumidamente. El Espíritu es poderoso y activo como fuego
en la congregación (cf. Romanos 12:11; 2 Timoteo 1:6 para la metáfora). Los
dones para el ministerio estaban siendo ejercitados, pero algunas personas estaban
tratando de suprimirlos (no sabemos exactamente cómo), pero es malo intentarlo.
En particular Pablo subrayó la necesidad de valorar las declaraciones de los
profetas. Posiblemente la iglesia había tenido una mala experiencia con ellos (cf. 1 Juan 4:1-3), y en lugar de ejercitar discernimiento entre las verdaderas
y falsas profecías, estaban limitando toda la actividad. La iglesia debería más
bien examinarlo todo, es decir, evaluar las declaraciones de los profetas
(1 Corintios 12:10; 14:29). Se debería retener lo bueno y rechazar cualquier cosa que fuera incorrecta en las
enseñanzas proféticas. (Los vv. 21, 22 se pueden entender de una manera más
general, pero tienen una aplicación más estrecha en este contexto.)
Finalmente, Pablo eleva una oración por sus lectores
(cf. 1 Tesalonicenses 3:11-13) y el mismo Dios está personalmente interesado por ellos. Él es la
fuente de las bendiciones espirituales, aquí resumidas como paz, y por lo tanto es correcto orar para que él capacite a los que son
llamados “santos” a llegar a ser cada vez más santos en todo su ser. Pablo está
pensando en un proceso continuo, y el resultado ideal será que en cualquier
momento que el Señor regrese encontrará a su pueblo completamente sin mancha en todo vuestro ser. Tanto espíritu, como alma y
cuerpo es una manera de decir “completamente”
en referencia a los tres aspectos del ser humano: la vida en relación con Dios,
la personalidad humana y el cuerpo a través del cual uno actúa y se expresa a
sí mismo. Aunque la vida cristiana demanda un esfuerzo
Humano, en el análisis final todo depende de Dios
mismo que es fiel. Los que
Confían en él están confiando en que él los preservará
hasta el fin, y tienen todas las razones para creer que él es digno de
confianza.
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