Enfrentando la Ignorancia
por: Eric Lyons, M.Min
Cerca al final de la vida de Moisés, cuando los hijos de Israel estaban próximos a entrar a la Tierra Prometida, Moisés les instruyó a enseñar a la generación más joven: “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Deuteronomio 6:6,7, énfasis añadido). En este pasaje, Moisés enfatizó la importancia de enseñar a los hijos continuamente las Palabras del Señor. ¿Por qué no hemos seguido el ejemplo que Moisés dejó para los israelitas? Si nosotros amaríamos al Señor con todo nuestro corazón, alma y fuerzas (Deuteronomio 6:4; Mateo 22:37), las prioridades dadas 3,500 años atrás no deberían haber cambiado.
En el Nuevo Testamento, Pablo instruyó a Timoteo a ocuparse “en la lectura, la exhortación y la enseñanza” (1 Timoteo 4:13). Pedro mandó a los cristianos a estar “siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15). La gente noble de Berea dio un ejemplo digno de seguir “escudriñando cada día las Escrituras” (Hechos 17:11). Sin embargo, parece que en tiempos recientes hemos fallado en enseñar a nuestros hijos, y la ignorancia ha llegado a ser una epidemia.
En su libro, The Gospel According to Generation X (El Evangelio Según la Generación X), David Lewis, Carley Dodd y Darryl Tippens revelaron los resultados de una encuesta que condujeron a comienzos de la década de 1990. Cuatro mil adolescentes de las iglesias de Cristo a través de los Estados Unidos fueron interrogados. Algunas de las estadísticas eran reconfortantes, sin embargo, las respuestas a algunas de las preguntas revelaron que hay mucho que la gente joven todavía necesita saber. Por ejemplo, el 45% de los encuestados indicó que no creían o no sabían si era posible que algún adulto fuera salvo sin ser bautizado (p. 17). Solamente el 20% de los 4,000 encuestados pensaba que el divorcio y segundas nupcias por cualquier razón, salvo por fornicación, causará que las partes implicadas se pierdan (p. 18). Solo el 19% de los encuestados pensaba que el uso de instrumentos musicales durante el servicio de la iglesia era pecaminoso (p. 18). Y finalmente, de los 4,000 jóvenes encuestados, el 81% indicó que aquellos que no han oído el evangelio todavía tienen una esperanza de salvación (p. 18).
¿Por qué nos sorprendemos cuando tanta gente joven nunca llega al bautismo, o no le da la consideración debida en la salvación (Marcos 16:16)? ¿Por qué nos sorprendemos cuando un adulto joven se casa, luego se divorcia y se vuelve a casar por razones distintas a la fornicación (Mateo 19:1-9)? ¿Por qué nos sorprendemos cuando la gente muestra poco interés en compartir las buenas nuevas de Jesús? Después de todo, solamente el 19% de jóvenes indicó que los que no han oído acerca de Jesús están perdidos (2 Tesalonicenses 1:8,9).
Los padres no pueden depender solamente en el instructor de la clase bíblica para enseñar a sus hijos todo lo que ellos necesitan saber acerca de la Biblia. Los jóvenes nunca tendrán un buen conocimiento de la Palabra de Dios si a ellos se les enseña la Biblia por unos pocos minutos las mañanas del domingo y los miércoles en la noche. Ellos necesitan oírla constantemente. Cuando usted ve monos en el zoológico, tome un tiempo para enseñar a sus hijos que ellos no evolucionaron de los animales. Cuando usted saca 25 centavos de su bolsillo, muéstreles la imagen del presidente y luego enseñe a sus hijos que ellos fueron creados a la imagen de Dios (Génesis 1:26,27). Cuando usted llega a cierto lugar donde hay agua, recuerde a sus hijos de la pregunta del etiope, “Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?” (Hechos 8:36).
La educación religiosa debería realizarse en las mañanas y en las noches, dentro y fuera, mientras que uno está sentado o caminando (Deuteronomio 6:6-9). Es tiempo de enfrentar la ignorancia directamente al poner atención diariamente a la Palabra de Dios.
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Fuente: http://espanol.apologeticspress.org
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