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El argumento dice algo como esto: (1) 1 Juan 4:8 indica que “Dios es amor”; (2) 1 Corintios 13:4 dice que “el amor no tiene celos” (CST); pero (3) Éxodo 20:5, juntamente con otros pasajes, revelan que Dios es un “Dios celoso”. El escéptico pregunta, “¿Cómo puede ser celoso Dios si varios versículos dicen que Dios es amor y 1 Co. dice que el amor no tiene celos?” (McKinsey, 1992). En otras palabras, si el amor no tiene celos, y Dios es amor, entonces lógicamente no se puede llamar celoso a Dios. O a la inversa, si el amor no tiene celos, y Dios es celoso, entonces Dios no puede ser considerado amoroso. ¿Correcto? ¿Son estos versículos contradictorios?
El término “celo” a menudo porta una connotación negativa en la sociedad moderna. Nos da lástima el hombre que tiene celos del éxito de su compañero de trabajo. Censuramos a las familias que reaccionan con un alto grado de celos a causa de la nueva fortuna de un vecino. Y nos perturba oír acerca de un esposo celoso que no confía en su esposa y cuestiona todo acto posible que ella haga, incluso hasta el punto de demandarle que nunca salga de la casa sin él. Añada a estos sentimientos de celos lo que varios pasajes del Nuevo Testamento dicen sobre el tema y puede entender por qué algunos cuestionan el hecho que Dios sea descrito algunas veces como “celoso”. El apóstol Pablo indicó que los celos son evidencia de una mente carnal (1 Corintios 3:3). Santiago también escribió de la pecaminosidad de los celos, diciendo que donde hay celo, “allí hay perturbación y toda obra perversa” (3:16; cf. Hechos 7:9). Un escritor religioso describió este celo como “un resentimiento infantil de codicia desvergonzada, lo cual se expresa en la envidia, malicia y acciones malas” (Packer, 1973, p. 189). Parece que muy a menudo el Nuevo Testamento y el “código moral” de nuestra sociedad moderna hacen referencia a los “celos” en un sentido negativo.
No obstante, se puede hablar de los celos en un sentido bueno. La palabra “celo” se traduce en el Antiguo Testamento de la palabra hebrea qin’ah, y en el Nuevo Testamento de la palabra griega zelos. La idea básica de estas palabras es “calentura” o “calor” (Forrester, 1996). La palabra hebrea para celo expresa la idea de la “rojez del rostro que acompaña a la emoción fuerte” (Feinberg, 1942, p. 429)—sea buena o mala. Dependiendo del uso de la palabra, puede hacer referencia a la pasión buena o mala. Tres veces en 1 Corintios, Pablo usó esta palabra en un sentido bueno para animar a sus hermanos a “procurar (zeeloúte)” los dones espirituales (12:31; 14:1,39). Obviamente él no estaba mandando a los cristianos a pecar, sino a hacer algo que era bueno y meritorio. Luego, cuando escribió a la iglesia en Corinto, el apóstol Pablo fue incluso más directo al mostrar que había algo como el “celo divino”. Él declaró:
Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo. Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo. Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis (2 Corintios 11:2-4, énfasis añadido).
El deseo ardiente de Pablo era que la iglesia en Corinto permaneciera en el amor de Dios. Ya que era amigo del esposo (Cristo), Pablo usó una de las expresiones más fuertes para animar a la “esposa” (la iglesia) de Cristo en Corinto a ser pura y fiel.
En una manera similar, Jehová expresó Su amor por Israel en el Antiguo Testamento al proclamar ser un “Dios celoso” (Éxodo 20:5; Deuteronomio 4:24). Él no tenía envidia de los logros o posesiones de Israel, sino estaba expresando Su amor fuerte por ellos con un lenguaje antropomórfico. Las Escrituras describen un matrimonio espiritual entre Jehová y Su pueblo. Tristemente, durante el periodo del reino dividido, Israel y Judá fueron culpables de “hacer el rol de una ramera” (Jeremías 3:6-10). Dios llamó la práctica idolátrica de Israel “adulterio”, y por esta razón le “había despedido y dado carta de repudio” (3:8). Esto no es la “furia lunática de un pretendiente rechazado o suplantado”, sino el “celo de proteger una relación de amor” (Packer, p. 189).
Jehová sintió hacia Israel lo “que el esposo más afectivo pudiera sentir hacia su esposa, ytuvo celo de su fidelidad, ya que quería su felicidad constante” (Clarke, 1996, énfasis añadido). Cantares de Salomón 8:6 es prueba adicional que el amor y el celo no siempre son opuestos. A su amado, la sulamita dijo: “Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo; porque fuerte es como la muerte el amor; duros como el Seol los celos; sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama” (énfasis añadido). En este pasaje, el amor y el celo paralelamente expresan el mismo significado básico (vea Tanner, 1997, p. 158)—ese amor marital (aparte del amor a Dios) es “la fuerza más fuerte, más inflexible e invencible de la experiencia humana” (NIV Study Bible, 1985, p. 1012). En este sentido, ser un esposo o esposa celosa es algo bueno. Como un comentarista anotó, las personas casadas “que no sienten celo por la intrusión de un amante o un adúltero en su hogar con seguridad carecen de percepción moral, ya que la exclusividad del matrimonio es la esencia del matrimonio” (Tasker, 1967, p. 106).
Ciertamente, el amor tiene un lado celoso. En un sentido alguien puede tener celos por algo que le corresponde por derecho (vea Números 25). Esto es muy cierto en la relación del matrimonio. Israel fue el pueblo escogido por Dios (Deuteronomio 7:6). Él había comenzado a apartarlos como una nación especial al bendecir a su “padre” Abraham (Génesis 12:1et.seq; 17:1-27). Él bendijo a los israelitas con mucho crecimiento numérico mientras vivían en Egipto (Éxodo 1:7,12,19; Deuteronomio 26:5; cf. Génesis 15:5; 46:3). Él les liberó de la esclavitud egipcia (Éxodo 3-12). Y, entre otras cosas, les dio la revelación escrita la cual, si la obedecían, les acercaría más a Jehová e incluso les haría físicamente superiores a las otras naciones, siendo librados de muchas enfermedades (vea Éxodo 15:26). Como un ave que cuida sus huevos y sus polluelos, evitando que otras aves entren al nido, Dios cuidó de los israelitas con celo “correcto”, sin estar dispuesto a tolerar la presencia de dioses falsos en medio de Su pueblo (vea Éxodo 20:3-6; Josué 24:14-16,19-20). Este “celo divino” (cf. 2 Corinitos 11:2) no era lo que Pablo tenía en mente en 1 Corintios 13:4.
REFERENCIAS
Clarke, Adam (1996), Adam Clarke’s Commentary (Electronic Database: Biblesoft).
Feinberg, Charles Lee (1942), “Exegetical Studies in Zechariah: Part 10”, Bibliotheca Sacra, 99:428-439, octubre.
Forrester, E.J. (1996), “Jealousy”, International Standard Bible Encyclopaedia (Electronic Database Biblesoft).
McKinsey, C. Dennis (1992), [En-línea], URL:http://members.aol.com/chas1222/bepart56.html.
NIV Study Bible (1985), (Grand Rapids, MI: Zondervan).
Packer, J.I. (1973), Knowing God (London: Hodder and Stoughton).
Tanner, J. Paul (1997), “The Message of the Song of Songs”, Bibliotheca Sacra, 154: 142-161, abril.
Tasker, R.V.G. (1967), The Epistle of James (London: Tyndale Press).
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