La Única profecía segura
Por Dr. Félix Muñoz
“Tenemos también la
palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una
antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero
de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que
ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque
nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres
de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo – 2 Pedro 1:19-21
(RVR)”.
Y tenemos como
más segura la palabra profética. Los profetas del AT habían predicho la
venida de Cristo en poder y en gran gloria. Los acontecimientos del monte de la
Transfiguración confirmaron estas profecías. Lo que los apóstoles vieron no
echó a un lado las profecías del AT, ni las hizo más ciertas, sino que sencillamente
añadió confirmación a las predicciones. Los apóstoles recibieron un atisbo
anticipado de la gloria del futuro reino de Cristo.
La traducción
que hace F. W. Grant del resto del versículo 19 es de utilidad. «… a la que
hacéis bien en prestar atención (como a una lámpara que brilla en un lugar
oscuro, hasta que el día amanezca y se levante la estrella de la mañana) en
vuestros corazones». Observemos cómo usa Grant el paréntesis. Según su traducción,
deberíamos vincular el prestar atención con en vuestros corazones.
En otras palabras, deberíamos estar atentos en nuestros corazones. En
Reina-Valera y muchas otras versiones, se traduce hasta que despunte
el día y el lucero de la mañana alboree en vuestros corazones, y esto
presenta dificultades prácticas de interpretación.
La palabra
profética es la lámpara que alumbra. El lugar lóbrego u oscuro
es el mundo. El amanecer del día señala el final de esta presente Edad
de la Iglesia (Ro. 13:12). El alborear del lucero de la mañana representa
la venida de Cristo a por Sus santos. De modo que el sentido de este pasaje es
que deberíamos mantener siempre ante nosotros la palabra profética,
atesorándola en nuestros corazones, porque nos servirá de lámpara
en este mundo tenebroso hasta que termine esta era y aparezca Cristo en las
nubes para llevarse al cielo a Su pueblo que le espera.
En los últimos
dos versículos del capítulo, Pedro destaca que las Escrituras proféticas se
originaron con Dios y no con el hombre: fueron inspiradas por Dios. Ninguna
profecía de la Escritura procede de interpretación (u, origen,
margen) privada. Esta declaración ha suscitado una gran variedad de
interpretaciones. Algunas son absurdas, ¡como la postura de que la
interpretación de la Biblia es derecho exclusivo de la iglesia y que nadie debería
estudiarla individualmente! Otras explicaciones pueden ser expresiones de
verdades, pero no dan el significado de este pasaje. Por ejemplo, es cierto que
ningún versículo debería ser interpretado aislado de su contexto, sino a la luz
del mismo y de todo el resto de la Escritura.
Pero Pedro está
aquí refiriéndose al origen de la palabra profética, y no a la manera en
que los hombres la interpretan después que haya sido dada. El argumento es que
cuando los profetas se sentaban para escribir, no daban su interpretación
privada de los acontecimientos ni sus propias conclusiones. En otras
palabras, aquí interpretación no se refiere a la explicación de la
palabra por parte de los que tienen la Biblia en forma escrita; más bien se
refiere a la manera en la que la Palabra vino a ser en primer lugar. D.
T. Young escribe:
De modo que el
texto, rectamente entendido… declara que la Escritura no es humana en su origen
último. Es la interpretación de Dios, no la del hombre. A menudo oímos que ciertas
declaraciones de la Escritura representan las opiniones de David, o de Pablo, o
de Pedro. Pero, hablando de manera estricta, no tenemos la opinión del hombre
en estos Escritos Sagrados. En todos ellos tenemos la interpretación de Dios
acerca de todo. Ninguna profecía de la Escritura es representativa de una
interpretación individual: los hombres hablaron movidos por el Espíritu Santo.
De modo que la
traducción que da la NKJV en el margen, origen, es bastante precisa, y, creemos,
superior en este contexto.
Esto confirma la
explicación que se acaba de dar en el v. 20. Porque nunca la profecía fue
traída por voluntad humana. Como alguien ha dicho, «lo que escribieron
no fue una elaboración de sus propias ideas, ni resultado de la imaginación,
perspicacia o especulación humana». La realidad es que santos
hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo. De alguna
manera que no podemos comprender con claridad, Dios dirigió a estos hombres
en cuanto a las mismas palabras que debían escribir, y sin embargo no destruyó
la individualidad ni el estilo de los escritores. Aquí tenemos uno de los
versículos clave de la Biblia acerca de la inspiración divina.
En un tiempo en
el que muchos están negando la autoridad de las Escrituras, es
importante que nos mantengamos firmes acerca de la inspiración verbal
y plenaria de la palabra inerrante. Por inspiración verbal
queremos decir que las palabras tal como fueron originalmente escritas
por los cuarenta o más escritores humanos fueron exhaladas por Dios (véase 1
Co. 2:13). Dios no dio un marco general o algunas ideas básicas para dejar
luego que los escritores las redactasen como mejor les pareciese. Las
palabras mismas que escribieron les fueron dadas por el Espíritu
Santo.
Por inspiración plenaria
queremos decir que toda la Biblia es igualmente dada por Dios, desde
Génesis hasta Apocalipsis (véase 2 Ti. 3:16). Por inerrante, que la
palabra de Dios que resulta está totalmente exenta de error en el original,
no sólo en doctrina, sino también en historia, ciencia, cronología, y todas las
demás áreas.
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