¿Qué es el Corán?
La base para la doctrina islámica se encuentra en el Corán. El autor cristiano Kenneth Boa escribe el puesto central del Corán en la fe islámica así como las obras que lo suplementan. El Corán es la escritura autoritativa del Islam. Con una extensión de alrededor de cuatro quintas partes de la del Nuevo Testamento, se divide en 114 suras (capítulos).
Partes del Corán fueron [registradas] por Mahoma, y el resto, en base de sus enseñanzas orales, fueron escritas de memoria por sus discípulos tras la muerte de su maestro. A lo largo de los años, se recopilaron varios dichos adicionales de Mahoma y de sus primeros discípulos. Estos constituyen la Hadith («Tradición»), los dichos de la cual se llaman sunna («costumbre»). La Hadith suplementa el Corán de una manera muy semejante a cómo el Talmud suplementa a la Ley en el judaísmo (Kenneth Boa, Cults, World Religions, and You,Wheaton, IL.: Victor Books, 1977, pág. 52).
En el Islam el Corán es considerado como la palabra de Dios, las sagradas escrituras. Como escritura suprema y autoritativa, es la principal guía para todas las cuestiones de fe y conducta. Los musulmanes creen que el Corán fue revelado a Mahoma como la palabra final de Dios para la humanidad. Otras revelaciones incluyen la Torá (de Moisés), el Suhuf (libros de los profetas), el Zabur (los salmos de David), y el Injil (el evangelio de Jesús). El Corán sobresee todas las otras revelaciones y los musulmanes alegan que es la única de la que seguimos teniendo el texto original.
Creen que todas las otras han quedado corrompidas, hasta quedar prácticamente irreconocibles. El Islam, por ejemplo, no consideraría que nuestro Nuevo Testamento sea el Injil (evangelio de Jesús). No es el libro dado a Jesús, sino las palabras de otros acerca de Jesús. El Islam sostiene que Sus palabras originales han quedado corrompidas y que muchas han quedado perdidas. Se cree que sólo el Corán es puro y sin error. Mahoma y el Corán son lo que el Islam debe seguir.
Sin embargo, un punto que desafortunadamente omiten la mayoría de los autores acerca de esta cuestión es que mientras que el Corán afirma de manera directa que el Taurat, Zabur e Injil fueron revelados por el mismo Alá (Sura 35:27-31; 4:163, 164; 5:44; 32:24; 46:11, 12; 2:87), declara también que las revelaciones de Dios son incorruptibles y no susceptibles de cambios por parte de nadie (Sura 6:115). Así, no sólo es lógicamente insostenible la acusación de un evangelio corrompido desde una perspectiva musulmana, sino que constituye una negación del poder de Alá insinuar que Él no pueda mantener pura Su palabra, como Él dice que lo hará.
Comenta el autor cristiano Stephen Neill:
Es bien sabido que en muchos puntos el Corán no concuerda con las Escrituras judías y cristianas. Por ello, desde el punto de vista musulmán sigue necesariamente que estas Escrituras han debido ser corrompidas. La evidencia histórica no deja ninguna señal sobre la aplastante fuerza del silogismo. Así es, y no puede ser de ninguna otra manera. La única imagen válida de Jesucristo es la que se encuentra en las páginas del Corán (Stephen Neill, Christian Faith and Other Faiths, Londres: Oxford University Press, 1970, pág. 64).
Las 114 suras, o capítulos del Corán, son todas ellas atribuidas en último término a Alá. Las suras están dispuestas en el Corán por orden de tamaño —las más largas delante, las más cortas atrás. Para los musulmanes, el Corán (q.v.) es la Palabra de Dios, confirmando y consumando libros revelados anteriores y con ello reemplazándolos; su instrumento o agente de revelación es el Profeta Mahoma, el último y más perfecto de una serie de mensajeros de Dios a la humanidad —desde Adán a través de Abraham a Moisés y Jesús, de quien se rechazan enérgicamente las alegaciones cristianas de su divinidad. Lo cierto es que no hay pueblo alguno a quien no haya venido un profeta. Aunque Mahoma es sólo una criatura humana de Dios, tiene sin embargo una importancia sin parangón en el mismo Corán, que le pone sólo segundo después de Dios como merecedor de obediencia moral y legal.
Por ello, sus dichos y actos (la sunna) sirvieron como una segunda base, además del Corán, para las creencias y prácticas del Islam. El Corán (que para el musulmán es el milagro de Mahoma por excelencia, insuperable en forma así como en contenido) es un poderoso documento que expresa un élan de justicia religiosa y social. Los capítulos (suras) más antiguos del Corán, que reflejan el duro debate de Mahoma contra los mecanos, se caracterizan por graves advertencias del inminente juicio, mientras que las suras más tardías, del período de Medina, tienen mayormente el propósito de regular los asuntos internos y externos de la joven comunidad—estado musulmana, además de narrar las historias de los primeros profetas. La teología coránica es rigurosamente monoteísta: Dios es absolutamente singular —«no tiene semejante»— omnipotente, omnisciente, misericordioso.
Se exhorta a los hombres a obedecer su voluntad (esto es, a ser musulmanes) como la obedecen necesariamente todos los objetos inorgánicos. Se atribuye una especial responsabilidad al hombre, que voluntariamente, aunque con su característica insensata soberbia, aceptó «el impulso» rehusado por toda la creación. Además de seres humanos y ángeles, el Corán habla de los jinn, buenos y malos, entre los cuales se sitúa a veces al diablo (Encyclopedia Britannica, pág. 663).
En tiempos modernos, el Corán ha tenido que hacer frente a muchas de las mismas críticas que se le han hecho a la Biblia. Una cuestión primordial es la inspiración del Corán. Algunos eruditos islámicos progresistas no concuerdan unánimemente acerca de cómo llegó a formarse el Corán o acerca de cuánto es verdad, aunque los académicos islámicos conservadores lo aceptan todo como literalmente cierto.
Comenta John Alden Williams:
Así, el Corán es para los musulmanes la Palabra de Dios. Aunque ha habido fieras controversias entre ellos acerca del sentido en el que es verdadero —si es la Palabra creada o increada, si es cierto ello de cada letra arábiga o sólo del mensaje como un todo, su veracidad nunca ha sido cuestionada por ellos (John Alden Williams, Islam, New York: George Braziller, 1962, pág. 15).
El Corán fue revelado y escrito en lengua árabe. Debido a esto, y debido a su creencia de que fue revelado por Dios, los musulmanes rehúsan aprobar las traducciones del Corán a otras lenguas. Así, no existe ninguna traducción autorizada del Corán. Quienquiera que esté familiarizado con la lectura de traducciones de cualquier obra sentirá comprensión hacia esta demanda. Sin embargo, por muy rico que sea la lengua árabe, las tradiciones dan con todo unos significados relevantes y precisos que han de ser evaluados. El Corán adquirió forma escrita poco después de la muerte de Mahoma.
Todos los suras del Corán habían quedado registrados por escrito antes de la muerte del Profeta, y muchos musulmanes habían memorizado todo el Corán. Pero los suras escritos habían quedado dispersados entre la gente, y cuando un gran número de los que conocían todo el Corán de memoria fueron muertos en una batalla que tuvo lugar durante el califato de Abu Bakr —es decir, en los dos años siguientes a la muerte del Profeta— se hizo una recopilación de todo el Corán y se registró por escrito.
Durante el califato de Otoman se reclamaron todas las copias de las suras existentes, y se recopiló una versión autoritativa, basada en la colección de Abu Bakr y en el testimonio de los que conocían todo el Corán de memoria, fue recopilado de manera exacta en la forma y orden actuales, que se consideran como tradicionales y como disposición del mismo Profeta, siendo que el Califa Otoman y sus ayudantes eran Compañeros del Profeta y los más devotos estudiosos de la Revelación. El Corán ha sido por tanto muy cuidadosamente preservado (Mohammed Marmaduke Pickthall, trad: The Meaning of the Glorious Koran, New York: Mentor Books, n.d., pág. XXVIII). Acerca del origen del Corán, comenta Guillaume:
Por los libros de tradición sabemos que el profeta estaba sujeto a ataques extáticos. Se afirma que él decía que cuando le sobrevenía la inspiración, sentía como un doloroso toque de campana. Incluso en invierno se le llenaba la frente de sudor. En una ocasión llamó a su mujer para que le envolviese en un velo. En otros tiempos le venían las visiones durante el sueño. El éxtasis religioso es un fenómeno de extensión mundial en una etapa de la sociedad humana, y en sus etapas tempranas los versos de Mahoma eran dados en la forma semítica de pronunciamientos oraculares mánticos.
El velamiento de la cabeza y el uso de prosa rimada eran las marcas de un adivino árabe, mientras que la sensación de violencia física y de compulsión y la apariencia externa de «posesión» que parecía para los observadores indicar locura y posesión demoníaca, fueron a veces registrados por, u observados en, los profetas hebreos. El Corán, tal como lo tenemos ahora, es un registro de lo que dijo Mahoma mientras estaba en el estado o en los estados que se acaban de mencionar. Es indudable que sus oyentes reconocieron los síntomas de revelación, pues si no su obiter dicta que pretende registrar la literatura de la tradición hubiesen quedado incluidos en el Corán (Guillaume, Islam, pág. 56).
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