La letra mata:
Un analisis textual detallado
"Porque la letra mata, mas el Espíritu vivifica - 2 Cor 3:6 (RVR)."
Muchos usan el término "La letra mata" para referirse a la educación como algo que no es de utilidad, y luego dan su toque final diciendo "el Espíritu vivifica" dando a entender que si concen algo es por que el Espíritu Santo se los habló y no hace falta educación alguna, pero, ¿será correcto el enfoque utilizado por ellos? Para ver si el punto de vista de tales personas es correcto es necesario hacer su respectivo analisis a los versos expuestos de forma contextualmente ordenada.
Favor leer "2 Corintios 3:1-18" para luego entrar en el estudio
2 Corintios 1:1 identifica al autor de la carta de 2 Corintios como el apóstol Pablo, posiblemente junto con Timoteo. La carta de 2 Corintios muy probablemente fue escrito entre el 55-57 d.C.
La iglesia de Corinto se inició en el año 52 d.C., cuando Pablo los visitó en su segundo viaje misionero. Fue entonces cuando él permaneció ahí por un año y medio, la primera vez que se le permitió quedarse en un lugar tanto como él lo deseara. Un registro de esta visita y el establecimiento de la iglesia, se encuentra en Hechos 18:1-18.
En su segunda carta a los corintios, Pablo expresa su alivio y gozo de que los corintios hubieran recibido su “severa” carta (ahora perdida) de manera positiva. Esa carta se refería a asuntos que estaban dividiendo a la iglesia; primeramente la llegada de los auto-nombrados (falsos) apóstoles (2 Corintios 11:13), quienes estaban insultando el carácter de Pablo, sembrando discordia entre los creyentes, y enseñando falsa doctrina. Ellos parecían estar cuestionando su veracidad (2 Corintios 1:15-17), su habilidad para hablar (2 Corintios 10:10; 11:6), y su indisposición para aceptar la ayuda económica de la iglesia en Corinto (2 Corintios 11:7-9; 12:13). También había algunas personas que no se habían arrepentido de su comportamiento licencioso (2 Corintios 12:20-21).
Pablo estaba muy contento de saber por Tito, que la mayoría de los corintios se habían arrepentido de su rebelión contra Pablo (2 Corintios 2:12-13; 7:5-9). El apóstol los anima por esto expresándoles su genuino amor por ellos (2 Corintios 7:3-16). Pablo también buscó reivindicar su apostolado, porque algunos en la iglesia probablemente habían cuestionado su autoridad (2 Corintios 13:3). Positivamente, Pablo supo que los corintios habían recibido bien su “severa” carta. El apóstol los anima por esto en una expresión de su genuino amor por ellos (2 Corintios 7:3-16). Pablo también buscó reivindicar su apostolado, porque algunos en la iglesia probablemente habían cuestionado su autoridad (2 Corintios 13:3).
Después de saludar a los creyentes en la iglesia de Corinto y explicarles por qué no los había visitado como originalmente lo había planeado (vv.1:3-2:2), Pablo explica la naturaleza de su ministerio. El triunfo a través de Cristo y la sinceridad a los ojos de Dios, eran los distintivos de su ministerio a las iglesias (2:14-17). Él compara el glorioso ministerio de la justificación de Cristo con el “ministerio de condenación” el cual es la Ley. (v. 3:9), y declara su fe en la validez de su ministerio a pesar de la intensa persecución (4:8-18). El capítulo 5 bosqueja las bases de la fe cristiana – la nueva naturaleza (v.17) y el intercambio de nuestro pecado por la justificación de Cristo (v.21).
En los capítulos 6 y 7 encontramos a Pablo defendiéndose a sí mismo y a su ministerio, asegurándoles nuevamente a los corintios su sincero amor por ellos y exhortándoles a arrepentirse y a vivir santamente. En los capítulos 8 y 9, Pablo exhorta a los creyentes en Corinto a seguir el ejemplo de los hermanos en Macedonia y extender su generosidad a los santos en necesidad. Él les enseña los principios y recompensas del ofrendar con un corazón alegre.
Pablo termina su carta reiterando su autoridad entre ellos (capítulo 10) y su preocupación por su fidelidad a él ante la feroz oposición de los falsos apóstoles. Él se llama “necio” a sí mismo por haber tenido que gloriarse de mala gana de sus credenciales y su sufrimiento por Cristo (capítulo 11). Termina su epístola describiendo la visión celestial que se le permitió experimentar, y el “aguijón en la carne” que le fue dado por Dios para asegurar su humildad (capítulo 12). El último capítulo contiene su exhortación a los corintios a examinarse ellos mismos para ver si su profesión es real, y termina con una bendición de amor y paz.
Esta carta es la más Biográfica y menos doctrinal de las epístolas de Pablo. Nos dice más acerca de Pablo como persona y como ministro, que cualquiera de las otras. Dicho esto, hay unas pocas cosas que podemos tomar de esta carta y aplicarlas a nuestras vidas en la actualidad. La primer cosa es la mayordomía, no solo de dinero, sino también del tiempo. Los macedonios no solo dieron generosamente, “sino que a sí mismos se dieron primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios.” (2 Corintios 8:5). De la misma manera, nosotros debemos dedicar no solo todo lo que tenemos al Señor, sino todo lo que somos.
En realidad, Él no necesita nuestro dinero. ¡Él es omnipotente! Él quiere el corazón, uno que anhele servir y complacer y amar. La mayordomía y el ofrendar a Dios es más que solo dinero. Sí, Dios quiere que diezmemos parte de nuestros ingresos, y Él promete bendecirnos cuando le damos a Él. Pero es más que eso. Dios quiere el 100%. Él quiere que nos demos por completo a Él. Todo lo que somos. Debemos pasar nuestra vida viviendo para servir a nuestro Padre. Debemos no solo darle a Dios algo de nuestro salario, sino que nuestras mismas vidas deben ser un reflejo de Él. Debemos darnos a nosotros mismos primeramente al Señor, y luego a la iglesia y a la obra del ministerio de Jesucristo.
En realidad, Él no necesita nuestro dinero. ¡Él es omnipotente! Él quiere el corazón, uno que anhele servir y complacer y amar. La mayordomía y el ofrendar a Dios es más que solo dinero. Sí, Dios quiere que diezmemos parte de nuestros ingresos, y Él promete bendecirnos cuando le damos a Él. Pero es más que eso. Dios quiere el 100%. Él quiere que nos demos por completo a Él. Todo lo que somos. Debemos pasar nuestra vida viviendo para servir a nuestro Padre. Debemos no solo darle a Dios algo de nuestro salario, sino que nuestras mismas vidas deben ser un reflejo de Él. Debemos darnos a nosotros mismos primeramente al Señor, y luego a la iglesia y a la obra del ministerio de Jesucristo.
Analisis lexico sintactico y sus principios de aplicación
(v.1). ¿A recomendarnos a nosotros mismos? (heautous sunistanein;). Una forma Koiné de sunistëmi, poner uno con otro, introducir, presentar, recomendar. Pablo no gusta de alabarse a sí mismo, aunque sus enemigos le obliguen a ello. Cartas de recomendación (sustatikönepistolön). Forma adjetiva verbal tardía de sunistëmi, y a menudo en los papiros y justo en este sentido. En el caso genitivo aquí después de chrëizomen. Estas cartas eran comunes, como se ve por los papiros (Deissmann, Light from the Ancient East, pág. 226). Los ejemplos novotestamentarios de recomendación de individuos con cartas los tenemos en Hechos 15:25ss.; 18:27 (Apolos); 1 Corintios 16:10ss. (Timoteo); Romanos 16:1 (Febe, con el verbo sunistëmi); Colosenses 4:10 (Marcos); 2 Corintios 8:22ss. (Tito y sus compañeros). Se puede traducir el texto así: «¿Otra vez comenzamos a elogiarnos a nosotros mismos? ¿Acaso somos como otros, que necesitan llevarles cartas de recomendación o que les piden que se escriban tales cartas en nombre de ellos? ¡Por supuesto que no!»
En la última parte de 2:17, el apóstol ha empleado cuatro expresiones distintas para describir su ministerio. Se da cuenta de que esto podría parecer a algunos, especialmente a sus detractores, como si estuviese alabándose a sí mismo. Y por esta razón comienza este capítulo con esta pregunta: ¿Comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? El otra vez no implica que se hubiese alabado antes. Más bien, sencillamente significa que había sido acusado de hacerlo, y ahora anticipa la repetición de tal acusación contra él. ¿O tenemos necesidad, como algunos, de cartas de recomendación para vosotros, o de parte de vosotros? El algunos a los que se está refiriendo aquí Pablo son los falsos maestros de 2:17.
Habían llegado a Corinto con cartas de recomendación, quizá procedentes de Jerusalén. Y es posible que cuando salieron de Corinto llevasen consigo cartas de recomendación de la asamblea allá. Las cartas de recomendación eran desde luego usadas en la iglesia primitiva por parte de los cristianos que iban de un lugar a otro. El apóstol no trata en absoluto de desalentar esta práctica en este versículo. Más bien está diciendo con una cierta sutileza que ¡lo único que tenían los falsos maestros que los recomendase eran las cartas que llevaban! Aparte de esto no tenían otras credenciales.
Habían llegado a Corinto con cartas de recomendación, quizá procedentes de Jerusalén. Y es posible que cuando salieron de Corinto llevasen consigo cartas de recomendación de la asamblea allá. Las cartas de recomendación eran desde luego usadas en la iglesia primitiva por parte de los cristianos que iban de un lugar a otro. El apóstol no trata en absoluto de desalentar esta práctica en este versículo. Más bien está diciendo con una cierta sutileza que ¡lo único que tenían los falsos maestros que los recomendase eran las cartas que llevaban! Aparte de esto no tenían otras credenciales.
(v.2). Vosotros sois nuestra carta (hë epistolë hëmön humeis este). Un osado giro. Pablo estaba escribiendo en sus corazones. Conocida y leída (ginösko menë kai anaginöskomenë). Juego con el término. Literalmente cierto. Los cristianos profesantes son la Biblia que los hombres leen y conocen. Se puede traducir el texto así: «La única carta de recomendación que necesitamos son ustedes mismos. Sus vidas son una carta escrita en nuestro [Algunos manuscritos dicen su] corazón; todos pueden leerla y reconocer el buen trabajo que hicimos entre ustedes.»
Los judaizantes que habían llegado a Corinto suscitaban cuestiones acerca de la autoridad apostólica. Negaban que fuese un verdadero siervo de Cristo. Quizá suscitaron tales dudas en las mentes de los corintios a fin de que pidiesen una carta de recomendación al Apóstol Pablo la próxima vez que los visitase. Él ya les ha preguntado si acaso él necesitaba tal carta. ¿Acaso no había ido a Corinto cuando ellos eran idólatras paganos? ¿Acaso no los había conducido él a Cristo? ¿No había puesto el Señor Su sello sobre el ministerio del apóstol dándole preciosas almas en Corinto? Esta es la respuesta. Los corintios mismos eran carta del apóstol, escrita en su corazón, pero conocida y leída por todos los hombres. En su caso no había necesidad de una carta escrita con pluma y tinta. Ellos eran el fruto de su ministerio, y eran objeto entrañable de su afecto. No sólo esto, sino que la carta que ellos eran era conocida y leída por todos los hombres en el sentido de que su conversión era un hecho bien sabido en toda la región. La gente se había dado cuenta del cambio que había sobrevenido a estas personas, y que se habían vuelto de los ídolos a Dios y que ahora estaban viviendo vidas separadas. Ellos eran la evidencia del ministerio divino de Pablo.
(v.3). Carta de Cristo (epistolë Christou). Aquí hace girar la metáfora una y otra vez. Ellos son carta de Cristo a los hombres así como la de Pablo. No con tinta (ou melani). Caso instrumental de melas, negro. Platón emplea to melan para tinta, como Pablo. Véanse también 2 Juan 12; 3 Juan 13. De piedra (lithinais). Compuestas de piedra (lithos y finalización inos). De carne (sarkinais). «Carnales» como en 1 Corintios 3:1 y Romanos 7:14. Se traduce así: «Esta «carta» no está escrita con pluma y tinta, sino con el Espíritu del Dios viviente. No está tallada en tablas de piedra, sino en corazones humanos.»
A primera vista, el versículo 3 parece contradecir el versículo 2. Pablo había dicho que los corintios eran su carta. Ahora dice que son carta de Cristo. En el versículo 2 dice que la carta está escrita en su corazón; en la última parte del 3 parece claro que Cristo ha escrito la carta en los corazones de los corintios mismos. ¿Cómo pueden conciliarse estas diferencias? La respuesta es que en el versículo 2 Pablo está diciendo que los corintios eran su carta de recomendación. El versículo 3 nos da la explicación. Quizá podríamos ver la conexión uniendo estos dos versículos de la siguiente manera: «Vosotros sois nuestra carta … porque es manifiesto que sois carta de Cristo». En otras palabras, los corintios eran la carta de recomendación de Pablo porque era evidente para todos que el Señor había hecho una obra de gracia en sus vidas. Eran evidentemente cristianos.
Por cuanto Pablo había sido el instrumento humano para traerlos al Señor, ellos eran sus credenciales. Éste es el pensamiento en la expresión expedida por nosotros. Es el Señor Jesús quien había hecho la obra en sus vidas, pero lo había hecho por medio del ministerio de Pablo. Las cartas de recomendación empleadas por los enemigos de Pablo estaban escritas con tinta; la Pablo estaba escrita con el Espíritu del Dios vivo, y era por ello divina. Naturalmente, la tinta está sujeta a desvanecimiento, borrado y destrucción, pero cuando el Espíritu de Dios escribe en los corazones humanos, es para siempre. Pablo añade que la epístola de Cristo ha sido escrita no en tablas de piedra, sino en tablas que son corazones de carne.
Las personas que visitaban Corinto no veían la epístola de Cristo grabada sobre un gran monumento en medio de la plaza del mercado, sino que la carta estaba escrita en los corazones y vidas de los cristianos allí. Al contrastar Pablo las tablas de piedra y las tablas que son corazones de carne, hay poca duda que tenía también en mente la diferencia entre la ley y el evangelio. La ley, naturalmente, había sido inscrita en tablas de piedra en el Monte Sinaí, pero bajo el evangelio Dios logra la obediencia por el mensaje de la gracia y del amor que escribe en los corazones humanos. Pablo pronto tratará acerca de esta cuestión, y por ello sólo alude a la misma aquí.
Por cuanto Pablo había sido el instrumento humano para traerlos al Señor, ellos eran sus credenciales. Éste es el pensamiento en la expresión expedida por nosotros. Es el Señor Jesús quien había hecho la obra en sus vidas, pero lo había hecho por medio del ministerio de Pablo. Las cartas de recomendación empleadas por los enemigos de Pablo estaban escritas con tinta; la Pablo estaba escrita con el Espíritu del Dios vivo, y era por ello divina. Naturalmente, la tinta está sujeta a desvanecimiento, borrado y destrucción, pero cuando el Espíritu de Dios escribe en los corazones humanos, es para siempre. Pablo añade que la epístola de Cristo ha sido escrita no en tablas de piedra, sino en tablas que son corazones de carne.
Las personas que visitaban Corinto no veían la epístola de Cristo grabada sobre un gran monumento en medio de la plaza del mercado, sino que la carta estaba escrita en los corazones y vidas de los cristianos allí. Al contrastar Pablo las tablas de piedra y las tablas que son corazones de carne, hay poca duda que tenía también en mente la diferencia entre la ley y el evangelio. La ley, naturalmente, había sido inscrita en tablas de piedra en el Monte Sinaí, pero bajo el evangelio Dios logra la obediencia por el mensaje de la gracia y del amor que escribe en los corazones humanos. Pablo pronto tratará acerca de esta cuestión, y por ello sólo alude a la misma aquí.
(v.4). Mediante Cristo (dia tou Christou). No es presunción por parte de Pablo, sino que es mediante Cristo. Se puede traducir el texto así: «Estamos seguros de todo esto debido a la gran confianza que tenemos en Dios por medio de Cristo.»
Habiendo escuchado a Pablo hablar con tal confianza acerca de su apostolado y el ministerio que el Señor le había encomendado, bien podríamos preguntar: «¿Cómo te atreves a hablar con tanta certidumbre acerca de esto, Pablo?». La respuesta se da aquí en el versículo 4. La defensa de su apostolado podría parecer una autoalabanza, pero aquí niega tal cosa. Dice que su confianza es para con Dios, es decir, una confianza que puede resistir al escrutinio de Dios. No tiene ninguna confianza en sí mismo, ni en sus propias capacidades, pero mediante Cristo, y en la obra que Cristo ha obrado en las vidas de los corintios, él encuentra prueba de la realidad de su ministerio. El destacable cambio en las vidas de los corintios era lo que recomendaba al apóstol.
(v.5). Por nosotros mismos (aph’ heautön). Comenzando desde nosotros mismos (pronombre reflexivo). Como de nosotros mismos (hös ex heautön). Lo vuelve a decir con la preposición ex (fuera de). Él no tiene ninguna energía que pueda dar origen a tal confianza. Competencia (hikanotës). Una antigua palabra, sólo aquí en el N.T. Tal competencia no proviene de dentro, sino de Dios. Se traduce así: «No es que pensemos que estamos capacitados para hacer algo por nuestra propia cuenta. Nuestra aptitud proviene de Dios.»
Aquí, una vez más, Pablo niega cualquier competencia en o de sí mismo que lo pudiera capacitar para considerarse como apóstol de Jesucristo. El poder de su ministerio no procedía de dentro, sino de lo alto. El apóstol no se sentía impelido a buscar crédito para sí mismo. Se daba cuenta de que si Dios no le había hecho suficiente para el ministerio, entonces no se lograría nada.
(v.6). El cual asimismo nos capacitó (hos kai hikanösen hëmas). Verbo causativo tardío de hikanos (v. 5), primer aoristo de indicativo, voz activa, «el cual (Dios) nos ha hecho idóneos». En el N.T. sólo aquí y en Colosenses 1:12. Como ministros de un nuevo pacto (diakonous kainës diathëkës). Predicado acusativo con hikanösen. Para diathëkë véase Mateo 26:28; para diakonos, Mateo 20:26, y para kainës (novedoso y eficaz), Lucas 5:38. Sólo Dios puede hacernos así. La letra (grámma); escrito, i.e., carta, nota, epístola, libro, etc.; plur. aprendizaje:—carta, cuenta, escrito, escritura, letra. De (gráfo); verbo prim. «grabar», espec. escribir; fig. describir:—escribir, inscribir, dar (carta), decir.
Esto es los mandamientos escritos de la Palabra de Dios en contraste con la operación interna del Espíritu Santo en el Nuevo Pacto. La letra (ley) No equipaba al creyente con el poder necesario para cumplirla, solo le recordaba lo insuficiente que era para alcanzar las demandas altamente celestiales de Dios (Romanos 3:20) y que debía rendirse a Él, y de no ser así estaría muerto. El verso se traduce así: «Él nos capacitó para que seamos ministros de su nuevo pacto. Este no es un pacto de leyes escritas, sino del Espíritu. El antiguo pacto escrito termina en muerte; pero, de acuerdo con el nuevo pacto, el Espíritu da vida».
Esto es los mandamientos escritos de la Palabra de Dios en contraste con la operación interna del Espíritu Santo en el Nuevo Pacto. La letra (ley) No equipaba al creyente con el poder necesario para cumplirla, solo le recordaba lo insuficiente que era para alcanzar las demandas altamente celestiales de Dios (Romanos 3:20) y que debía rendirse a Él, y de no ser así estaría muerto. El verso se traduce así: «Él nos capacitó para que seamos ministros de su nuevo pacto. Este no es un pacto de leyes escritas, sino del Espíritu. El antiguo pacto escrito termina en muerte; pero, de acuerdo con el nuevo pacto, el Espíritu da vida».
Habiendo tratado acerca de sus propias credenciales y su capacitación para el ministerio, Pablo emprende ahora una explicación extensa del ministerio mismo. En los versículos que siguen, contrasta el Viejo Pacto (la ley) con el nuevo pacto (el evangelio). Hay buenas razones por las que debería hacerlo en este punto. Los que le criticaban tan duramente en Corinto eran los judaizantes. Eran los que trataban de mezclar la ley y la gracia. Enseñaban a los cristianos que habían de observar unas ciertas porciones de la Ley de Moisés para poder ser plenamente aceptados por Dios. Y así el apóstol pasa a demostrar la superioridad del Nuevo Pacto sobre el Viejo. Introduce sus observaciones diciendo que Dios le ha hecho competente como ministro de un nuevo pacto. Un pacto, naturalmente, es una promesa, un acuerdo, o un testamento.
El Viejo Pacto era el sistema legal entregado por Dios a Moisés. Bajo el mismo, la bendición quedaba condicionada a la obediencia. Era un pacto de obras. Era un acuerdo entre Dios y el hombre, en el sentido de que si el hombre cumplía con su parte, Dios cumpliría también la suya. Pero debido a que dependía del hombre, no podía producir justicia. El nuevo pacto es el evangelio. Bajo el mismo, Dios se compromete a bendecir libremente al hombre por Su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús. Todo lo que está bajo el Nuevo Pacto depende de Dios y no del hombre. Por ello, el Nuevo Pacto puede conseguir aquello que el Viejo jamás podría conseguir. Pablo presenta varios y notables contrastes entre la ley y el evangelio. Comienza aquí en el versículo 6 con el primero, diciendo: No de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, pero el espíritu vivifica.
Esto se interpreta en amplios sectores como significando que si sólo se toman las palabras externas y literales de la Escritura y se quiere ser obediente a la letra sin desear ser obediente al pleno espíritu del pasaje, que entonces hace más daño que beneficio. Los fariseos eran una ilustración de ello. Eran escrupulosos en su práctica del diezmo hasta lo más mínimo, pero no mostraban misericordia y amor a los otros (Mt. 23:23). Aunque ésta es una aplicación válida del pasaje, no es su interpretación. En el versículo 6, la letra se refiere a la Ley de Moisés, y el espíritu se refiere al evangelio de la gracia de Dios. Cuando Pablo dice que la letra mata, se está refiriendo al ministerio de la ley.
Ésta condena a todos los que dejan de mantener sus santos preceptos. «Por medio de la ley es el conocimiento del pecado» (Ro. 3:20). «Maldito todo aquel que no permanezca en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas» (Gá. 3:10). Dios nunca dispuso la ley como medio de dar vida; su propósito era llevar al conocimiento del pecado y redargüir de pecado. El Nuevo Pacto es aquí llamado espíritu. Representa el cumplimiento espiritual de los tipos y de las sombras del Viejo Pacto. Lo que la ley exigía pero jamás podía producir lo lleva ahora a cabo el evangelio. J. M. Davies sumariza:
El Viejo Pacto era el sistema legal entregado por Dios a Moisés. Bajo el mismo, la bendición quedaba condicionada a la obediencia. Era un pacto de obras. Era un acuerdo entre Dios y el hombre, en el sentido de que si el hombre cumplía con su parte, Dios cumpliría también la suya. Pero debido a que dependía del hombre, no podía producir justicia. El nuevo pacto es el evangelio. Bajo el mismo, Dios se compromete a bendecir libremente al hombre por Su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús. Todo lo que está bajo el Nuevo Pacto depende de Dios y no del hombre. Por ello, el Nuevo Pacto puede conseguir aquello que el Viejo jamás podría conseguir. Pablo presenta varios y notables contrastes entre la ley y el evangelio. Comienza aquí en el versículo 6 con el primero, diciendo: No de la letra, sino del Espíritu; porque la letra mata, pero el espíritu vivifica.
Esto se interpreta en amplios sectores como significando que si sólo se toman las palabras externas y literales de la Escritura y se quiere ser obediente a la letra sin desear ser obediente al pleno espíritu del pasaje, que entonces hace más daño que beneficio. Los fariseos eran una ilustración de ello. Eran escrupulosos en su práctica del diezmo hasta lo más mínimo, pero no mostraban misericordia y amor a los otros (Mt. 23:23). Aunque ésta es una aplicación válida del pasaje, no es su interpretación. En el versículo 6, la letra se refiere a la Ley de Moisés, y el espíritu se refiere al evangelio de la gracia de Dios. Cuando Pablo dice que la letra mata, se está refiriendo al ministerio de la ley.
Ésta condena a todos los que dejan de mantener sus santos preceptos. «Por medio de la ley es el conocimiento del pecado» (Ro. 3:20). «Maldito todo aquel que no permanezca en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas» (Gá. 3:10). Dios nunca dispuso la ley como medio de dar vida; su propósito era llevar al conocimiento del pecado y redargüir de pecado. El Nuevo Pacto es aquí llamado espíritu. Representa el cumplimiento espiritual de los tipos y de las sombras del Viejo Pacto. Lo que la ley exigía pero jamás podía producir lo lleva ahora a cabo el evangelio. J. M. Davies sumariza:
Este ministerio de la «letra» que mata queda ilustrado en los tres mil muertos en el Sinaí, cuando la inauguración del Viejo Pacto, y el ministerio del Espíritu, vivificador, queda ilustrado con los tres mil salvos en el día de Pentecostés.
(v.7). De muerte (tou thanatou). Genitivo subjetivo, señalado por la muerte en su resultado (cf. 1 Co. 15:56; Gá. 3:10). La letra mata. Grabado … en piedras (entetupömenë lithois). Participio perfecto pasivo de entupoö, verbo tardío, estampar una figura (tupos). Empleado por Aristeas (67) de la obra incrustada sobre la mesa enviada por Ptolomeo Filadelfo a Jerusalén. Lithois en caso locativo. Fue con gloria (egenëthë en doxëi). En gloria. Tal como sucedió, condición de la pri- mera clase, supuesta como cierta. Véase Éxodo 34:29, 35. Fijar la vista (atenisai). Verbo tardío de atenës (tenso, intencionado, teinö y a intensivo) como en Lu- cas 4:20; Hechos 3:4. Había de perecer (katargoumenën). Verbo tardío denotando invalidar, aquí participio presente pasivo como en 1 Corintios 2:6. Se traduce así: «El camino [O ministerio; también en 3:8, 9, 10, 11, 12.] antiguo, con leyes grabadas en piedra, conducía a la muerte, aunque comenzó con tanta gloria que el pueblo de Israel no podía mirar la cara de Moisés. Pues su rostro brillaba con la gloria de Dios, aun cuando el brillo ya estaba desvaneciéndose».
Los versículos 7 y 8 prosiguen el contraste entre los dos pactos. Aquí el apóstol contrasta en particular la gloria que acompañó a la promulgación de la ley con la gloria relacionada con el evangelio. Las palabras gloria y glorioso se encuentran en los capítulos 3 y 4 en diecisiete ocasiones. El Viejo Pacto es llamado el ministerio de muerte grabado con letras en piedras. Esto sólo puede referirse a los Diez Mandamientos. Amenazaban con la muerte a todos los que no los guardasen (Éx. 19:13). Pablo no dice que no hubo gloria relacionada con la promulgación de la ley. Desde luego la hubo. Cuando Dios dio los Diez Mandamientos a Moisés en el Monte Sinaí, hubo grandes manifestaciones de la presencia y poder de Dios (Éx. 19). De hecho, cuando Moisés estuvo en la presencia de Dios, su propio rostro comenzó a resplandecer, dando un reflejo del esplendor de Dios.
Así, los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro. Era demasiado resplandeciente para que pudiesen mirarlo fijamente. Pero luego Pablo añade las significativas palabras, la cual [gloria] había de perecer. Esto significa que el brillante resplandor que aparecía en el rostro de Moisés no era permanente. Era una gloria pasajera, temporal. El sentido espiritual de ello es que la gloria del Viejo Pacto era temporal. La ley tuvo una función muy concreta. Fue dada para revelar el pecado. Fue una exhibición de las santas demandas de Dios, y en este sentido fue gloriosa. Pero fue dada hasta la venida de Cristo, que es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree (Ro. 10:4). La ley era una sombra; Él es la sustancia. La ley era una imagen de cosas mejores que habían de venir, y estas cosas encuentran su realidad en el Salvador del mundo.
Así, los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro. Era demasiado resplandeciente para que pudiesen mirarlo fijamente. Pero luego Pablo añade las significativas palabras, la cual [gloria] había de perecer. Esto significa que el brillante resplandor que aparecía en el rostro de Moisés no era permanente. Era una gloria pasajera, temporal. El sentido espiritual de ello es que la gloria del Viejo Pacto era temporal. La ley tuvo una función muy concreta. Fue dada para revelar el pecado. Fue una exhibición de las santas demandas de Dios, y en este sentido fue gloriosa. Pero fue dada hasta la venida de Cristo, que es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree (Ro. 10:4). La ley era una sombra; Él es la sustancia. La ley era una imagen de cosas mejores que habían de venir, y estas cosas encuentran su realidad en el Salvador del mundo.
(v.8). ¿Cómo no más bien? (pös ouchi mallon;). Argumentum a minore ad majus (de lo menor a lo mayor). Del espíritu (tou pneumatos). Marcado por el espíritu. Descripción del ministerio cristiano actual. Se traduce así: «¿No deberíamos esperar mayor gloria dentro del nuevo camino, ahora que el Espíritu Santo da vida?».
Ahora, si la ley tuvo este carácter glorioso, ¿cuánto más glorioso es el ministerio del Espíritu? La expresión el ministerio del Espíritu se refiere al evangelio. El Espíritu de Dios obra por medio de la predicación del evangelio, y a su vez el Espíritu de Dios es ministrado a quienes reciben las buenas nuevas de salvación. La forma verbal aquí, en será con gloria, no expresa tiempo futuro sino la consecuencia inevitable. Si existe un hecho o condición, lo otro seguirá indefectiblemente.
(v.9). De condenación (tës katakriseös). Genitivo, que trae condenación debido a que hay incapacidad de obedecer a la ley. Fue con gloria (doxa). No hay cópula, pero ello hace más atrevida la figura. Pablo admite plenamente la gloria de la antigua dispensación. De justificación (tës dikaiosunës). Marcado por y con- duciendo a la justicia. Véase 11:15. Mucho más (pollöi mallon). Caso instrumental, por mucho más. Abundará (perisseuei). Se desbordará. Se traduce así: «Si el antiguo camino, que trae condenación, era glorioso, ¡cuánto más glorioso es el nuevo camino, que nos hace justos ante Dios!».
Aquí, el Viejo Pacto recibe el nombre de el ministerio de condenación. Este era el resultado: trajo condenación a todos los hombres, porque nadie podía guardar la ley a la perfección. Pero había una cierta gloria relacionada con él. Tenía un verdadero propósito y una verdadera utilidad para aquel tiempo. Pero el ministerio de justificación abunda mucho más… en gloria. Dice Hodge: «La ministración de justicia es aquella ministración que revela una justicia por la que los hombres son justificados, y con ello liberados de la condenación pronunciada contra ellos por la ley». Las glorias del evangelio no son la clase que atraen a la mirada física, sino aquellas profundas y permanentes excelencias que atraen al espíritu. Las glorias del Calvario eclipsan de lejos a las glorias del Sinaí.
(v.10). En este respecto (en toutöi töi merei). La gloria sobre el rostro de Moisés era temporal, aunque real, y se desvaneció (v. 7), tipo del desvanecimiento de la gloria de la antigua dispensación ante el resplandor de la nueva. La luna empalidece cuando se levanta el sol, «no es gloriosa» (ou dedoxastai, perfecto de indicativo en voz pasiva de doxazö). En comparación con la gloria más eminente (heineken tës huperballousës doxës). La gloria supereminente (huperballö, arro- jando más allá). Cristo como Sol de Justicia ha dejado en la sombra a Moisés. Cf. las reivindicaciones de superioridad por parte de Cristo en Mateo 5–7. Se traduce así: «De hecho, aquella primera gloria no era para nada gloriosa comparada con la gloria sobreabundante del nuevo camino».
Aunque en un sentido la ley fue gloriosa, cuando se compara con la gloria más eminente del Nuevo Pacto, no fue en realidad gloriosa. Este versículo nos da una contrastada comparación y dice que cuando ambos pactos son puestos uno al lado del otro, uno de ellos eclipsa totalmente al otro; es decir, el Nuevo Pacto sobrepasa al Viejo. Dice A. T. Robertson: «La mayor gloria empaña a la menor. En un punto, al menos, el viejo no parece haber tenido gloria en absoluto, debido a la superabundante gloria del nuevo pacto». Y Denney: «Cuando el sol resplandece con toda su fuerza, no hay otra gloria en el cielo».
(v.11). Lo pasajero (to katargoumenon). En camino de desaparición ante el evangelio de Cristo. Permanece (menon). El nuevo ministerio es permanente. Esta afirmación puede ser señalada a los que proponen nuevas religiones. El cristianismo sigue en pie y no caduca. Nótese también en doxëi, en gloria, en contras- te con dia doxës, con gloria. Franqueza (parrësiâi). Caso instrumental tras chrömetha. Un antiguo término, panrësis = parrësis, diciéndolo todo, sin reserva algu- na. Ciertamente Pablo no ha mantenido nada reservado aquí, sin ningún tipo de reservas mentales, en esta triunfante vindicación de superioridad. Se traduce así: «Así que si el antiguo camino, que ha sido reemplazado, era glorioso, ¡cuánto más glorioso es el nuevo, que permanece para siempre!».
Porque si lo que es pasajero tuvo [lit., fue con] gloria, mucho más aquello que permanece en gloria (lit.). Deberíamos observar las dos preposiciones, con y en. El pensamiento es que la gloria acompañó a la promulgación de la ley, pero que es el elemento mismo del Nuevo Pacto. La gloria asistió cuando se promulgó el Viejo Pacto, pero el evangelio de la gracia de Dios es glorioso por sí mismo. Contrasta también el carácter transitorio y fugaz de la ley con el carácter permanente del evangelio. Lo que es pasajero solamente puede referirse a los Diez Mandamientos — «el ministerio de muerte grabado con letras en piedras» (v. 7) —. Así, este versículo refuta las pretensiones de los Adventistas del Séptimo Día, que dicen que lo que ha quedado invalidado es la ley ceremonial, pero no los Diez Mandamientos.
(v.12). La esperanza a la que se refiere Pablo aquí es la aguzada convicción de que la gloria del evangelio nunca se desvanecerá ni se empañará. Debido a esta intensa certidumbre, habla la palabra con mucha franqueza. Nada tenía que ocultar. No hay razón para usar velo alguno. En muchas religiones del mundo actual hay supuestos misterios. Los nuevos convertidos han de ser iniciados en estos profundos secretos. Pasan de un orden al siguiente. Pero con el evangelio no es así. Todo es claro y todo está abierto. El evangelio habla con llaneza y plena seguridad acerca de cuestiones como la salvación, la Trinidad, el cielo y el infierno.
(v.13). Ponía un velo sobre su propio rostro (etithei kalumma epi to prosöpon autou). Imperfecto activo de tithëmi, ponía (Éx. 34:33). Para que los hijos de Israel no fijaran la vista (pros to më atenisai tous huious). Expresión de propósito con pros y el infinitivo articular con la negación më y el acusativo de referencia general. Se puede traducir así: «No somos como Moisés, quien se cubría la cara con un velo para que el pueblo de Israel no pudiera ver la gloria, aun cuando esa gloria estaba destinada a desvanecerse».
Y no como Moisés, que ponía un velo sobre su propio rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que era pasajero. El trasfondo del versículo 13 se encuentra en Éxodo 34:29–35. Allí aprendemos que cuando Moisés descendió del Monte Sinaí, después de haber estado en presencia del Señor, no sabía que su rostro resplandecía. Los hijos de Israel tuvieron miedo de acercarse a él debido a la gloria de su rostro. Pero él les invitó a que se acercasen, y así lo hicieron. Luego les dio como mandamientos todo lo que el Señor le había mandado. En Éxodo 34:33 leemos: «Cuando Moisés acabó de hablar con ellos, puso un velo sobre su rostro». En 2 Corintios 3:13, el apóstol explica por qué Moisés hizo esto: para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que era pasajero. Estaba ya entonces desvaneciéndose, y Moisés no quería que viesen el fin de aquello. No es que Moisés quisiera velar la gloria misma, sino el desvanecimiento de la gloria. F. W. Grant lo ha dicho de forma muy hermosa: «La gloria sobre el rostro de Moisés ha de dejar paso a la gloria de otro Rostro». Esto ha tenido lugar con la venida del Señor Jesucristo. El resultado es que el ministro del Nuevo Pacto no ha de ocultar su rostro. La gloria del evangelio nunca se desvanecerá ni se empañará.
(v.14). Pero sus pensamientos se embotaron (alla epöröthë ta noëmata autön). Sus pensamientos (noëmata), literalmente. Pöroö (primer aoristo de indica- tivo, voz pasiva) es un verbo derivado tardío de pöros, piel dura, cubrir con una piel dura (callo), petrificar. Véase Marcos 6:52; 8:17. El antiguo pacto (tës palaias diathëkës). El Antiguo Testamento. Palaios (antiguo) en contraste a kainos (novedoso, lozano, versículo 6). Véase Mateo 13:52. El mismo velo (to auto kalumma). No aquel velo idéntico, sino uno que tiene el mismo efecto, cegando sus ojos a la luz en Cristo. Ésta es la tragedia del moderno judaísmo. No descubierto (më anakaluptomenon). Participio presente pasivo de anakaluptö, antiguo verbo, descorrer el velo, desvelar. Desaparece (katargeitai). El mismo verbo que en los versículos 7, 11. Se traduce así: «Pero la mente de ellos se endureció y, hasta el día de hoy, cada vez que se lee el antiguo pacto, el mismo velo les cubre la mente para que no puedan entender la verdad. Este velo puede quitarse solamente al creer en Cristo».
Pero sus pensamientos se embotaron. Los hijos de Israel no se dieron cuenta del verdadero sentido de lo que estaba haciendo Moisés. Y a lo largo de los siglos así ha sucedido con el pueblo judío. Incluso en tiempos de Pablo se aferraban a la ley como medio de salvación, y no estaban dispuestos a aceptar al Señor Jesucristo. Porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto. En otras palabras, en el tiempo en que estaba escribiendo el apóstol, cuando los judíos leían el antiguo pacto, el Antiguo Testamento, no descubrían el secreto que Moisés había escondido a sus antecesores debajo del velo. No se dieron cuenta de que la gloria de la ley era pasajera, y que la ley había encontrado su fin en el Señor Jesucristo. El cual desaparece en Cristo. Algunos sugieren que el antecedente aquí, el cual, no es el velo, sino el viejo pacto que queda abolido en Cristo. Un significado aún más probable es que es la dificultad para comprender el viejo pacto lo que desaparece cuando alguien acude a Cristo. Hodge lo dice bien:
Las Escrituras del Antiguo Testamento son inteligibles únicamente cuando se comprenden como prediciendo y prefigurando a Cristo. El conocimiento de Cristo… quita el velo del Antiguo Testamento.
(v.15). Cuando se lee a Moisés (hënika an anaginöskëtai Möusës). Cláusula temporal indefinida con hënika an y el presente de subjuntivo en voz pasiva. El velo está puesto sobre el corazón de ellos (epi tën kardian autön keitai). Una imagen vívida y angustiosa, hecho éste que hacía sufrir indeciblemente a Pablo (Ro. 9:1–5). Con una ceguera voluntariosa los rabinos echaron a un lado la palabra de Dios por sus tradiciones en la época de Jesús (Mr. 7:8ss.). Se traduce así: «Efectivamente, incluso hoy en día, cuando leen los escritos de Moisés, tienen el corazón cubierto con ese velo y no comprenden».
Aquí la figura cambia ligeramente. En la ilustración del Antiguo Testamento, el velo estaba sobre el rostro de Moisés, pero ahora hay un velo puesto sobre el corazón del pueblo judío. Ellos aún están tratando de obtener la justicia sobre el principio de hacer, nunca dándose cuenta de que la obra ha sido ya acabada por el Salvador en la cruz del Calvario. Están tratando de conseguir la salvación por sus propios méritos, sin darse cuenta de que la ley los condena totalmente y que deberían huir a los brazos del Señor en busca de misericordia y gracia.
(v.16). Se convierte (epistrepsei). El corazón de Israel. El velo se quita (periaireitai to kalumma). Presente de indicativo, voz pasiva, de periaireö, viejo verbo, tomar de alrededor, como en el caso de anclas (Hch 27:40), cortar soltando (Hch. 28:13), y de la esperanza quitada (Hch. 27:20). Aquí Pablo tiene en mente Éxo- do 34:34, donde encontramos acerca de Moisés que periëireito to kalumma (el velo fue quitado de alrededor de su rostro) siempre que entraba en la presencia del Señor. Después de la ceremonia, el velo es quitado de alrededor (peri-) del rostro de la desposada. Se traduce así: «En cambio, cuando alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado».
El alguno en el versículo 16 puede referirse al corazón de un judío individual, o puede referirse a Israel nacionalmente. Cuando uno u otro se vuelvan al Señor, aceptando a Jesús como el Mesías, entonces el velo se quita, la oscuridad se va. Entonces amanece la verdad de que todos los tipos y sombras de la ley encuentran su cumplimiento en el amado Hijo de Dios, el Mesías de Israel. Si lo que está a la vista es la nación de Israel, entonces el versículo señala a un día aún futuro en el que un remanente creyente se volverá al Señor, como está profetizado en Romanos 11:25, 26, 32.
(v.17). Ahora bien, el Señor es el Espíritu (ho de Kurios to pneuma estin). Algunos, como E. F. Scott (The Spirit in the N.T.) toman la postura de que aquí Kurios hace referencia a Cristo, e interpretan a Pablo como negando la personalidad del Espíritu Santo, identificando a Cristo con el Espíritu Santo. Pero ¿no está Bernard en lo cierto aquí al tomar a Kurios (Señor) en el mismo sentido que en Éxodo 34:34 (enanti Kuriou, delante del Señor), el mismo pasaje que Pablo está citando? Desde luego, el Espíritu Santo es designado en el N.T. indistintamente como el Espíritu de Dios y como el Espíritu de Cristo (Ro. 8:9ss.). Cristo mora en nosotros por el Espíritu Santo, pero el lenguaje que encontramos en 2 Corintios 3:17 no debería ser apremiado indebidamente (Plummer. Véase también P. Gardner, The Religious Experience of St. Paul, págs. 176ss.). Nótese aquí «el Espíritu del Señor». Libertad (eleutheria). Libertad de acceso a Dios sin temor, en oposición al temor de Éxodo 34:30. No se interpone velo y tenemos libre acceso a Dios. Se traduce así: «Pues el Señor es el Espíritu, y donde el Espíritu del Señor habite, hay libertad».
Pablo ha estado enfatizando que Cristo es la clave del AT. Aquí vuelve a enfatizar esta verdad diciendo: Ahora bien, el Señor es el Espíritu. La mayoría de las versiones ponen aquí Espíritu en mayúsculas, interpretándolo como el Espíritu Santo. Pero el contexto sugiere que el Señor es el espíritu del AT, así como «el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía» (Ap. 19:10). Todos los tipos y sombras del AT encuentran su cumplimiento en Cristo. Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad significa que allí donde Jesucristo es reconocido como Señor o Jehová, allí hay libertad, es decir, libertad frente a la esclavitud de la ley, libertad para la comprensión de las Escrituras, y libertad para contemplar Su rostro sin velo interpuesto.
(v.18). Todos nosotros (hëmeis pantes). Todos los cristianos, no meramente los ministros. A cara descubierta (anakekalummenöi prosöpöi). Caso instrumental de modo. A diferencia y semejanza de Moisés. Como en un espejo (katoptrizomenoi). Participio presente en voz media de katoptrizö, verbo tardío de katoptron, espejo (kata, optron, una cosa con la que ver). En Filón (Legis Alleg. iii. 33) la palabra significa contemplar como en un espejo, y esta idea va también con la figura en 1 Corintios 13:12. Hay una inscripción del siglo tercero a.C. con egkatoptrisasthai eis to hudör, mirar el reflejo de uno en el agua. Plutarco emplea el activo para reflejar, y Crisóstomo le da este significado aquí. Ambos sentidos son adecuados. El punto principal que Pablo está presentando es que no perdere- mos la gloria como le sucedió a Moisés. Pero esto es cierto si proseguimos mirando o persistimos en reflejar (tiempo presente). Sólo aquí en el N.T. Vamos siendo transformados (metamorphoumetha). Presente pasivo de metamorphoö, verbo tardío y en papiros. Véanse Mateo 17:2; Marcos 9:2, donde se traduce «se transfiguró». Es la palabra empleada para las mitológicas metamorfosis paganas. A la misma imagen (tën autën eikona). Acusativo retenido con el verbo pasivo metamorphoumetha. En la semejanza de Dios en Cristo (1 Co. 15:48–53; Ro. 8:17, 29; Col. 3:4; 1 Jn. 3:2). Como por la acción del Señor, del Espíritu (kathaper apo Kuriou pneumatos). Más probablemente, «así como por el Espíritu del Señor» (V.M., RV). Se puede traducir así: «Así que, todos nosotros, a quienes nos ha sido quitado el velo, podemos ver y reflejar la gloria del Señor. El Señor, quien es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a él a medida que somos transformados a su gloriosa imagen.».
En el Viejo Pacto, sólo a Moisés le fue permitido ver la gloria del Señor. Bajo el Nuevo Pacto, todos nosotros tenemos el privilegio de mirar… la gloria del Señor. El rostro de Moisés tuvo que ser velado después de terminar de hablar con el pueblo, pero nosotros podemos tener cara descubierta. Podemos mantener nuestra cara descubierta confesando y abandonando el pecado, siendo totalmente francos con Dios y con nosotros mismos. Como dijo una vez un veterano misionero a la India, hemos de «dejar caer los velos del pecado, del fingimiento, de toda hipocresía, de falsas apariencias, de todo intento de contemporización, de toda medida a medias, de todo ―Sí pero No‖». El siguiente paso es mirar como en un espejo la gloria del Señor. El espejo es la palabra de Dios. Al acudir a la Biblia, vemos al Señor Jesús revelado en todo Su esplendor. Todavía no lo vemos cara a cara, sino sólo tal como se presenta en la palabra como espejo. Y observemos que es la gloria del Señor la que contemplamos. Aquí Pablo no está pensando tanto en la hermosura moral de Jesús como Hombre en la tierra, sino en Su gloria presente, exaltado a la diestra de Dios. La gloria de Cristo, como observa Denney, es:
Que Él comparte el trono del Padre, que Él es el Cabeza de la Iglesia, poseedor y dador de toda la plenitud de la gracia divina, el Juez venidero del mundo, vencedor sobre todo poder hostil, intercesor en favor de los Suyos, y, en resumen, portador de toda la majestad que pertenece a Su regio oficio.
Al ocuparnos con la gloria del resucitado, ascendido y exaltado Señor Jesucristo, vamos siendo transformados… a la misma imagen. Aquí tenemos en una palabra el secreto de la santidad cristiana —ocuparnos con Cristo. No por ocuparnos con el yo: esto sólo trae derrota. No por ocuparnos con otros: esto trae desaliento. Sino por ocuparnos con la gloria del Señor; así es como vamos asemejándonos más a Él. Este maravilloso proceso de transformación tiene lugar de gloria en gloria, es decir, de un grado de gloria a otro. No es cosa de un cambio instantáneo. No hay experiencia en la vida cristiana que nos haga reproducir Su imagen en un momento. Es un proceso, no una crisis. No es como la gloria en desvanecimiento de la ley, sino una gloria siempre creciente. El poder para este maravilloso proceso es el Santo Espíritu de Dios —como por el Espíritu del Señor (RVR) —. Al contemplar al Señor de la gloria, deteniéndonos en Él, mirándolo atentamente, observándolo con adoración, el Espíritu del Señor obra en nuestra vida el maravilloso milagro de una conformidad creciente a Cristo. Darby hace la observación de cómo Esteban fue cambiado con su contemplación: Lo vemos en Esteban cuando es apedreado, y mira arriba y ve la gloria de Dios y Jesús.
Cristo había dicho: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»; y la contemplación de Jesús en la gloria de Dios saca de Esteban esta oración: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado». Y de nuevo en la cruz, Cristo dice: «Padre, en mis manos encomiendo mi espíritu»; y Esteban dice: «Señor Jesús, recibe mi espíritu». Es transformado a imagen de Cristo. Consideremos entonces la trascendente gloria del Nuevo Pacto. Mientras que sólo un hombre tuvo la gloria en su rostro en el Antiguo Pacto, en la actualidad es el privilegio, adquirido por la sangre de Cristo, de cada hijo de Dios. Asimismo, en lugar de meramente reflejar la gloria de Dios en nuestros rostros, todos nosotros en el Nuevo Pacto vamos siendo realmente transformados (lit., metamorfoseados) a la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. En tanto que el rostro de Moisés reflejaba la gloria, los nuestros irradian gloria desde el interior. Así Pablo lleva a su fin su exposición tan mística y profundamente espiritual del Nuevo Pacto en contraste con el Viejo.
Cristo había dicho: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen»; y la contemplación de Jesús en la gloria de Dios saca de Esteban esta oración: «Señor, no les tomes en cuenta este pecado». Y de nuevo en la cruz, Cristo dice: «Padre, en mis manos encomiendo mi espíritu»; y Esteban dice: «Señor Jesús, recibe mi espíritu». Es transformado a imagen de Cristo. Consideremos entonces la trascendente gloria del Nuevo Pacto. Mientras que sólo un hombre tuvo la gloria en su rostro en el Antiguo Pacto, en la actualidad es el privilegio, adquirido por la sangre de Cristo, de cada hijo de Dios. Asimismo, en lugar de meramente reflejar la gloria de Dios en nuestros rostros, todos nosotros en el Nuevo Pacto vamos siendo realmente transformados (lit., metamorfoseados) a la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. En tanto que el rostro de Moisés reflejaba la gloria, los nuestros irradian gloria desde el interior. Así Pablo lleva a su fin su exposición tan mística y profundamente espiritual del Nuevo Pacto en contraste con el Viejo.
Conclusión:
Hasta la apariencia de elogiarse a sí mismo y de buscar el aplauso humano resulta doloroso para la mente espiritual y humilde. Nada es más delicioso para los ministros fieles, o más digno de elogio para ellos, que el éxito de su ministerio demostrado en el espíritu y las vidas de aquellos entre quienes trabaja. —La ley de Cristo fue escrita en sus corazones, y el amor de Cristo fue derramado en ellos ampliamente. No fue escrita en tablas de piedras, como la ley de Dios dada a Moisés, sino sobre las tablas de carne del corazón (no carnales, porque la carnalidad connota sensualidad), Ezequiel xxxvi, 26. Sus corazones fueron humillados y ablandados para recibir esta impresión por el poder regenerador del Espíritu Santo. Atribuye toda la gloria a Dios. Recuérdese, que toda nuestra dependencia es del Señor, así toda la gloria le pertenece solo a Él. La letra mata: la letra de la ley es la ministración de muerte; y si nos apoyamos en la pura letra del evangelio, no seremos mejores por hacerlo así (Romanos 7:7): pero el Espíritu Santo da vida espiritual y vida eterna. —La dispensación del Antiguo Testamento era ministración de muerte, pero la del Nuevo Testamento, de vida.
La ley dio a conocer el pecado, y la ira y maldición de Dios; nos muestra a Dios por sobre nosotros, y un Dios en contra de nosotros; pero el evangelio da a conocer la gracia y a Emanuel Dios con nosotros. En ello se revela la justicia de Dios por fe; y esto nos muestra que el justo vivirá por la fe; esto hace conocer la gracia y la misericordia de Dios por medio de Jesucristo para obtener el perdón de pecados y la vida eterna. El evangelio excede tanto a la ley en gloria que eclipsa la gloria de la dispensación legal. Pero aun el Nuevo Testamento será una letra que mata si se muestra como sólo un sistema o forma, y sin dependencia de Dios Espíritu Santo para dar poder vivificador.
La ley dio a conocer el pecado, y la ira y maldición de Dios; nos muestra a Dios por sobre nosotros, y un Dios en contra de nosotros; pero el evangelio da a conocer la gracia y a Emanuel Dios con nosotros. En ello se revela la justicia de Dios por fe; y esto nos muestra que el justo vivirá por la fe; esto hace conocer la gracia y la misericordia de Dios por medio de Jesucristo para obtener el perdón de pecados y la vida eterna. El evangelio excede tanto a la ley en gloria que eclipsa la gloria de la dispensación legal. Pero aun el Nuevo Testamento será una letra que mata si se muestra como sólo un sistema o forma, y sin dependencia de Dios Espíritu Santo para dar poder vivificador.
Es deber de los ministros del evangelio usar gran sencillez o claridad para hablar. Los creyentes del Antiguo Testamento tuvieron sólo vistazos nebulosos y pasajeros del glorioso Salvador, y los incrédulos no vieron más allá de la institución externa. Pero los grandes preceptos del evangelio, creer, amar, obedecer, son verdades estipuladas tan claramente como es posible. Toda la doctrina de Cristo crucificado es expuesta tan sencillamente como el lenguaje humano puede hacerlo. Los que vivieron bajo la ley, tenían un velo sobre sus corazones. Este velo es quitado por las doctrinas de la Biblia acerca de Cristo. Cuando una persona se convierte a Dios, entonces es quitado el velo de la ignorancia.
La condición de los que disfrutan y creen el evangelio es feliz, porque el corazón es puesto en libertad para correr por los caminos de los mandamientos de Dios. Ellos tienen luz, y con la cara descubierta contemplan la gloria del Señor. Los cristianos deben apreciar y realzar estos privilegios. No debemos descansar sin conocer el poder transformador del evangelio, por la obra del Espíritu, que nos lleva a buscar ser como el carácter y la tendencia del glorioso evangelio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y a la unión con Él. Contemplamos a Cristo como en el cristal de su palabra, y como el reflejo de un espejo hace que brille el rostro, así también brillan los rostros de los cristianos.
La condición de los que disfrutan y creen el evangelio es feliz, porque el corazón es puesto en libertad para correr por los caminos de los mandamientos de Dios. Ellos tienen luz, y con la cara descubierta contemplan la gloria del Señor. Los cristianos deben apreciar y realzar estos privilegios. No debemos descansar sin conocer el poder transformador del evangelio, por la obra del Espíritu, que nos lleva a buscar ser como el carácter y la tendencia del glorioso evangelio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, y a la unión con Él. Contemplamos a Cristo como en el cristal de su palabra, y como el reflejo de un espejo hace que brille el rostro, así también brillan los rostros de los cristianos.
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