Transgresores de la ley
Por: Dr. Félix Muñoz
Si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás.Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley. Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad - Stg 2:9-12 (RVR).
Quebrantar un punto de la ley es hacerse culpable de todos. La ley es como una cadena de diez eslabones. Si rompemos uno, la cadena se rompe. Dios no nos permite que guardemos las leyes que queramos y quebrantemos otras. El mismo Dios que prohibió el adulterio prohibió también el homicidio. Un hombre puede no ser culpable de adulterio y sin embargo puede cometer homicidio. ¿Es entonces transgresor de la ley? ¡Desde luego! El espíritu de la ley es que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. El adulterio es desde luego una violación de esto, pero también lo es el homicidio. Y también lo es el esnobismo y la discriminación. Si cometemos cualquiera de esos pecados, hemos dejado de hacer lo que la ley manda.
Debemos ahora hacer una pausa en nuestro argumento para considerar un problema básico que se suscita en este punto del argumento de Santiago. El problema es: «¿Están los cristianos bajo la ley, o no?». Desde luego, parece que Santiago está poniendo los Diez Mandamientos sobre los creyentes cristianos. Se refiere de manera específica a los mandamientos sexto y séptimo, que prohíben el homicidio y el adulterio. También sumariza los últimos cinco mandamientos con las palabras «Amarás al prójimo como a ti mismo». Pero poner a los creyentes bajo la ley, como norma de vida, contradice a otras porciones del Nuevo Testamento, como:
- Romanos 6:14: «No estáis bajo la ley, sino bajo la gracia»;
- Romanos 7:6: «Estamos libres de la ley»;
- Romanos 7:4: «Vosotros habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo» (Vease: Gá. 2:19; 3:13, 24, 25; 1 Ti. 1:8, 9; He. 7:19).
El hecho de que los cristianos no están bajo los Diez Mandamientos queda expresamente declarado en 2 Corintios 3:7–11. ¿Por qué entonces apremia Santiago la cuestión de la ley sobre los creyentes en esta Era de la Gracia? Primero, los cristianos no están bajo la ley como norma de vida. Cristo, no la ley, es el modelo del creyente. Donde hay ley ha de haber también pena. La pena por quebrantar la ley es la muerte. Cristo murió para pagar la pena de la ley quebrantada.
Los que están en Cristo quedan por ello libertados de la ley y de su pena. Pero hay ciertos principios de la ley que son de valor permanente. Esos preceptos se aplican a todas las personas en todas las épocas. La idolatría, el adulterio, el homicidio y el robo son básica e inherentemente malos. Son tan malos para los creyentes como para los no creyentes. Además, nueve de los Diez Mandamientos se repiten en las Epístolas. El único que no se repite es el tocante al sábado. En ninguna parte se manda a los cristianos que guarden el sábado o séptimo día de la semana, porque se trata de un mandamiento ceremonial, y no moral. No era básicamente malo por sí mismo que un judío trabajase el séptimo día. Era malo sólo porque Dios había apartado aquel día.
Finalmente, se debería mencionar que los nueve mandamientos que se repiten en las Epístolas no se dan como ley, sino como instrucción en justicia para el pueblo de Dios. En otras palabras, Dios no dice a los cristianos: «Si robas, estás condenado a muerte». O: «Si cometes un acto de inmoralidad, perderás tu salvación». Más bien dice: «Te he salvado por mi gracia; ahora quiero que vivas una vida santa de amor hacia Mí. Si quieres saber lo que espero de ti, lo encontrarás por todo el NT. Allí encontrarás nueve de los Diez Mandamientos repetidos. Pero encontrarás también las enseñanzas del Señor Jesús, que en realidad demandan una norma de conducta más elevada que la que demandaba la ley».
Así que Santiago no está realmente poniendo a los creyentes bajo la ley y su condenación. No está diciendo: «Si haces acepción de personas, estás quebrantando la ley y por tanto estás condenado a muerte». Lo que Santiago está diciendo es: «Como creyentes, no estáis ya más bajo la ley de esclavitud, sino que estáis bajo la ley de la libertad —libertad para hacer lo recto. La Ley de Moisés os exigía amar al prójimo, pero no os daba el poder, y os condenaba si fracasabais. Bajo la gracia, recibís el poder de amar al prójimo, y sois recompensados cuando lo hacéis. No lo hacéis a fin de ser salvos, sino porque sois salvos. Lo hacéis no por temor al castigo, sino por amor a Aquel que murió por vosotros y resucitó. Cuando estéis ante el Tribunal de Cristo, seréis recompensados o sufriréis pérdida en base de esta norma. No será cuestión de salvación, sino de recompensa». La expresión Así hablad, y así haced se refiere a palabras y a acciones. La profesión de fe y la vida deberían concordar. En el habla y en las acciones, los creyentes deberían evitar toda parcialidad. Estas violaciones de la ley de la libertad serán juzgadas ante el Tribunal de Cristo.
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