El salario de un religioso
Por: Mario E. Fumero
La Biblia enseña que el obrero es digno de su salario (1 Timoteo 5:18), sin embargo, la Biblia también establece que somos siervos de Jesucristo, y si partimos del concepto de siervo, se entiende que un siervo es un esclavo, una persona comprada por un amo para servirle, y en tal caso, ni siquiera tiene derecho a recibir las gracias por el trabajo que realiza (Lucas 17:9), así como, el siervo no se limita solamente a ciertas horas de trabajo, sino que va más allá de una jornada laboral no normal, e incluso debe atender a su amo hasta que este le manda a descansar. Esto es lo que enseña Jesús a sus discípulos en Lucas 17:7-10, lo cual son las condiciones del que sirve a Dios en el ministerio.
¿Cómo compaginar el concepto de asalariado, con el de siervo? No cabe duda que ambas terminología tienen connotaciones diferentes. El que recibe un salario cumple una jornada laboral determinada, tiene derechos, y a su vez no esta sometido a su jefe más allá de su jornada laboral, por lo tanto, no se le puede exigir más de lo que establece el contrato de trabajo. El asalariado trabajara para ganar un sueldo, su entrega al trabajo es una obligación de sustento, y simplemente se limita a hacer lo que tiene que hacer. Una vez terminado su horario, marca tarjeta y se va a su casa para vivir como le dé la gana. Un asalariado puede buscar otro trabajo que le depare más ingresos, y renunciar al que tenía. Un asalariado puede reclamar sus derechos laborales; sus vacaciones, su paga extra, su límite de horas de trabajo, y si trabaja más tiempo se le debe pagar horas extras, descanso en los feriados, prestaciones sociales y en caso de un abuso laboral, puede acudir a los tribunales laborales y demandar a su jefe. El asalariado difícilmente se sacrifica por su trabajo, y es más, cuando hay peligro y grandes dificultades, se va corriendo, abandonado su responsabilidad, y ni adiós le dice al que lo contrato ( Juan 10:13).
Sin embargo el concepto de siervo es muy diferente al de un trabajador, empresario, político, o cualquier otro menester laboral. Si Cristo nos ha llamado para servirle en su obra, su llamamiento es irrevocable y permanente (Romanos 11:29) y nos convierte en “SIERVO”.
Aunque el obrero necesita el sustento, y como siervo al servicio de la iglesia debe tener un salario, como dice la Palabra (1 Timoteo 5:18), lo que hace, no lo hace por la paga que recibe, sino por el amor y el llamamiento que recibió de Dios. Si ama lo que hace, estaría dispuesto aun al sacrificio, para servir a la grey. Esto lo enseño el apóstol Pablo, cuando escribió sobre su ministerio, al enfrentar la actitud negativa de algunos hermanos en la Iglesia de Corinto, los cuales no le apoyaron económicamente en su ministerio, y escribe en 2 Corintios 11:7-9: ¿Porqué yo humillándome a mí mismo, para que vosotros fueseis enaltecidos, por cuanto os he predicado el evangelio de Dios de balde? He despojado a otras iglesias, recibiendo salario para serviros a vosotros. Y cuando estaba entre vosotros y tuve necesidad, a ninguno fui carga, pues lo que me faltaba, lo suplieron los hermanos que vinieron de Macedonia, y en todo me guardé y me guardaré de seros gravoso”.
En el concepto de siervo del Señor nos convierte en mayordomo de su viña (Lucas 12:41-43), y como tal nos pedirá cuenta.
Nuestro trabajo y nuestro accionar no se limita a ocho horas, o simplemente a marcar una tarjeta, o al derecho de tomarse los días feriados oficiales, o limitar nuestro accionar a los deseos personales. Un siervo está disponible para servir a su Señor las veinticuatro horas, como lo hacen los pastores de un rebaño de verdad. Sirven a la grey con ganas o sin ganas, con paga o sin paga. Nuestro deber es servir con ánimo presto, no para obtener recompensa o reconocimiento alguno, y menos por ganancias deshonestas, como es el soborno o la extorción espiritual (1 Pedro 5:2).
El soborno es cuando condicionamos la predicación o el servicio para ministrar a cambio de ciertas dadivas o pagas, poniéndole precio al ministerio. Esto es algo común en los pastores estrellas y apóstoles moderno, razón por lo cual ellos se limitan a decir lo que a la gente les gusta escuchar, o condicionan sus enseñanzas a determinado número de persona, o cierta cantidad de dinero, por lo que preguntan ¿cuántos asistirán, y cuanto me pagaran? lo que los convierte en ministros corruptos. Sus mensajes son mas motivacionales y materialistas, que de confrontación contra el pecado.
Se considera soborno espiritual, cuando con sutileza, ofrecemos pactos, dádivas o bendiciones a cambio de dinero. Es intimidar a las personas con amenaza, juicio o castigo si no dan o hace lo que se les dice, o no me dan lo que yo le pida. Esta nueva corriente de extorsión, muy extendida entre los predicadores modernos, se le llaman “pactos de fe”, que se fundamenta en la falsa doctrina de la mal llamada “teología de la prosperidad”, o mejor dicho, “doctrina de la codicia y el materialismo salvaje” lo que convierte la iglesia en una bolsa de valores, y a Dios en el jefe de la bolsa, y ellos en los negociantes del reino. Te aconsejo que de tales personas huyas, para no caer en la doctrina falsa de Balaam.
Amigo lector, si vas a una Iglesia cuyo pastor no sea accesible, y no presente cuentas trasparentes de lo que entra y sale. Si en ese lugar no se dan las condiciones bíblicas correctas dadas por San Pablo cuando dijo en 1 Timoteo 6:11 “Mas tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre”. Si no ves estos elementos, sal corriendo, porque no estás en el lugar que Dios ha establecido para edificarte“. Toma nota.
Fuente:Unidos contra la Apostasía
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