EL
LEGALISMO
Por: Dr. Félix
Muñoz
11 Mirad
con cuán grandes letras os escribo de mi propia mano. 12 Todos los que quieren
agradar en la carne, éstos os obligan a que os circuncidéis, solamente para no
padecer persecución a causa de la cruz de Cristo. 13 Porque ni aun los mismos
que se circuncidan guardan la ley; pero quieren que vosotros os circuncidéis,
para gloriarse en vuestra carne. 14 Pero lejos
esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el
mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. 15 Porque en Cristo Jesús
ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación. 16 Y a todos los que anden
conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios. 17 De aquí en adelante
nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor
Jesús - GALATAS 6:11-17 (RVR).
Al terminar un estudio de
Gálatas, se podría llegar a la conclusión de que Pablo derrotó de tal manera a
los maestros del legalismo que esta cuestión debió dejar de perturbar a la iglesia
para siempre. ¡La historia y la experiencia demuestran lo contrario! El legalismo ha llegado a ser
una parte tan importante de la Cristiandad que la mayoría de sus componentes creen que
realmente es legítimo.
Sí, los legalistas siguen
con nosotros. ¿De qué otra forma podemos llamar a los profesos ministros de
Cristo que enseñan, por ejemplo, que se necesita de la confirmación, del bautismo
o de la membrecía eclesial para la salvación; que la ley es la regla de conducta del
creyente; que somos salvos por la fe pero preservados por las obras? ¿Qué es esto sino
el judaísmo introducido en el cristianismo, cuando se nos pide que aceptemos un
sacerdocio de ordenación humana con unas vestimentas distintivas, con edificios modelados en
base del templo, con sus altares tallados y elaborados rituales, y con un
calendario eclesial con su Cuaresma, sus fiestas y sus ayunos?
¿Y qué tenemos sino la
herejía de Galacia cuando se advierte a los creyentes acerca de que han de guardar el
sábado si han de salvarse al final? Los modernos predicadores del legalismo están haciendo
enormes penetraciones entre los que profesan fe en Cristo, y por eso debería
advertirse a cada creyente contra tales enseñanzas, e instruirlo acerca de cómo responder a las
mismas.
Los profetas del sábado en
general empiezan predicando el evangelio de la salvación por la fe en Cristo. Usan
amados himnos evangélicos para seducir a los incautos, y parecen poner mucho
énfasis en las Escrituras. Pero ante todo ponen a sus seguidores bajo la Ley de Moisés,
especialmente el mandamiento acerca del sábado. (El sábado es el séptimo día de la
semana.)
¿Cómo osan hacer esto, a
la luz de la clara enseñanza de Pablo de que el cristiano ha muerto a la ley? ¿Cómo
esquivan las claras declaraciones de Gálatas? La respuesta es que hacen una acusada
distinción entre la ley moral y la ley ceremonial. La ley moral es los Diez Mandamientos. La
ley ceremonial cubre las otras reglas dadas por Dios, como las tocantes a alimentos
impuros, a la lepra, a las ofrendas a Dios, y así.
La ley moral, dicen ellos,
nunca ha sido revocada. Es una expresión de la verdad eterna de Dios. Cometer
idolatría, asesinato o adulterio será siempre contrario a la ley de Dios. En cambio, la ley
ceremonial ha sido anulada en Cristo. Por ello, llegan a la conclusión de que cuando
Pablo enseña que el cristiano está muerto a la ley, se está refiriendo a la ley
ceremonial, y no a los Diez Mandamientos.
Por cuanto la ley moral
sigue en vigor, los cristianos están obligados a cumplirla, insisten ellos. Esto significa
que han de guardar el sábado, que no deben trabajar aquel día. Mantienen que uno de
los papas de la Iglesia Católica Romana ordenó el cambio de la observancia del sábado
al domingo, en una total violación de las Escrituras. Este razonamiento parece muy
lógico y atractivo. ¡Pero el rasgo que lo condena es que es totalmente
contrario a la palabra de Dios!
Observemos los siguientes
puntos:
1. En 2 Corintios 3:7–11, los Diez Mandamientos
son claramente declarados como «lo que perece» (RVR) para el
creyente en Cristo. En el versículo 7, la ley es descrita como «el ministerio de muerte
grabado con letras en piedras». Sólo podía referirse a la ley moral, no a la ceremonial.
Sólo los Diez Mandamientos fueron grabados en piedras por el dedo de Dios (Éx. 31:18). En el versículo 11 leemos que el ministerio
de muerte, aunque glorioso, perece.
Nada podría ser más decisivo que esto. El sábado no es vinculante para el cristiano.
2. A ningún gentil se le
mandó jamás guardar el sábado. La ley fue dada sólo a la nación de Israel (Éx. 31:13). Aunque Dios mismo
reposó el séptimo día, no mandó a nadie más que lo hiciese, hasta
que dio la ley a los hijos de Israel.
3. Los cristianos no
pasaron del sábado al primer día de la semana por ningún decreto de ningún papa. Separamos
el Día del Señor en una forma especial para el culto y servicio porque el Señor
Jesús resucitó de los muertos en aquel día, como prueba de que la obra de la redención
había sido consumada (Jn. 20:1). También era en aquel día que los primeros discípulos se
reunían para partir el pan, anunciando la muerte del Señor (Hch. 20:7), y fue el día señalado
por Dios para que los cristianos separasen sus ofrendas según el Señor les hubiese
prosperado (1
Co. 16:1, 2). Además, el Espíritu
Santo fue enviado del cielo en el
primer día de la semana.
Los cristianos no
«guardan» el Día del Señor como un medio para conseguir la santidad ni por temor al castigo;
lo separan por amante devoción a Aquel que se dio a Sí mismo por ellos.
4. Pablo no distingue entre
la ley moral y la ceremonial. Más bien, insiste en que la ley es una unidad total, y que
hay una maldición sobre los que tratan de alcanzar la justicia mediante ella, pero no
llegan a cumplirla en su totalidad.
5. Nueve de los Diez
Mandamientos son repetidos en el NT como instrucción moral para los hijos de Dios.
Tratan acerca de cosas que son inherentemente buenas o malas. El único mandamiento que
se omite es la ley del sábado. La observancia de un día no es inherentemente buena o
mala. No hay instrucción alguna a los cristianos acerca de guardar el sábado. Al
contrario, ¡la Escritura afirma de manera inequívoca que el cristiano no puede ser condenado por no guardarlo! (Col. 2:16).
6. La pena para observar
el Sábado en el AT era la muerte (Éx. 35:2). Pero los que insisten en que los
creyentes guarden el sábado en la actualidad no aplican la pena a los culpables. De este modo
deshonran la ley y destruyen su autoridad al no insistir en que se cumplan sus demandas. En
realidad están diciendo: «Ésta es la ley de Dios, pero no pasará nada si la
quebrantas».
7. Cristo, no la ley, es
la regla de vida del creyente. Deberíamos andar como Él anduvo. Esta es una norma aún más
alta que la que fue establecida por la ley (Mt. 5:17–48). Somos capacitados para
vivir vidas santas mediante el Espíritu Santo. Queremos vivir vidas santas porque amamos
a Cristo. La justicia exigida por la ley es cumplida por los que no andan conforme a la
carne, sino conforme al Espíritu (Ro. 8:4).
Así, la enseñanza de que
los creyentes han de guardar el sábado es directamente contraria a la Escritura (Col. 2:16), y es sencillamente
«otro evangelio», sobre el que la palabra de Dios pronuncia
una maldición (Gá.
1:7, 9).
¡Que cada uno reciba
sabiduría de Dios para discernir la mala doctrina del legalismo en cualquier manera en que
pueda aparecer! Que nunca busquemos la justificación ni la santificación por medio de
ceremonias ni de esfuerzos humanos, sino dependamos total y únicamente en el Señor
para cada necesidad. Recordemos siempre que el legalismo es un insulto a Dios porque
pone la sombra por la Realidad —el ceremonialismo en lugar de Cristo.
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