A medida que las autoridades las derriba, “reaparecen” en otros lugares. Pintadas en las camisetas blancas de los ciudadanos, colgadas de los coches, de las puertas de las casas. En las cimas de colinas.
La llaman la “Jerusalén de China” por sus numerosas iglesias, la insignia principal de la ciudad oriental de Wenzhou, donde desde hace meses la comunidad cristiana, asesorada por algunos abogados, combate con inusual determinación la demolición de las cruces de los templos por parte del gobierno.
A medida que las autoridades las derriba, “reaparecen” en otros lugares. Pintadas en las camisetas blancas de los ciudadanos, colgadas de los coches, de las puertas de las casas.
En las cimas de colinas.
Siempre en rojo y en gran tamaño, reemplazando de forma simbólica a las más de 1.500 cruces que las autoridades chinas han retirado desde julio de las iglesias de Wenzhou y de otros puntos de la provincia de Zhejiang, centro del cristianismo en China desde la llegada de misioneros occidentales en el siglo XIX.
“La resistencia está más extendida ahora que antes, y es mucho más difícil de suprimir”, asegura un pastor de Wenzhou a la página web China Change.org, y explica que, aunque antes se hallaba sólo en las iglesias, ahora se puede ver en muchos otros estratos de la sociedad, desde intelectuales a funcionarios o ricos empresarios.
Uno de los motivos de la escalada en la respuesta social es que, si bien en ocasiones anteriores, como el pasado año, el régimen comunista se centró en derribar algunas cruces tras echar abajo la imponente iglesia de Sanjiang, ahora la orden es demoler todas bajo el pretexto de una campaña de “embellecimiento” urbano.
“Ya no consiste sólo en derribar cruces, no sólo es sobre símbolos. Quieren atacar nuestras creencias”, añade el religioso bajo condición de anonimato.
Las reacciones han sido múltiples y en las más diversas formas. Desde la “toma” del tejado de una iglesia durante un mes por un grupo de creyentes para proteger la cruz del campanario, hasta el bloqueo con barricadas de piedras de las carreteras aledañas a iglesias para impedir el acceso a los agentes del gobierno.
O, incluso, a través de mensajes directos a las autoridades, como una audaz carta pública escrita por el Consejo de Cristianos de Zhejiang pidiendo que se pare la campaña.
Además, de forma inaudita, publica Radio Free Asia, las protestas surgen tanto de las iglesias “clandestinas”, en comunión con Roma y perseguidas por Pekín, como de las pertenecientes a la oficial Iglesia Patriótica Católica de China, que suele nombrar sus propios obispos y regula las actividades religiosas en el país asiático.
Ante la manifiesta determinación de los creyentes de Zhejiang, las autoridades chinas han intensificado su respuesta deteniendo la pasada semana a Zhang Kai, abogado que trabajaba pro bono asesorando a damnificados de Wenzhou, y a una docena de creyentes, predicadores y sacerdotes.
Detenciones que han despertado las críticas de algunas organizaciones, como Amnistía Internacional (AI), para la que Zhang es “una figura muy importante en la lucha contra la campaña sistemática contra el cristianismo en Zhejiang”, dice a Efe William Nee, de AI China.
Por su parte, Bob Fu, presidente y fundador de la asociación religiosa China Aid, con sede en EEUU, publicaba el viernes en las redes sociales que tales “detenciones arbitrarias presentan una nueva caída en el imperio de la ley en China”.
Pero la detención de Zhang, que se suma a la de una veintena de abogados de derechos humanos -sector con un importante índice de cristianos- y juristas que permanecen bajo arresto desde julio, no ha frenado el ímpetu de otros defensores de los templos de Zhejiang.
Las críticas, además, no vienen sólo del millón de cristianos que se estima que hay en Wenzhou, sino de parte también de otros creyentes del país, donde se considera que hay unos cien millones de cristianos, la mayoría protestantes, según las cifras más optimistas.
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