En una de las historias que contó habló del desafío de cambiar una de las tradiciones de la iglesia. En un proceso en que estaban remodelando algunas cosas en el edificio de la iglesia aprovechó para sacar la bandera de EEUU que había estado tanto tiempo cerca del púlpito. Habían varios miembros de la iglesia que eran veteranos de la segunda guerra mundial. Estaban perplejos y enojados. ¿Por qué había sacado la bandera de EEUU? El pastor era también estadounidense pero explicó que la bandera de un país no representa lo que es la iglesia.
La iglesia está compuesta de personas de diversas nacionalidades y el mensaje central de la iglesia no es un mensaje de un país en particular. Es un mensaje para todas las naciones y es un pueblo compuesto de todas las naciones. Si un extranjero entrara a la iglesia debe ver y escuchar un mensaje del reino de Dios y no pensar que el mensaje es un mensaje simplemente de esa nacionalidad. Me pregunto si en este punto el pastor pensó en la posibilidad de que en una iglesia congregacional perdería su trabajo y lo echarían por el tema de las bandera. Sin embargo, la iglesia sobrevivió esta “crisis.” Lo que hizo fue muy sabio y correcto.
La realidad es que nuestra identidad primordial como cristianos, como pueblo de Dios, como iglesia no tiene que ver con el pais en que nacimos ni con el club de fútbol que preferimos, ni el nivel ecónomico o la clase social a la que pertenecemos sino que nuestra identidad como hijos de Dios se encuentra firmemente arraigado en el evangelio. La Biblia describe en distintas ocasiones, en distintas maneras y con distintas analogías que somos extranjeros en este mundo, que nuestra ciudadanía es celestial. La realidad es que independientemente de nuestra nacionalidad y el pais en que vivimos en este momento somos extranjeros. Y cada vez más vivimos en una cultura poscristiana.
Quisiera invitarte a que junto a este artículo abras tu Biblia. Quisiera mostrarte algunas preciosas verdades del primer capítulo de Daniel.
¿Cómo vivimos en un mundo poscristiano?
Lo primero que aprendemos en este primer capítulo de Daniel es que como Daniel nosotros también vivimos en una tierra extranjera. Los primeros versículos nos ubican en el contexto.
“En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió.
Dan 1:2 Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios.” (Daniel 1:1-2)
La fecha es 605 a.C. Lo que Dios había prometido sucedió. La nación fue invadida. La nación se había entregado a la idolatría. Un ejemplo entre muchos fue lo que hizo el Rey Acaz. El libro de 2 Crónicas lo describe así,
“De veinte años era Acaz cuando comenzó a reinar, y dieciséis años reinó en Jerusalén; mas no hizo lo recto ante los ojos de Jehová, como David su padre. 2 Antes anduvo en los caminos de los reyes de Israel, y además hizo imágenes fundidas a los baales. Quemó también incienso en el valle de los hijos de Hinom, e hizo pasar a sus hijos por fuego, conforme a las abominaciones de las naciones que Jehová había arrojado de la presencia de los hijos de Israel.” (2 Crónicas 28:1-3)
Vez tras vez Dios envió profetas y advirtió a la nación para que se arrepienta y vuelva a Dios. El profeta Jeremías lo describe hacia el final del capítulo 7 (v. 23-31)
A pesar de las muchas advertencias de Dios el pueblo no escuchó y finalmente Dios mandó el juicio que había prometido. Por eso el versículo 2 del primer capítulo de Daniel nos aclara que esto no fue simplemente una victoria militar de Nabucodonosor. Fue Dios mismo que le entregó la victoria. Lo interesante es que Dios envío a su pueblo a estar cautivos a una nación que adoraba a otros dioses. Era una de las ciudades de más maldad en ese tiempo. Es como si Dios dijera, “¿Te gustan los ídolos?… Vamos a ver como te va en una nación entregada totalmente a la idolatría.” El comentarista Walvrood observa que es interesante que después del cautiverio babilónico no vemos indicios de que la nación esté tentada a adorar dioses extranjeros como lo era antes del cautiverio.
En el versículo 2 hace mención de “la tierra de Sinar,” Sinar es un término que en la Biblia está asociada con Babilonia, con la ubicación de la torre de Babel donde el hombre buscó independizarse de Dios. Zacarías habla de la maldad que un día regresará a la tierra de Sinar. En la Escritura el término Sinar se asocia con un lugar hostil a la fe.
Este es el contexto en que Daniel se halla. Va a pasar la mayor parte de su vida (probablemente desde los 15 hasta los 85) en una tierra extranjera. En una tierra hostil a su fe. ¿Pero saben que? Nosotros también pasamos toda nuestra vida en una tierra extranjera, hostil a nuestra fe. Jesús en el Nuevo Testamento nos dice que Su Reino no pertenece a este mundo y nosotros que hemos creído en Él somos de Su Reino. También nos dice en el Nuevo Testamento que el mundo nos odia como lo odio a Él (palabras fuertes, ¿no?). Somos extranjeros. Y de alguna manera cuando nos juntamos en la iglesia nos estamos juntando todos como extranjeros en lo que sería como la embajada de nuestro patria celestial. Nos fortalecemos al estar juntos escuchando y recordando las palabras de nuestro Rey antes de volver a salir a territorio extranjero.
Daniel era un extranjero viviendo en un contexto hostil a su fe pero Dios movió las circunstancias de tal manera que Daniel fue llamado a comprender y vivir en medio de la cultura en que estaba.
Esto nos lleva a nuestro segundo punto, “somos llamados a entender y vivir en medio de la cultura en donde estamos.” Miren conmigo como sigue el pasaje.
“Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, 4 muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos. 5 Y les señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía; y que los criase tres años, para que al fin de ellos se presentasen delante del rey. 6 Entre éstos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá. 7 A éstos el jefe de los eunucos puso nombres: puso a Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego.”
Lo que aprendemos en este pasaje es que Daniel se encontró llevado entre los cautivos es un programa de preparación para servir en la corte del Rey. La realidad es que Daniel y sus amigos no tenían decisión en esto. Se encontraban como parte del pueblo de Dios que por los pecados de su pueblo estaban bajo la disciplina de Dios.
No se mencionan otros nombres. Es muy probable que otros judíos que estuvieron ahí no aguantaron la influencia de Babilonia y abandonaron su fe. Daniel y sus tres amigos en contraste no dejaron su fe como vamos a ver en las próximas secciones del libro. También es probable que por los nombres que tenían (como Daniel que significa Dios es mi juez) que habían sido criados en familias piadosas. Y ahora su fue iba ser probado. Fueron llamados a vivir y entender la cultura en que estaban. Dios había permitido esto y tenía un propósito con esto.
Estaban en un proceso de recibir una educación de la mejor del mundo. Sería como si hoy estuvieran estudiando en Harvard, Cambridge, Oxford. En lo mejor que el mundo tenía para ofrecer. Uno de los padres de la iglesia, Jerónimo nos dice que ellos estudiaron para aprender de tal manera que pudieron refutar las creencias.
Dios también nos ha colocado en este mundo con un propósito. Jesús cuando oró por nosotros en Juan 17 pidió que Dios NO nos sacará de este mundo sino que podamos estar en este mundo sin ser de este mundo.
En distintas maneras Dios ha puesto a cada uno de nosotros en contextos distintos. Con vecinos, con familiares, con otros empleados, con amigos de la secundaria. Y ninguna de estas relaciones en que te encontrás existe por accidente. Dios te ha puesto ahí. Sos su hijo y has sido llamado a vivir en medio de este mundo. ¡Que Dios nos de ojos para ver las oportunidades a nuestro alrededor!
Filipenses p3:20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
Greg Travis se crió en México y Argentina como hijo de misioneros. Actualmente es misionero y pastor de la Iglesia Bíblica de City Bell, Argentina, y sirve en la capacitación de líderes y pastores. Está casado con Caro, y juntos tienen tres hijos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por comentar!
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.