Polémicas y Extremismo Religioso
Introducción
En 1978, la opinión pública mundial fue sacudida por
el reporte del suicidio colectivo de 914
personas en Jonestown, Guyana. Todos eran seguidores del reverendo Jim
Jones, quien también se autoinmoló. Desde entonces se ha observado una mayor
frecuencia de acontecimientos de este tipo o parecidos.
En marzo de 1993, más de 80 personas se suicidaron
junto con David Koresh, en Waco, Texas, por motivos religiosos (Gaustad,
1993:629). En 1994, el grupo esotérico La
Orden del Templo Solar sorprendió a los analistas sociorreligiosos al
efectuar varios suicidios diferidos en Suiza y Francia. Todos los participantes
eran seguidores del homeópata europeo Luc Jouret. Cuarenta y ocho murieron en
el primero de los sucesos y otros más posteriormente.
En el mes de noviembre de ese mismo año, las
autoridades de Ucrania impidieron el suicidio colectivo de los seguidores de
Marina Tsvygun, quien afirmaba ser la
reencarnación de Cristo. Fueron arrestadas 779 personas en Kiev. El
culto tenía en ese entonces 150 mil seguidores en la ex Unión Soviética y se
llama La Fraternidad Blanca.
terror religioso
El 20 de marzo de 1995, en Tokio, Japón, Shoko Asahara ordenó a sus
seguidores de la secta La Verdad
Suprema, colocar bombas con gas sarín neurotóxico en el sistema de
transporte del metro. El resultado: más de cinco mil intoxicados y doce personas
muertas. Seis semanas más tarde, los mismos adeptos de La Verdad Suprema (Aum Shinrikyo en japonés) perpetraron
un nuevo atentado terrorista en otra estación. Afortunadamente, hubo un retraso
en el mecanismo de la bomba y ésta pudo ser desactivada a tiempo. De no haber
sucedido esto, la mezcla de cianuro e hidrógeno que contenía el artefacto
explosivo hubiera privado de la vida en minutos a aproximadamente 20 mil
usuarios del tren subterráneo.
Los anteriores, son ejemplos claros de lo que son y
hacen algunas sectas destructivas extremistas a nivel internacional, las
cuales han llamado la atención de especialistas y medios de comunicación por
igual. Sin embargo, a pesar de su popularidad, representan tan sólo la punta
del iceberg. Solamente en la Unión Americana algunos analistas calculan que
existen tres mil grupos que pueden ser clasificados como sectas destructivas (Hassan,
1997). Cabe señalar que no todas tienen la capacidad para provocar actos
masivos de terrorismo como los que realizó La Verdad Suprema, o propósitos de inducir suicidios colectivos
como lo hizo Jim Jones. Hoy por hoy, la
violación, el abuso sexual de menores, el daño patrimonial a través del fraude
organizado y la inducción de distintas enfermedades mentales son algunas de las
prácticas más comunes en que día a día incurren cientos de grupos religiosos y
pseudo científicos que forman parte de una
nueva patología social.
la necesidad de un marco de concientización
para la sociedad
Dicha problemática, que según todos lo indicadores confiables llegó
para quedarse y tiende a crecer y a volverse más compleja, hace necesario tener
un marco de clasificación y metodología
de análisis para concientizar adecuadamente a la sociedad acerca de la
existencia de esta innegable realidad. El conocer las diferentes definiciones
que se manejan en este campo evitará que la sociedad, especialmente los medios
de comunicación, los líderes de opinión,
y académicos poco familiarizados con el tema, caigan en el extremo de catalogar
ligeramente como secta a cualquier agrupación, generando a su
alrededor un clima de intolerancia, rechazo y hostilidad.
Esto debe ser especialmente tomado en cuenta, ya que
tradicionalmente la palabra secta
tiene una connotación peyorativa en el sentido de herejía ideológica o heterodoxia
doctrinal (esto según la perspectiva de una u otra mayoría religiosa y
dependiendo del país que se trate). Sin embargo, la carga semántica negativa de
la palabra secta no sólo se ha hecho
más fuerte, sino cualitativamente distinta, a partir de 1978, año en que
ocurrió el ya citado suicidio colectivo encabezado por Jim Jones, en Guyana.
Desde entonces, la opinión pública mundial comenzó a percibir el significado de
la palabra secta como una agrupación antisocial, siniestra, de conducta
fanática y peligrosa. Es pues así, que hoy en día el concepto de secta trae a la memoria de millones de
personas, no sólo la noción de disidencia religiosa doctrinal, tampoco el
concepto más neutral de facción, sino, sobre todo, y conforme pasa el
tiempo, la idea anteriormente descrita.
¿minorías religiosas o sectas?
En este contexto, el calificar como secta a un grupo social conlleva una responsabilidad ética
importante, responsabilidad que no se puede descargar pertinentemente sin un
marco analítico correcto, ni repitiendo acríticamente los epítetos y nombres
que otros dicen sin entender realmente de lo que se habla. En otras palabras, ¿por qué clasificar, o
llamar sectarias a unas
organizaciones sí y a otras no? ¿Porque
lo dice la mayoría? ¿Porque se les llama así en la televisión o en la
radio? ¿Porque lo dice el cura, el
pastor, el intelectual de moda, o una u otra institución que estudia el campo
sociorreligioso? El periodista, el analista, el profesionista, el padre de familia
que llama secta a un grupo simplemente
porque oyó a alguien más clasificarlo así, no sólo actúa en forma irresponsable
y poco ética, sino que se convierte, en ocasiones, en títere de intereses
oscuros, en cómplice pasivo, quizás, de antagonismos religiosos cuya
profundidad no conoce, o de los intentos de estructuras de poder por
monopolizar las conciencias a través de la descalificación a priori de otras opciones de espiritualidad.
¿nuevos
movimientos religiosos?
Otro extremo en el que se evitará caer al tener un conocimiento
preciso de las definiciones en este campo, es el de intentar eliminar del lenguaje común el término secta, o en su caso autocensurarse en
cuanto a su uso. Hoy en día, algunas
corrientes ideológicas proponen precisamente esto, y demandan que se utilice exclusivamente
el término Nuevos Movimientos Religiosos
para referirse a cualesquiera organizaciones minoritarias, independientemente
de que constituyan o no un peligro verificable para la sociedad[1].
preocupación por la intolerancia
Algunos de los proponentes de la eliminación
del término secta del lenguaje
académico y de los medios de comunicación, se hallan preocupados por encontrar
un término neutral, que no implique juicios de valor sobre las creencias de uno
u otro grupo, ya que esto puede estigmatizarlos socialmente. La preocupación es
ciertamente loable, ya que religiones mayoritarias en diferentes partes del
mundo, utilizan como arma la palabra secta
para descalificar por igual a minorías religiosas de toda índole, por el sólo
hecho de no conformarse a los dogmas populares o de las religiones de Estado.
Esto sucede hoy, por ejemplo, en países islámicos, y ocurrió antaño en
Inglaterra cuando la Iglesia oficial, la Anglicana, persiguió a los cuáqueros.
El abuso en el uso del término secta,
ciertamente puede crear un clima de desconfianza, difamación y hasta de
agresión en contra de personas que
pertenecen a minorías religiosas. Más adelante se detallarán otras
consecuencias.
Sin embargo, y por más noble que sea la intención,
los líderes de opinión, especialmente algunos sociólogos, que pugnan, a veces
histéricamente, porque se elimine la palabra secta del ámbito de las clasificaciones, cometen en sus
planteamientos, errores elementales.
Primeramente, pasan por alto que, aunque la palabra
ha sido por mucho tiempo sinónimo de heterodoxia intelectual, esta
interpretación del concepto se ha restringido cada vez más a los ámbitos
religiosos. La realidad es que la sociedad occidental en general, percibe cada
vez más el término secta, como
representativo de conductas antisociales realizadas por organizaciones
engañosas que fomentan el fanatismo irracional y espiritualizan el delito.
secta: ¿disidencia ideológica o conducta
antisocial?
En otras palabras, la sociedad, cada vez más secularizada y
mediatizada, identifica frecuentemente la idea de secta con organizaciones como La Verdad Suprema o Koresh
y compañía, más que con Wycliffe y sus lolardos, o bien —desde el
punto de vista de la presente administración del Vaticano—con Leonardo Boff y
sus propuestas teológicas liberacionistas. Visto de esta manera, el énfasis
está sobre todo en el extremismo y en la conducta
antisocial, aunque se considere que en muchos casos ésta tenga una
motivante religiosa. En este contexto, antropólogos, sociólogos, psicólogos
clínicos y especialistas médicos, han aportado al campo del conocimiento
científico definiciones claras y actuales de
lo que constituye o no una secta,
acompañadas de criterios rigurosos para su clasificación.
A continuación exponemos esquemáticamente las principales definiciones
del término secta con un breve análisis de cada una.
[1] El
término Nuevos Movimientos Religiosos, de hecho, es a menudo impreciso.
No se puede aseverar que todos los grupos que se suelen denominar así sean nuevos.
Algunos son expresión de tradiciones muy antiguas.
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