Sectas
Destructivas:
Defendiendo
lo Indefendible
Dejando de lado por
las causas que en su momento se expusieron, la definición lingüística por literalista y la de uso cultural por arbitraria, y acotando a su propio ámbito las
definiciones teológicas, tenemos que
los criterios médicos, sociológicos y de los psicólogos clínicos nos ofrecen
parámetros bien definidos para hacer clasificaciones y analizar este tema con
bases científicas. Estas definiciones, y
los marcos analíticos que las acompañan, también se complementan, y a su vez
hacen posible el poner en marcha estrategias educativas para concientizar a la sociedad acerca de
la existencia y naturaleza de las sectas
destructivas.
Asimismo, estas definiciones aportan conocimientos al ámbito
jurídico a fin de perfeccionar leyes para que se proteja a la sociedad de
organizaciones criminales, religiosas y de otra índole, (pseudoterapéuticas
sería un ejemplo). La resolución del
Parlamento Europeo en 1984, para proteger a los ciudadanos de su jurisdicción
de las sectas destructivas es
un buen ejemplo de cuánto tiempo se lleva estudiando esta problemática en otros
países (Cultic Studies Journal, 1986:275-277).
Por otra parte, las definiciones teológicas pueden ser herramientas
para la educación en el ámbito familiar y eclesiástico, con el fin de prevenir
que las personas sean objeto de tácticas proselitistas poco éticas o
fraudulentas.
¿censura en nombre de la libertad?
Una definición bien
aplicada de lo que constituye una secta
destructiva es instrumento útil para prevenir a la sociedad al referirse
a grupos con conducta peligrosa o delictiva, que se amparan o utilizan las
creencias religiosas para violar las leyes y dañar a otros seres humanos. Este
uso del lenguaje es congruente con la aplicación sociolingüística de
calificativos como “mafia”, “crimen organizado”, “la delincuencia”,
“funcionarios corruptos” y otros, a determinados grupos, para distinguirlos del
resto de la sociedad con el fin de alertar a los demás acerca de la naturaleza
reprochable de sus actividades.
Así contextualizado, y aplicado a organizaciones que bajo engaños y
mediante el uso de pretextos de cualesquiera creencias religiosas, son
comprobablemente nocivas, el uso de la terminología secta destructiva, es legítimo, necesario y útil.
Líderes de opinión como Massimo Introvigne, en Italia, e
investigadores como el Dr. Shupe, en Estados Unidos, o Patricia Fortuny y
Roberto Blancarte, en México, han promovido la idea de utilizar un término
libre de juicios de valor sobre las creencias (Nuevos Movimientos Religiosos) para denominar a grupos minoritarios
y/o de reciente creación. Dicha postura pasa por alto, entre otras cosas, que
todas las sociedades civilizadas requieren necesariamente, adjetivos que contengan
juicios de valor acerca del comportamiento de individuos y
organizaciones independientemente de su orientación ideológica. Muchos
adjetivos del lenguaje español tendrían que dejarse fuera de circulación si
esto no fuera así, pues muchas palabras existen con el solo objetivo de
calificar el carácter y la conducta de individuos y grupos.
Ni la censura del lenguaje ni la eliminación de conceptos socialmente
útiles son solución al abuso que se
ha hecho del uso del término secta,
pues pronto se crearían otros
términos que sustituirían a los primeros. Tal es el caso de lo que sucederá con
la inviable propuesta de sustituir el término sectas por Nuevos Movimientos
Religiosos. Sencillamente, en un
futuro la carga peyorativa y simbólica del concepto de secta se transferirá entera al de Nuevos Movimientos Religiosos y lo sustituiría en la praxis como
adjetivo calificativo. Un problema adyacente es el que al estandarizar el nombre de Nuevos
Movimientos Religiosos a todas las minorías o grupos de reciente creación,
ocurrirá que aquellos que aunque con
creencias peculiares, no constituyen un peligro social, estarán en el mismo
saco con los de conducta delictiva. Así, tendrán que cargar con las cuentas
pendientes y pésimos antecedentes de los Jim Jones, los Shoko Asahara y grupos
satanistas asesinos como los de Charles Manson.
Al fin y al cabo todos se considerarían Nuevos Movimientos Religiosos. Esto, obviamente, es poco equitativo para las minorías o nuevas opciones que desean construir su reputación con base en su propia actuación, y se seguirá prestando para provocar confusión y generar intolerancia contra ellos. Al mismo tiempo, los beneficiados serán precisamente los conocidos grupos de comprobada conducta antisocial y explotativa que evitarán el nombre de sectas, comenzando así a limpiar su imagen pública sin necesidad de corregir su conducta. Simultáneamente quedarán parapetados entre muchos otros grupos, mediante el uso de la clásica falacia de transferencia, para absorber la credibilidad que otras organizaciones pudieran construir con base en sus propios méritos, al mismo tiempo que intentarán diluir entre muchos la pésima reputación que se han ganado a pulso.
Al fin y al cabo todos se considerarían Nuevos Movimientos Religiosos. Esto, obviamente, es poco equitativo para las minorías o nuevas opciones que desean construir su reputación con base en su propia actuación, y se seguirá prestando para provocar confusión y generar intolerancia contra ellos. Al mismo tiempo, los beneficiados serán precisamente los conocidos grupos de comprobada conducta antisocial y explotativa que evitarán el nombre de sectas, comenzando así a limpiar su imagen pública sin necesidad de corregir su conducta. Simultáneamente quedarán parapetados entre muchos otros grupos, mediante el uso de la clásica falacia de transferencia, para absorber la credibilidad que otras organizaciones pudieran construir con base en sus propios méritos, al mismo tiempo que intentarán diluir entre muchos la pésima reputación que se han ganado a pulso.
Los sociólogos que intentan imponer una “censura en nombre de la
tolerancia” para eliminar el concepto de secta
y sustituirlo por Nuevo Movimiento
Religioso, deben añadir a sus buenas intenciones de evitar la
discriminación religiosa, una medida de reflexión cuidadosa antes de promover
propuestas como éstas, pues precisamente lo que intentan evitar, es lo que
terminarán logrando, amén de fomentar la impunidad de aquellas sectas
destructivas que ya violan la ley y los derechos humanos.
estándar
filosófico o científico
El argumento más
plausible que podrían esgrimir para instrumentar esta propuesta sería decir que
los lexemas para describir a determinados grupos sociales nunca deben hacer juicios de valor en cuanto a la legalidad o resultados de su conducta. En tal caso, se estaría fomentando la
anarquía a través del relativismo ético, proveyendo de un parapeto ideal a
grupos criminales a expensas de la seguridad de la sociedad, la cual tiene
derecho a estar informada acerca del carácter y antecedentes de cualquier
institución —religiosa o no— que sea nociva y que presente sus propuestas sin
transparencia, violando el derecho a la información.
Finalmente, quienes afirman que siempre
es incorrecto, erróneo o nocivo el utilizar el término secta, ya están haciendo un juicio de valor, basados en un código
de ética con conceptos fijos de bien y mal. ¿En dónde queda allí el relativismo
moral? Es bastante relativo.
La incongruencia se evidenciaría aún más si los apologistas de las sectas destructivas argumentaran que en todo caso no saben si sería
correcto o no llamar a los grupos sectas
o Nuevos Movimientos Religiosos. Pero
quien no tiene parámetros éticos definidos, ¿cómo puede señalar que es impropio usar un vocablo?
Como vemos, detrás de algunos —que no de todos— de los que proponen estandarizar el nombre Nuevos Movimientos Religiosos para
referirse a todos los grupos
religiosos no mayoritarios de reciente creación, independientemente de su
conducta social, parecen estar disfrazadas posiciones más bien filosóficas que
científicas. Dejando de lado las intencionalidades, sólo una ideología basada
en el relativo relativismo ético,
acompañada de una buena dosis de romanticismo,
puede hacer que se oscurezca a tal grado el raciocinio como para proponer
una medida inequitativa y absurda que intenta combatir la intolerancia mientras
genera impunidad y más intolerancia, además de no prever la inviabilidad a
futuro de una propuesta formulada tan a la ligera.
la propuesta del dr. masferrer
Si de verdad se busca
un término “neutral” para referirse a minorías religiosas, la propuesta del
antropólogo Elio Masferrer parece mucho más acertada. El Dr. Masferrer,
profesor e investigador de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en
la ciudad de México, utiliza el término genérico sistemas de creencias
(Masferrer, 2000). El término anterior, aunado al de “minorías religiosas”,
cuando se desea enfatizar la dimensión cuantitativa en relación a las
estructuras religiosas dominantes, es mucho más adecuado que el impreciso y
problemático Nuevos Movimientos Religiosos.
¿Investigadores
sociales en la nómina de las sectas?
El intento por
sustituir secta por Nuevos Movimientos Religiosos por secta está
apoyado, entre otros factores, por un poderoso lobby, financiado
por organizaciones sectarias internacionales como los moonies, La Luz del Mundo y otros. Es una
estrategia para tratar de “limpiar imagen” a través de censurar la libertad de
expresión y el derecho a la información. Una maniobra clásica de los sistemas
totalitarios. Simultáneamente, los científicos sociales que utilizan el término
secta para referirse a minorías religiosas que explotan, violan o
comenten abusos sexuales en el nombre de Dios, son calificados por los
apologistas de sectas destructivas —cuyo propósito es desacreditarlos— como “intolerantes”. Es un hecho bien
documentado que mediante fuertes cantidades de dinero, promesas de proporcionar
acceso a información exclusiva y viajes de lujo con todo pagado, organizaciones
como éstas han influido en algunos investigadores para que los ayuden a
quitarse “el estigma de secta”, logrando que se les defienda en público y se
les apoye en maniobras clásicas de victimización (Beit-Hallami, 1997).
Este fenómeno ocurre sobre todo en el ámbito de la academia y de la
opinión pública. Intelectuales, publicistas e investigadores vinculados
sentimental o económicamente (o ambos), a sectas destructivas pretenden
descalificar a quienes utilizan el término secta, con diversos
argumentos. Cuando el apologista de las sectas resulta ser además un académico
influyente, o cuando son varios, se trata de crear una atmósfera de presión
hacia investigadores jóvenes y líderes de opinión menos informados. La idea es
hacer ver que está pasado de moda o
“que es políticamente incorrecto” o “poco serio” el utilizar la palabra secta
por razones ya anteriormente refutadas. El propósito es crear conformidad
intelectual y limitar la discusión por medio de la presión grupal y la
descalificación. En contraste con la posición maniquea de los apologistas de
las sectas, Masferrer ha comentado acertadamente más de una vez que “la
tolerancia religiosa no se construye afirmando acríticamente que todas las
minorías religiosas son buenas”.
Defendiendo lo indefendible
Lamentablemente y por
razones comprensibles, muchos líderes de opinión e intelectuales no están al
tanto de los vínculos económicos entre sectas destructivas e investigadores de
la religión, y se pueden prestar involuntariamente a campañas de lavado de
imagen institucional. Esta situación es altamente lesiva para los intereses
de la sociedad, de la academia misma, y en especial de los feligreses sectarios
que son objeto de crímenes y diversas violaciones a los derechos humanos. Si el
movimiento del reverendo Sung Myung Moon desea dejar de ser clasificado como
secta destructiva por psiquiatras, sociólogos y psicólogos, debe comenzar por
hacer explícitos sus bien documentados nexos con dictadores militares de
Sudamérica, la venta de armas, y asumir responsabilidades por la base
explotativa sobre la cual construyó su imperio financiero mundial.
Debe también
establecer mecanismos de rendición de cuentas y clarificar innumerables
denuncias de abusos a los derechos humanos y clarificar sus finanzas turbias.
Si los líderes de La Luz del Mundo, en México, no desean seguir siendo el
paradigma por excelencia de una secta destructiva, necesitan reconocer y cesar los
abusos sexuales rituales contra niñas que su máximo líder, Samuel Joaquín, ha
institucionalizado y sacralizado con la complicidad de un nutrido grupo de
colaboradores. Asimismo, los Testigos de Jehová necesitarían hacer las
modificaciones dogmáticas necesarias para que dejen de morir menores de edad en
su agrupación por obstaculizar y prohibir las transfusiones de sangre, y
cambiar su estructura de gobierno autoritaria, entre otras cosas.
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