¿DE QUIEN TUVO TEMOR CAIN?
Por: Samuel Vila
Si Caín y Abel fueron los
primeros hijos de Adán y Eva, ¿de quién tuvo temor Caín al decir cualquiera que
me hallare me matará?
Desde el punto de vista de los
predicadores evolucionistas la respuesta es fácil, ya que suponen que Adán no
fue el primer hombre sobre la tierra. Pero nuestra respuesta es desde el punto
de vista bíblico, y, en este caso, lo mismo que en la pregunta sobre ¿con quién
se casó Caín?, la respuesta es el versículo 5 de este capítulo que dice que
Adán tuvo hijos e hijas. Sabemos que habían pasado 130 años desde la creación
de Adán, comparando Génesis 4:20 con este pasaje. Si Adán cumplió desde el primer
año de su vida la orden divina de «creced y multiplicaos», pudo haber tenido muchos
hijos y nietos en más de un siglo. Según este texto, Abel y Caín no fueron los
únicos hijos de la primera pareja, como se piensa comúnmente.
La pregunta es, pues: ¿Por qué
tenemos la historia de estos dos hijos de Adán con tanto detalle, y no aparecen
sino por referencia todos los demás? Ya lo hemos indicado al hablar del
Sacrificio Redentor, del que probablemente Dios enteró a Adán con más extensión
de lo que parece. Caín y Abel son tipos representativos del hombre que obedece
a Dios y del que trata de hacer las cosas a su manera, y por eso tenemos la
historia del primer asesinato en el mundo, como un aleccionador ejemplo. En
aquel primer siglo es seguro que todos los hijos de Adán se consideraban
hermanos y no había habido ningún aten- tado terrorista.
Caín fue el primero en levantar
su mano en contra un hermano, y este mismo hecho histórico es suficiente para
el detalle con que nos es referido. Hebreos 11:4 nos amplía un poco la visión
del carácter de Abel, como un hombre justo y temeroso de Dios, lo que hace más
propio que su muerte alevosa haya quedado consignada en las Sagradas
Escrituras. Caín temería, pues, de alguno de sus parientes que se habían
esparcido sobre la tierra, aunque probablemente no muy lejos de Mesopotamia, y
la misma impresión que debía producirle ver a su hermano inerte, tras haberle
herido le inducía al temor de que a él le pudiera ocurrir lo mismo.
Acerca de la marca que Dios le
puso se han hecho muchas hipótesis. Puesto que los hombres en aquel tiempo no sabían
leer, no podía ser una prohibición escrita; por esto los exégetas del texto
sagrado opinan que la marca era más bien una señal de una promesa de Dios para
la propia seguridad del delincuente, que un mandato a sus contemporáneos. Del
mismo modo que el arco-iris era una señal de la promesa de Dios para Noé de que
no habría otro diluvio. Pero, ¿en qué consistía la propia señal? Los antiguos
padres de la Iglesia dicen que la señal era un continuo temblor en todo su
cuerpo, acompañado de un semblante atroz que daba a conocer la agitación de su
conciencia. En tal caso la misma señal era un castigo para Caín.
La señal de Caín, fuera lo que
fuera, era con todo una seguridad para el propio malhechor de que la sangre de
su hermano no sería vengada inmediatamente, así Dios concedía al primer
criminal un plazo para un posible arrepentimiento y perdón mediante el
prometido Redentor, simbolizado por el mandato de sacrificios sangrientos. Esto
sin duda expresa el ver. 7. Muchos exégetas entienden: «El que lleva el pecado»
en esta enigmática expresión. Dios no podía decirlo claramente a Caín antes de
cometer su crimen para no alentarlo al mismo, pero nos lo da a en- tender a
nosotros; que aun para el primer homicida habría habido perdón, como lo ha habido
para millares de criminales que se han arrepentido a través de los siglos y se han
acogido a la muerte redentora de Jesucristo. Debemos tener en cuenta que en
aquellos tiempos los hombres tendrían absoluta fe en que el Ser misterioso que había
tratado con el patriarca Adán como una teofanía visible, era poderosísimo y su
palabra se cumplía. Pero una cosa es fe y otra obediencia. Todo el relato
muestra que Caín tenía fe en Dios, pero como la de los demonios; en cambio,
Abel tenía una fe obediente. Por esto, en Hebreos 11, nos es puesto como un
ejemplo de fe.
En la Biblia traducida por
Petisco-Torres Amat hallamos la siguiente nota: «Los padres creen que esta
señal fue un temblor de todo su cuerpo acompañado de un semblante atroz, que daba
a conocer la agitación de su conciencia.» (La Sagrada Biblia, pág. 7, nota 15.)
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