EXTERMINIO DE LOS GENTILES
Por: Smuel Vila
«Ninguna persona dejarás con
vida.» (Deut. 20:16)
Una de las mayores causas de
tropiezo para muchos lectores de la Biblia, y motivo de aparente triunfo de los
enemigos de ella, ha sido la orden dada por Dios de exterminar a ciertas gentes sin respetar sexo
ni edad. «Empero de las ciudades de estos pueblos que Jehová tu Dios te da por
heredad, ninguna persona dejarás con vida; antes del todo los destruirás: al
heteo y al amorreo y al ca--neo y al phereseo y al heveo y al jebuseo, como Jehová
tu Dios te ha mandado.» (Deut. 27:16, 17.) En cuanto a otras ciudades, se
ordenó que si pedían paz se les concediera paz y respeto a todos los
habitantes, pero si hicieran guerra a los israelitas, se destruyese a los
varones adultos, pero se perdonaría a las mujeres y niños. (Deut. 20:10, 15.)
Esto respecto a las ciudades lejanas; pero los habitantes de las ciudades que
habían de ocupar los israelitas se debían exterminar por completo. ¿Cómo
conciliar estas órdenes crueles con la doctrina tan claramente explicada en el
Nuevo Testamento, a saber, que «Dios es amor»? Se dice que estos mandamientos
no procedían de Dios y que se equivoca el Antiguo Testamento al afirmar que
procedían de Dios. ¿Qué decir a esto?
En primer lugar que la ocupación
de Canaán por los israelitas y la destrucción de los pueblos cananeos
(incluyendo a los poderosos hittitas —o héteos—) que la habitaban, fue una
acción divina bien manifiesta, pues la arqueología y los documentos históricos
más antiguos, como las cartas de estos poderosos pueblos cananeos a Egipto,
recientemente descubiertas, lo prueban contundentemente. Podemos decir, hoy
como nunca, que las declaraciones de los espías que Moisés envió a explorar la
tierra de Canaán 40 años antes de su ocupación (números 13:32-33) no fueron
ninguna exageración motivada por el temor, según decían los escépticos del
siglo pasado, sino que las investigaciones arqueológicas e históricas las han
acreditado, precisamente en esta última parte del siglo xx.
Solamente una serie de milagros sobrenaturales
podían hacer que los israelitas, un pueblo de esclavos escapado de Egipto,
reducidos a la desventajosa situación de beduinos por 40 años, pudieran vencer
a tales pueblos poderosísimos y bien pertrechados con carros herrados de
combate y todos los demás elementos guerreros de aquellos tiempos. Este hecho histórico,
confirmado recientemente, acredita nuestra fe en el contenido de las Sagradas
Escrituras como libro auténtico, e inspirado por Dios. En segundo lugar,
sabemos que estos pueblos eran tan poderosos materialmente, como moralmente
degradados. Ya en tiempos de Abraham y Lot la degeneración sexual de Sodoma y
Gomorra había generado un pueblo de proxenetas, que ha dado su nombre al vicio
degenerativo del tercer sexo (véase Génesis 19:8). Expertos en eugenesia han
dicho que si las ciudades de la antigua llanura del mar muerto no hubiesen sido
destruidos por fuego en días de Hammurabi y Abraham, se habrían destruido ellos
mismos en pocas generaciones a causa de su vicio generativo. Sin embargo,
leemos que Dios dijo que en sus días no había la maldad del Amorreno, que
habitaba un poco más al norte, en la tierra prometida a Abraham, llegado
todavía a su colmo como para ser destruido (Génesis 15:16). Así fue, empero, en
los días de Moisés y de Josué.
Era preciso extirpar la gangrena en todas sus
fibras. Operar un cáncer es obra terrible, obra que debe repugnar a cualquier
cirujano, pero a menudo operar un cáncer es un gran beneficio. Así el
exterminio de los cananeos fue la obra más bienhechora que Dios pudo ordenar
para bien de la raza humana, fue la operación quirúrgica para la bendición de
la población humana en un punto neurálgico de la tierra habitada, en el centro
de tres continentes. En tercer lugar debemos decir que para Dios la muerte no
es lo mismo que para nosotros. Para el Creador y sus ángeles, los hombres y
mujeres de este mundo somos como reses destinadas al matadero; todos tenemos
que morir; por consiguiente, el que sea unos años más pronto o más tarde, no
tiene tanta importancia para Dios como para nosotros, que no vemos más que este
lado de la vida, los pocos años que estamos aquí. En cambio para el Omnisciente
Creador, lo que está al otro lado de la muerte es mucho más importante que lo
que tiene lugar en este mundo. Por esta misma razón el exterminio de los hijos
de los cananeos no sólo fue una misericordia para el mundo de su época, sino de
un modo particular para los niños de aquella
generación.
Si se les dejaba vivir les
aguardaba una vida degenerada; en cambio, al ser exterminados, les salvaba de
su condición depravada, y lo que les aguardaba después de la muerte no era la
perdición (Mateo 19:14). Aún hoy día, tan grande es la desgracia de los nacidos
en los bajos fondos de las grandes ciudades, que no faltan personas misericordiosas
que piensan que son realmente favorecidos los niños que mueren en la infancia.
Bien, dirán algunos, pero ¿por qué no fueron exterminados por una peste o un
terremoto, mejor que por las manos de los israelitas? A esta pregunta tenemos
una doble respuesta: 1.° Que Dios no quería el exterminio masivo de aquellas
gentes por la espada de los israelitas, sino su desalojamiento del territorio
que había prometido a Abraham. El pueblo cananeo podía haber huido a territorio
inocupado, fuera del área que Dios había dado a Israel. Supieron por 40 años
que los israelitas estaban viniendo, y habían oído acerca de los milagros que
Dios hizo por ellos en Egipto, pero aparentemente pensaron que sus propios
dioses podrían ayudarles a vencer a los invasores. Sabemos, por otra parte, que
un buen número de ellos, aguijoneados por otros medios más suaves, y habiendo
oído y creído en el poder del Dios de los hebreos, se alejaron prudentemente de
aquel lugar durante los 40 años de prueba (véase Éxodo 23:38 y Deuteronomio
7:20), y embarcándose por el Mediterráneo llegaron a las costas del norte de
Africa donde constituyeron el poderoso pueblo cartaginés, que un día disputó a
Roma el dominio del sur de Europa, y tuvo en jaque a esta gran nación
conquistadora durante siglos.
Probablemente fueron las familias
más temerosas del Dios de los hebreos, como por ejemplo ocurrió con la familia
de Rahab la posadera, mientras que los más recalcitrantes e incrédulos se
quedaron en la tierra, pensando que el poder de sus horripilantes y crueles
dioses, como Moloch, Baal, Remphan, etc., serían más poderosos que el Jehová de
los israelitas. En cuanto a por qué Dios puso en manos de los israelitas la
ejecución de su sentencia de muerte sobre aquellos recalcitrantes pobladores de Canaán, podemos
decir dos cosas: 1.° Por qué aquella serie de milagros que representaba la
caída de tan poderosos pueblos en sus manos, como lo que ocurrió en el caso de
Jericó, sería una lección para los protagonistas acerca del poder invencible de
su Dios. Debemos tener en cuenta que los mismos israelitas estaban pasando su
curso de educación para años futuros. Por ese método se producía en ellos una
profunda impresión de la santidad de Dios y su odio al pecado.
Se les dijo
claramente que al ejercitar los juicios de Dios sobre los cananeos lo habían de
hacer «para que no os enseñen a practicar todas sus abominaciones que ellos
hacen a sus dioses» (Deuteronomio 20:8). En realidad, por no exterminarles del
todo, fueron contagiados los mismos israelitas de su corrupción. ¿Y por qué
habían de ser perdonadas las mujeres jóvenes y vírgenes? Los incrédulos se han
imaginado que estas niñas se habían de perdonar para objetos de vicio (Deut.
20:10-15; Núm. 31:21-35). «Para el impuro, todo es impuro» (Tito 1:15); pero la
Biblia nos enseña todo lo contrario, a saber: cuando los israelitas se
atrevieron a entregarse a la impureza con las hijas de Moab fueron
ejemplarmente castigados con la muerte. (Núm. 25:1-9.) Fueron también muertas
las mujeres envilecidas en Madian (Núm. 31:17), reservándose las niñas no
contaminadas, no para servir a la brutalidad, sino para ser educadas para ser
esposas y madres en Israel, y algunas lo fueron de personajes notables y aun de
reyes. Hay que tener en cuenta que el carácter femenino es más dúctil, sobre
todo en aquellos tiempos en que las mujeres eran mucho más ignorantes e
infantiles que en nuestros días.
Pero, ¿los niños? ¿No se les
podía haber perdonado? Cualquiera que haya tratado a los hijos de padres
depravados sabe perfectamente bien cómo los vicios practicados durante
generaciones por los padres, aparecen en los hijos, aun cuando se les separa de
los malos alrededores, y se les coloque en las condiciones más favorables. Por
el poder regenerador del Evangelio este mal se remedia, pero esas gentes vivían
muchos siglos antes de proclamarse el Evangelio. Si se hubiese perdonado a los
niños varones, éstos, al hacerse hombres, habrían guardado el rencor contra los
que exterminaron a sus mayores y buscando a niñas de su propia raza habrían
engendrado una generación enemiga de Israel y ávida de venganza. Lo que está
ocurriendo hoy con los palestinos.4 Finalmente, el propósito divino para con
Israel no era meramente su bendición como pueblo escogido, sino la de todas las
naciones. Dios estaba educando un pueblo para que fuera una bendición a todos
los pueblos de su alrededor y de la tierra (Génesis 2:3, 18:18, 22:18, 26:4).
Este propósito inicial no se cumplió en cuanto a Israel a causa de su dureza de
corazón, pero ha sido cumplido plenamente en Cristo (Romanos 11:36).
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