Un sano equilibrio:
La actitud hacia el
débil en la fe
Por: Dr. Félix Muñoz
“Recibid al débil en la fe, pero no para
contender sobre opiniones – Rom 14:1 (RVR)”.
Como es de costumbre, es sumamente importante
hacer una observación de cada punto contextual, tanto inmediato, literario como
histórico cultural gramatical para comprender de forma sana el mensaje
expresado en las mismas Escrituras.
Escrito en el 57 d.C. desde Corinto, utiliza el
mismo ejemplo de tal ciudad y la conducta de los creyentes de la región (la
cual era una sumamente desorganizada) para llevar el mensaje a la Iglesia en
Roma. Los
puertos de Corinto no solo convirtieron a la ciudad en un importante
centro marítimo, sino que también la hicieron florecer económicamente. Por un
lado, como el tráfico marítimo atraía el comercio, los corintios lograron
amasar enormes fortunas cobrando elevadas tasas en los puertos y cuotas por el
transporte de mercancías y barcos a través del díolkos. A esto
se sumaban los impuestos al tránsito por tierra. Tantos eran los ingresos estatales
recaudados en los mercados y los puertos, que a finales del siglo VII antes de
nuestra era se eximió a los ciudadanos corintios de pagar impuestos.
Otra
fuente de ingresos la constituían los mercaderes que había en la ciudad, muchos
de los cuales se hicieron conocidos por su afición a los lujos desmedidos
y a las juergas inmorales. Los marineros que acudían a Corinto también la
enriquecían, pues, derrochaban su dinero. Además, la ciudad ofrecía multitud de
servicios, entre ellos la reparación de barcos.
Por
otro lado, Corinto era una ciudad que albergaba gente de diversos orígenes,
pues en ella convivían griegos, romanos, sirios, egipcios y judíos.
Se cree que en tiempos de Pablo tenía unos 400.000 habitantes, cantidad
que solo superaban Roma, Alejandría y Antioquía de Siria. A través de sus
puertos llegaban constantemente viajeros, asistentes a los juegos atléticos,
artistas, filósofos y hombres de negocios, entre otros, que hacían ofrendas y
sacrificios en los templos. Todo esto convertía a Corinto en una bulliciosa y
activa metrópolis.
“No es extraño que Corinto, situada entre
dos puertos, se hiciera una ciudad cosmopolita, teñida de los vicios de las
naciones extrañas, cuyos barcos anclaban en sus puertos”. Así es, en Corinto
coincidían todo tipo de vicios y debilidades de Oriente y Occidente.
En medio de tanta decadencia moral y lujo desvergonzado, la ciudad se
convirtió en la más inmoral de la antigua Grecia. Tanto fue así que vivir como
los corintios —o “corintizarse”, como se decía entonces— equivalía a llevar una
vida depravada.
Pablo utilizó el ejemplo de la misma para dar
entender a los creyentes en Roma su comunicado. Pablo había finalizado su
trabajo en el Oriente y pensaba visitar Roma rumbo a España, después de
entregar la ofrenda a los creyentes con escasos recursos económicos de Jerusalén
(Rom. 15:23-28), la mayoría de los que confirmaban la iglesia en Roma eran judíos,
y el otro número era gentil. Pablo presenta en esta carta una declaración organizada
de la fe que Dios desea.
Según el contexto inmediato, organiza claramente
el expuesto para comprensión del mensaje de esta forma:
A)
Absoluta sumisión a Cristo y el servicio al prójimo
(Rom. 12:3-8).
B) Amar de verdad a los demás (Rom. 12:9-21).
C) Como ser buenos ciudadanos ejemplares (Rom. 13:1-14).
D)
Como conducirse en la libertad con amor y comprensión
(Rom. 14:1-15:4).
El esquema pleno de la carta está dividido en:
A)
Que creer (1:1-11:36).
1) El problema del pecado.
2) El perdón del pecado.
3) Libertad del dominio del pecado.
4) Pasado, presente y futuro de Israel.
B) Cómo comportarnos conforme lo que se cree (12:1-16:27).
1) Las responsabilidades del creyente.
2) Recomendaciones personales de Pablo.
Esta carta resalta:
A)
El pecado.
B) La salvación.
C) Crecimiento en madurez.
D) La soberanía Divina.
E)
Y el servicio cristiano correcto.
Pablo trata importantes principios para la conducta
y proceder del pueblo de Dios en el tratamiento de cuestiones de importancia
secundaria. Estas son de las cosas que a menudo causan conflicto entre los
creyentes, pero tal conflicto es totalmente innecesario.
Un creyente débil es aquel que tiene escrúpulos
sin fundamento acerca de cuestiones de importancia secundaria. En este
contexto, se trataba a menudo de un judío convertido que tenía aún escrúpulos
acerca de comer alimentos no kosher (impuros) o de trabajar en día de sábado.
El primer principio es éste: un creyente débil debería ser acogido en el
círculo local de comunión, pero no con la idea de involucrarlo en disputas
acerca de sus excesivos escrúpulos. Los creyentes pueden tener una feliz
comunión sin estar de acuerdo en temas no esenciales.
¿Quién es débil en
la fe y quién es fuerte? Todos tenemos debilidades y fortalezas en
nuestra fe. Los puntos fuertes son las áreas en que nos relacionamos con los no
regenerados sin involucrarnos en sus prácticas pecaminosas. Y nuestros puntos débiles
son las áreas en que nos vemos obligados a evitar ciertas cosas, actividades,
personas, lugares o cosas, a fin de proteger nuestra vida espiritual. Es importante
examinar, reconocer y separar cuales son las fortalezas y debilidades. En caso
de duda podemos preguntarnos ¿puedo hacer tal actividad sin pecar?, ¿puedo
ser de influencia para bien de otros en vez de que otros influyan mal en mi?.
En nuestros puntos fuertes,
no debemos temer contaminarnos por el mundo; más bien podemos involucrarnos en
el servicio a Dios, en cuanto a los puntos débiles, se necesita ser más
cauteloso que en cuanto los fuertes. Si tenemos una fe fuerte pero se
sobreprotege entonces imposibilitamos la obra de Dios en nuestra vida y a través
de ella para mostrarlo a Él al mundo, si se tiene una fe débil y no se protege,
seremos sumamente necio y de igual forma seremos de inutilidad a la gloria de Dios
por necios.
¿Qué es tener una fe
débil? Es tener una fe inmadura, que aún no es lo suficientemente estable
para enfrentar las pasiones y conflictos internos. Por ejemplo: un creyente que
antes rendía culto a los ídolos podría comprender que Cristo lo salvo mediante
el depósito de su fe en Él y que los ídolos no tienen poder alguno. Sin embargo,
debido a sus prácticas pasadas, comer carne ofrecida a ídolos podría perturbarlo
seriamente. De manera similar, un creyente que antes de su nuevo nacimiento celebraba
las festividades judías podría comprender muy bien que Cristo le salvó mediante
el depósito de su fe en Él y no por guardar la ley. Sin embargo, en los días de
los festivales judíos podría sentirse vacío e infiel si no le dedicara esos días
a Dios. Problemáticas similares ocurrían en la iglesia en tales tiempos.
El creyente maduro
debe responder con amor a los débiles en la fe tal como las Escrituras
mencionan (Gál. 6:1-6; Mt. 7:12), tanto el débil como el fuerte, ambos actúan conforme
el dictamen de su consciencia. Pero sus convicciones personales no tienen que
conducirse en reglas eclesiásticas, la única regla de la iglesia es ser como
Jesucristo mediante su Espíritu en conformidad a las Escrituras. El problema
yace cuando cada cual trata de imponer conceptos personales y asuntos generales
sobre la fuente fundamental que es el orden Escritural.
Histórico culturalmente,
la exhortación a la unidad entre los creyentes judíos y gentiles en la iglesia
en Roma revela algunas divisiones culturales. Es importante comprender que los judíos
en tales tiempos no esperaban que los gentiles observaran sus leyes sobre
alimentos o días santos (contrario a los judaizantes contemporáneos), pero sí
esperaban que los conversos gentiles al judaísmo si lo hicieran, y trataban de
incluir a los gentiles creyentes en Cristo. Al leer (Lev. 11:44-45) trata de la
santidad como separación y sugiere que Dios les dio a Israel leyes especiales
sobre comida particularmente para mantenerlo separado de las demás naciones,
porque la mayoría de culturas tenía sus propias prácticas dietéticas especiales.
Este método ya no sería útil en el periodo del NT a la luz de la estrategia
misionera Paulina. Su principio de separación moral se podría retener sin separación
cultural, ya que aludir separación alimenticia como método de pureza es
invalidar el método divino provisto en Cristo.
Los gentiles,
particularmente en Roma, había ridiculizado por largo tiempo a los judíos por
sus peculiaridades, especialmente respecto a estos dos asuntos ya mencionados, además
de la circuncisión, que parece haber sido problema en la iglesia en Roma. Pablo
recalca primordialmente las prácticas alimenticias. Aquí se aplican principios
similares a los de (1 Cor. Cap. 8). La mayoría de las distintas culturas en el
mundo antiguo tenían sus propias costumbres alimenticias; algunas escuelas filosóficas
también tenían sus propias reglas en cuanto a alimentos. Pero pocas culturas insistían
tanto como los judíos a causa de que Dios decretó leyes sobre los alimentos; en
los siglos antes de Pablo muchos judíos habían muerto por rehusar comer cerdo,
cuya carne para los griegos era deliciosa. Aun cuando sabemos que algunos judíos
helenistas educados en Egipto consideraban simbólicas las leyes sobre los
alimentos, la mayoría de judíos siguió guardando estas leyes en cualquier lugar
del imperio donde iban.
En conformidad a lo
expresado antes, Pablo hace uso de varias palabras clave en este texto. Primeramente
podemos observar que hay un mandato, “recibid”,
esta palabra es un presente imperativo, es un mandamiento hacer algo, una acción
continua y repetida, no solo para ese tiempo o receptores de la carta, sino
para todo creyente en cualquier lugar y tiempo, el creyente maduro debe recibir
al “débil”, esta palabra es un
participio presente (la acción va contemporánea al verbo principal: recibid) del
gr. “astheneo” que significa “estar enfermo/impotente”, proviene de “asthenes” que es “sin fuerza/sin vigor”, alude “alguien el cual todavía no está totalmente sano, una persona
imposibilitada de conducirse correctamente” en este caso apunta a la
consciencia. Las Escrituras nos ordenan a acoger a tales personas, pero su
debilidad no se basa en su estado o condición física, sino más bien en la “fe”, la palabra fe viene del gr. “pistis”, ésta palabra en sí alude “confiar en las promesas Divinas y
sujetarse a sus órdenes”, estas personas débiles en su fe, son las que
intercambian lo general por lo fundamental, dando más valor a los asuntos que
no deberían interesar tanto, ya que no causan crecimiento. Aquí vale la pena
detenerse un momento y observar algo, primeramente hay un mandato a lo que como
creyentes (si en este caso gozamos de madures) debemos hacer, “recibid”, y
ahora viene el contraste, lo que no se debe hacer con el débil en su fe, y eso
es “contender”, tal palabra viene
del gr. “dialogismos” y significa “discutir”,
alude hacer un debate mental conceptual, aquí nos aclara que no debemos como
creyentes (Repito: si es que se goza de madures) imponer sobre otros el
concepto personal, ya que lamentablemente causa ruptura y en el 99% de los
casos afecta a la persona inmadura/débil en su fe, aquí nos advierte a ser muy
cuidadosos, ya que el fundamento de la verdad debe ser y es las Escrituras no
los conceptos personales, culturales etc!, por ello el comunicado sigue
diciendo que no debemos contender sobre “opiniones”,
la misma viene del gr. “diakrisis” y
significa “opinión judicial”, alude
un diagnostico conceptual, Pablo da
entender con esto que el creyente maduro no puede tomar la postura de tratar de
imponer su punto personal sobre el otro, sino más bien demostrar amor hacia el
mismo.
El problema yace cuando
los conceptos personales y culturales se quieren implantar por encima de la única
norma de fe, moral y conducta, las Escrituras. El creyente es llamado a ser
como Cristo (Col. 2:6), no a ser como otro piensa o suma que se deba ser, y el único
medio para conocer quien es Cristo y como ser como Él lo son las Escrituras (Lc.
24:27, vv.44-45).
Hay varios
principios de aplicación en este texto:
1) Debemos ser guiados
por las Escrituras.
2) Debemos ser edificados y edificar a otros,
conforme las Escrituras.
3) Debemos ser sensibles y serviciales son
el prójimo conforme las Escrituras.
4) Debemos seguir el
modelo de Cristo conforme las Escrituras.
Que nuestro
fundamento sea la inerrante palabra de Dios y no el concepto personal.
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Dr. Félix Muñoz
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