¿Por qué debemos hablar de feminismo con mujeres cristianas? ¿No se supone que, una vez convertidas, nuestras afiliaciones o prácticas a dicha corriente cesan inmediatamente? Pues, no.
El feminismo ha permeado toda nuestra cultura, nuestras artes, y nuestros sistemas educativos.
Cuando venimos a los pies del Señor, llegamos con diversas ideas preconcebidas producto de nuestra formación, y en nuestro caminar cristiano y vida y servicio a la iglesia, consciente o inconscientemente, las implementamos. Es por eso que el feminismo no solo ha afectado a nuestras iglesias: en muchos casos, es defendido por ovejas y líderes.
Si bien la RAE solo define el feminismo como “una ideología que defiende que las mujeres deben tener los mismos derechos que los hombres” (algo con lo que debemos estar de acuerdos como creyentes: varón y hembra fuimos creados a imagen de Dios), Wikipedia nos muestra que el objetivo del feminismo es “la reivindicación de los derechos femeninos, así como cuestionar la dominación y la violencia de los varones sobre las mujeres y la asignación de roles sociales según el género”. Es en esta última parte donde encontramos el mayor peligro.
Sus inicios
La corriente feminista comenzó como una ideología que prometió igualdad y libertad del control del hombre, debido al abuso que ellos mismos produjeron por su pecado. Prontamente este se convirtió en una ideología que lleva a las mujeres a usar su poder, su sexualidad, y su libertad para ganar control sobre el hombre.
El feminismo como movimiento formal tuvo sus inicios en los años 1700 con la búsqueda de lograr que la mujer pudiera ejercer el derecho al voto, obtener un grado académico, derecho a administrar y obtener propiedades. Todas estas son cosas justas y nobles para ayudar a ver a la mujer como Dios la ve, con el mismo valor que el hombre.
Ahora bien, lo que comenzó como un simple reclamo de derechos esenciales, sin interrumpir con los roles de género, se convirtió en la lucha por destruir los valores Judeo–Cristianos que enarbolaban la idea Bíblica de que ambos, hombre y mujer tenían igual valor, pero con diferentes roles. Así se da comienzo en el 1960 a la “segunda ola” de la batalla feminista por minimizar y anular la belleza peculiar que Dios dio al crear roles para ser “mujer”.
Sus etapas
Tres etapas marcaron este período. La primera de ellas fue la etapa en donde las feministas buscaban “nombrarse a ellas mismas”. Aquí expusieron la insatisfacción que las mujeres tenían al tener que vivir conforme a unos roles que no admiraban ni abrazaban.
Las feministas entendían que necesitaban buscar la liberación, ya que habían sido oprimidas por su género. Argumentaban que habían sido consideradas como el sexo de segunda clase, que habían sido encarceladas en sus roles de ama de casa y madre, un rol tradicional pero opresivo, al ser determinado por los hombres.
En la segunda etapa de esta ola, las feministas “nombraron al mundo”. Se buscó redefinir y reinterpretar la psicología, la lingüística, la maternidad, la sociología, y la sexualidad desde una perspectiva feminista. Esto es evidente al ver cómo el mismo lenguaje cambió, de decir “todos” a que lo correcto sea decir “todos y todas”, por ejemplo.
La última etapa fue la búsqueda de “nombrar a Dios”. Aquí, diversos grupos feministas afirman que la Biblia debe ser liberada del odio a la mujer con el cual había sido encarcelada. Se argumenta que la Biblia había sido escrita en un período patriarcal, por lo que había sido permeada por esa mentalidad.
Una de las afirmaciones que particularmente me asombran más es su insistencia en llamar a Dios “Padre-Madre Dios”, y así no restringir con el lenguaje los aspectos femeninos que en su naturaleza Él posee.
Feminismo hoy
La lucha feminista no ha cesado. En este momento, experimentamos una búsqueda energética de aceptación de los matrimonios de un mismo sexo y la legalización del aborto. Además, la mujer es exhortada a hacer con su cuerpo lo que quiera, y a ignorar las costumbres de la Palabra de dejar que sea el hombre el que marque los pasos en el cortejo y en la relación de pareja.
Pero la pregunta que debemos hacernos es qué tanto de este pensamiento ha entrado a formar parte del entendimiento y del ejercicio de la feminidad en la vida de las mujeres cristianas. Al observar el comportamiento humano, en este caso en particular el de las mujeres, me atrevería a afirmar que cada una de nosotras lleva por dentro una feminista, entendiendo que el feminismo es la sublevación a vivir conforme al diseño bíblico de Dios.
Ciertamente los esfuerzos formales comenzaron en el Siglo XVIII, pero pienso que Eva fue la primera feminista. Eva ignoró el liderazgo masculino, el feminismo busca la igualdad de roles. Eva actuó de forma independiente, las feministas buscan hacer lo mismo.
Eva pensó que había propósito fuera del diseño divino, las feministas siguen en la búsqueda de ese propósito sin Dios. Eva cuestionó la Palabra de Dios, las feministas cristianas buscan reinterpretar las Escrituras para ajustarlas a su ideología y justificar sus pensamientos y filosofía ministerial.
Si estás de acuerdo conmigo, entonces también estarás de acuerdo en considerar que debes examinarte y evaluar a la luz de la Palabra tu caminar y ver qué tan gozosa estás de vivir el diseño de Dios.
Planteamientos y objeciones
El feminismo ha reclamado que el vivir dentro del rol de esposa y madre ha sido opresivo, y por lo tanto la mujer debe ser liberada. También ha proclamado que al ser creadas iguales al hombre, la jerarquía debe ser anulada, por lo tanto, en la práctica, el hombre o la mujer indistintamente pueden ejercer roles de liderazgo en el hogar y en la iglesia.
Nuestro Señor Jesús nos dijo que conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres. La verdad es Él, y Él ha plasmado su voluntad a través de su Palabra. Si queremos vivir en libertad, tenemos que vivir conforme al criterio pautado por nuestro Creador, y esto es lo que Dios ha dicho de Él mismo, de sus criaturas y del mundo en que las colocó.
Las feministas dicen: “La mujer fue relegada a un estatus de segunda clase”. Pero Dios dice en Génesis 1:27 “Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Dos grandes verdades que se desprenden de este texto: (1) Dos seres de igual valor por ser creados a la imagen de Dios y (2) Dos seres distintos, uno varón y otra hembra. En otras palabras, hombre y mujer son de igual valor pero conforme a su diseño tienen roles diferentes, porque Dios diseñó que fuera el trabajo complementario de ambos que hiciera que Su Imagen se reflejara perfectamente. Por lo tanto, a la luz de esta verdad la mujer no debe considerarse que ella ha sido relegada a un rol de segunda clase, aun si hombres no piadosos la hacen sentir de esa manera. El valor de ella viene de Dios y no de los hombres.
Las feministas dicen: “La jerarquía es opresiva”. Pero Dios diseñó que: “Las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo” (Efe. 5:22-23). La jerarquía ayuda al orden y al buen funcionamiento de las tareas. Si la jerarquía resulta opresiva no es un problema de diseño sino un problema de carácter del que está liderando. Somos más libres como seres humanos cuando afirmamos la legítima estructura que Dios ideó. Además, ese fue el diseño del Creador, y ¿quienes somos nosotros para objetarlo (Isaías 45:9-12)?
Las feministas cristianas dicen que los roles existieron producto de la caída y que gracias a la redención en Cristo Jesús todos somos uno (Gal. 3:28). Una lectura correcta de Génesis 1 y 2, nos va a llevar a reconocer que antes de la caída (Gen. 3) los roles ya estaban establecidos por Dios haciendo a Eva la Ayuda Idónea de Adán (Gen. 2:18). Una lectura correcta de Gálatas 3:28 nos ayudará a ver que el contexto en el cual está este versículo es el de la salvación, en la cual no hay distinción de géneros, y no uno de anulación de roles. Otros pasajes del NT hablan claramente de los roles en el matrimonio (Efe. 5; 1 Pe. 3) y de los roles en la iglesia (1 Ti. 2:12; 1 Co. 14:34).
Viviendo conforme a nuestro diseño
Tal vez no hayas adoptado ningún accionar que te coloque directamente en afiliación con el pensamiento feminista, pero toma en cuenta algunas de las siguientes cosas que puedes estar pensando o haciendo que sí tienen consigo dicho trasfondo:
- Rechazas al matrimonio por no estar sujeta a tu esposo, o por no compartir tus recursos con él.
- No querer tener hijos por miedo a no poder ejercer tu profesión, por miedo a perder tu libertad con tu tiempo y dinero.
- Si eres soltera, no atesoras la pureza sexual porque entiendes que es tu cuerpo y tienes libertad para hacer con él lo que quieras.
- En tu soltería, regularmente tomas la iniciativa para entablar una relación de noviazgo.
- En el matrimonio, solo te sometes a las cosas en las que estás de acuerdo, pero a las otras que no te convienen no te sometes. (No me refiero a lo pecaminoso, a lo cual ningún cristiano debe someterse).
- Piensas que tu rol de madre no es productivo y no tiene un impacto en la sociedad, cuando en realidad tú estás educando y formando un ciudadano útil y responsable para aportar a tu sociedad.
- Buscás una posición pastoral en la iglesia, pensando que sería “injusto” de parte de Dios el que Él ordenara solo a los hombres al oficio del pastorado.
Estos y otros pensamientos pudieran estar reposando en tu cabeza, pero recuerda el mandato de nuestro Señor a través de Pablo y su carta a los Romanos: “Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto” (Ro. 12:2).
Mi oración para ti, amada hermana, es que en cada palabra que salga de tu boca, cada acción que realices, y cada pensamiento que esté en tu mente, tu motivación sea ejecutar con excelencia los roles y llamados que Dios ha orquestado para ti. Que puedas reflejar su imagen con tu diseño único y singular de mujer.
Autora: Charbela El Hage.
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